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Ayrton SennaSu vuelta perfecta y su mayor pifia: Senna en Mónaco'88

La pole position conseguida por Ayrton Senna en 1988 se puede considerar la vuelta individual más perfecta de toda la historia de la Fórmula 1. También este Gran Premio se recuerda por ser el de su accidente más estúpido: lideraba la prueba con casi un minuto de ventaja y él solo se estrelló.

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Publicado: 01/05/2014 12:18

Si ha habido un piloto en la historia de la Fórmula 1 al que se le pueda considerar un experto en las sesiones de clasificación, ese sin duda es Ayrton Senna. En su carrera deportiva consiguió la friolera de 65 poles (el 40,37% de las veces que salió en una carrera de F1 lo hizo desde la primera posición), un récord que superó Michael Schumacher por sólo tres más.

De todas ellas, hay una por la que se le recuerda especialmente: la del Gran Premio de Mónaco de 1988. El McLaren MP4-4, considerado como uno de los monoplazas más superiores en la historia de la Fórmula 1, dominó aquel año con puño de hierro. La batalla entre Ayrton Senna y Alain Prost fue feroz, dentro y fuera de las pistas, y una de las mejores armas del brasileño se encontraba en las clasificaciones del viernes y el sábado. Senna era capaz de colocar el MP4-4 allí donde nadie más se atrevía, y hacerlo en Mónaco tenía un plus de espectacularidad.

Aquel sábado 14 de mayo de 1988. Senna consiguió la pole con un tiempo de 1:23.998. El segundo clasificado, Prost, se quedó a ¡1,427 segundos! de su crono. Fue una vuelta perfecta, y aún hoy se considera que nadie podría haberla superado. La escudería McLaren ha recordado en un emotivo video:

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El propio Senna recordó en una entrevista posterior lo que sintió sobre el asfalto del trazado monegasco al realizar la mejor vuelta de su carrera deportiva:

"Aquel día, me dije a mi mismo: 'Esto es el máximo para mi, no hay hueco para nada más'. Nunca he llegado a sentir eso nunca más"

La mayor pifia de su carrera deportiva

Todo hacía pensar que Senna podría repetir la victoria del año anterior, cuando entró en primera posición con el Lotus de 1987. Absolutamente sólo durante 66 vueltas, el piloto brasileño entró en una especie de trance místico que, según sus propias palabras, le hizo "ver a Dios".

Senna aseguró que había visto a Dios justo antes de estrellarse

El trazado de Mónaco desapareció. Las angostas calles del circuito más mítico -y posiblemente más peligroso- de la Fórmula 1 se convirtieron en un único carril. El MP4-4 volaba sobre raíles hacia la segunda victoria consecutiva del dorsal 12. Pero entonces, 66 vueltas después de la salida, Senna afrontaba Portier cuando sufrió un trompo y estampó su monoplaza. Unas vueltas antes, viendo que el brasileño iba mejorando sus tiempos pese a su ventaja de más de 50 segundos, Ron Dennis le ordenó por radio que bajara el ritmo para asegurarse el doblete.

Así contó el accidente la televisión italiana RAI:

Senna ni siquiera volvió a su box. Se fue a su casa, a reflexionar sobre lo ocurrido, y en McLaren nadie supo nada de él hasta el día siguiente. Mientras, Alain Prost se aseguró su cuarta victoria en cinco años sobre el trazado monegasco, por lo que volvió a disfrutar de una charla con Rainiero de Mónaco y sus hijas, Carolina y Estefanía, para alegría de la prensa del papel couché.

No obstante, y pese a lo agridulce que le resultó esta carrera, el Gran Premio de Mónaco de 1988 siempre se ha puesto de ejemplo a la hora de hablar de la forma de conducción de Ayrton Senna e, incluso, de cualquier piloto de aquella época. Sólo hay que ver una cámara 'on-board' del brasileño en aquel año para darse cuenta de que, sin menospreciar a los pilotos y monoplazas que han llegado después, aquella fue una época única e irrepetible:

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