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GP JapónMemorias de Japón 1998: tres salidas y un señor subcampeón

El Gran Premio de Japón cerraba el año como última carrera del calendario durante varias temporadas. La de 1998 que aquí recordamos fue una de ellas. Como tantas otras veces, Suzuka sería el escenario que decidiría al Campeón, y en aquella ocasión el segundo, en la derrota, destacó casi tanto como el primero.

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Publicado: 02/10/2014 10:00

Temporada 1998, última carrera. Suzuka recibe la prueba que cerrará el campeonato, y sus enfervorecidos y siempre pasionales fans dividen sus simpatías entre los dos pilotos del momento: Mika Hakkinen, de Mclaren, y Michael Schumacher, de Ferrari. Ambos se están jugando el título, aunque el finlandés aventaja al alemán en cuatro puntos. El sistema de puntuación que había en ese momento otorgaba 10 puntos al ganador de la carrera y 6 al segundo, pero un hipotético triunfo de Schumacher seguido de Hakkinen provocaría un empate que le daría el Mundial al de Mclaren, ya que aunque habrían terminado con igual número de victorias, Hakkinen tendría un segundo puesto más.

Schumacher fue a por su objetivo, que no era otro que ganar y esperar que alguien más terminara por delante de su rival. En clasificación no lo consiguió, pero marcó una pole que le acercaba a su meta. Hakkinen había sido segundo, y así saldrían el domingo, uno pegado al otro. Los semáforos se encendieron pero una luz alertó a los pilotos de que algo ocurría, aunque Hakkinen tardó unos segundos en darse cuenta y arrancó la marcha. El monoplaza Prost de Jarno Trulli había fallado, y todos tuvieron que dar una vuelta de formación extra para que el coche del italiano pudiera arrancar. La segunda salida estaba lista, pero nuevamente todos tuvieron que detenerse. Todos menos uno, cuyo monoplaza había fallado y, con la mano levantada, solicitaba ayuda. Era Michael Schumacher.

Con el título en juego, el Ferrari del germano falló, obligándole a salir desde la última posición. Tras la segunda vuelta de formación extra llegó la tercera salida, con Schumacher al fondo de la parrilla. Fue la definitiva. Hakkinen, que había heredado la primera plaza, la mantuvo sin problemas, mientras Michael remontaba poco a poco. Y así fueron pasando las vueltas, con un Hakkinen aferrado al liderato pese a que Irvine, con el otro Ferrari, presionaba en el segundo lugar, mientras Schumacher seguía escalando posiciones. El por aquel entonces bicampeón ya era tercero, con su compañero por delante. Sin embargo, Esteban Tuero y Tora Takagi chocaron sus respectivos Minardi y Tyrrell y poco después pasó por esa zona Michael Schumacher, que esquivó ambos coches.

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Nada parecía ocurrir pero, segundos después, al llegar a la primera curva y con Irvine poco delante de él, el neumático trasero derecho de Schumacher explotó. El sueño del tricampeonato se esfumaba para el alemán, otra vez golpeado por la mala suerte que aquel domingo se había cebado con él. En Mclaren celebraban el título de Hakkinen, que ya era seguro con el abandono del ‘Kaiser’, mientras en el muro y box de Ferrari se instalaba la tristeza e impotencia. Mika dejó pasar las vueltas y celebró su primer Mundial ganando la carrera. No cabía en sí de emoción, y condujo su Mclaren hasta el paddock, donde recibió la felicitación del segundo clasificado, Eddie Irvine, pero no solo de él.

Un señor sin mono de piloto, con vaqueros y gorra, se acercaba al monoplaza del Campeón y le estrechaba ambas manos en señal de respeto y felicitación. Ese hombre era Michael Schumacher que, tras perder el título y cambiarse de ropa, fue a agradecer uno a uno a todos sus compañeros en Ferrari el trabajo realizado y esperó a la bandera a cuadros para dar la enhorabuena con absoluta deportividad a su admirado rival, que le había dejado sin entrar en el club de los tricampeones al que pertenecían pilotos como Ayrton Senna, Niki Lauda o Nelson Piquet.

Una lesión alejó a Schumacher de la tercera corona en 1999, pero en 2000 llegó el tan ansiado tricampeonato, y la leyenda del ‘Kaiser’ en Ferrari no paró de crecer. Schumacher dijo posteriormente que no había visto ninguna pieza del choque anterior a su avería, así que no creía que fuera esa la razón de su abandono. Quizás fue solo mala suerte o, nuevamente, el destino. “Hemos estado extremadamente desafortunados en la carrera más importante de la temporada. Esto es la competición”, decía un resignado Presidente de la Scuderia, Luca Cordero di Montezemolo. Aquel día, sin ganar, Schumacher demostró estar a la altura de esa competición que en muchas ocasiones resulta hasta cruel.

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