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Coches RarunosSnow Cruiser, un 'Pingüino' en la Antártida

Como en las grandes aventuras cinematográficas, la trama de esta historia tiene un héroe, una máquina fantástica, un paraje inhóspito y un misterioso final. Con el objetivo de conquistar la Antártida, el gigantesco Snow Cruiser era completamente diferente a todo lo que se había visto hasta entonces.

Snow Cruiser, un 'Pingüino' en la Antártida

21 min. lectura

Publicado: 12/12/2015 09:00

Los albores del siglo XX fue la época de las grandes expediciones en la Antártida, el último continente en ser explorado. Con el propósito de atravesar el fascinante territorio polar se gestó el vehículo más grande que ha pasado por Coches Rarunos, el revolucionario Snow Cruiser. Su historia dio comienzo con una heroicidad.

Nadie en la historia ha contribuido más a los descubrimientos geográficos en la región antártica como el almirante Richard Byrd. El explorador, oceanógrafo y aviador estadounidense fue el primero en sobrevolar el Polo Sur en 1929. En una de sus expediciones también se atrevió a pasar el invierno de 1934 completamente solo en una cabaña para realizar estudios meteorológicos, aunque en aquella ocasión las cosas se torcieron.

A través de una estación de radio Byrd se comunicaba con su equipo situado en el campamento base, a casi 200 kilómetros de aquella pequeña cabaña. El contacto se producía tres veces por semana en lenguaje morse. Así durante casi cinco meses. Con el paso del tiempo las conversaciones eran cada vez más extrañas e incoherentes. Algo pasaba.

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Thomas C. Poulter, segundo al mando, inició una comprometida operación de rescate a más de 50 grados bajo cero que tuvo que ser cancelada dos veces por el mal tiempo. A la tercera fue la vencida. Poulter encontró a Byrd semiinconsciente: la cabaña no tenía una correcta ventilación y el monóxido de carbono de la estufa le estaba envenenando poco a poco.

Después de todo aquello Byrd reconoció públicamente que Poulter le había salvado la vida. Como científico, Poulter no dejó de reflexionar en lo difícil que había resultado el rescate y comenzó a pensar en un vehículo capaz de enfrentarse a esas durísimas condiciones de aquel territorio inhóspito de una manera más eficaz y segura.

Un gigante mecánico destinado a la exploración polar

Cuando posteriormente fue nombrado director científico del Research Foundation of the Armour Institute of Technology de Chicago, Poulter presentó su idea al resto de miembros de la Fundación. Recibió el visto bueno para trabajar en ello y durante dos años (1937-1939) un equipo dirigido por él desarrolló los diseños del Proyecto I-69. Se trataba de un implacable vehículo terrestre capaz de desplazarse sobre la nieve y el hielo en labores de exploración con el nombre de Antarctic Snow Cruiser aunque pronto recibió el apodo de Pingüino 1.

El esquema del Snow Cruiser

En la primavera de 1939 se anunció que Richard Byrd realizaría una nueva expedición a la Antártida financiada por el Gobierno de los Estados Unidos y la Fundación presentó los planos del Snow Cruiser como una alternativa inédita a los medios de transporte antárticos: los trineos de perros eran lentos, los tractores tenían poca autonomía y pecaban de escasa fiabilidad y los aviones no podían volar con frecuencia debido a las condiciones climatológicas. El Snow Cruiser parecía una idea brillante y el proyecto formaría parte del ambicioso programa de investigaciones científicas en la expedición de Byrd.

Había que pasar de la teoría a la realidad enfrentándose a un gran inconveniente: sólo disponían de 11 semanas para fabricarlo, realizar pruebas y entregarlo. El 8 de agosto de 1939 comenzó su construcción. Menos de tres meses es muy poco tiempo para la construcción de un automóvil, especialmente cuando se trataba de un tipo de vehículo nunca antes visto y de dimensiones mastodónticas. Este medio de transporte era un gigante mecánico de 16,75 metros de longitud, 4,50 metros de altura y 6,10 metros de anchura.

Su colosal tamaño venía motivado por su capacidad para albergar en su interior a una tripulación de cuatro miembros. Thomas Poulter quería prescindir de un campamento base y que el propio vehículo tuviera un dormitorio, una cocina, una sala de radio, espacios de almacenamiento y habitáculos para realizar experimentos científicos. La propulsión era una suerte de sistema híbrido compuesto por dos motores Cummins diésel de seis cilindros y 150 CV cada uno que trabajaban dando energía a cuatro motores eléctricos General Electric de 50 CV, integrados cada uno en una rueda.

El Antarctic Snow Cruiser fue fabricado en sólo 11 semanas

El peso bruto se situaba en torno a las 34 toneladas. Este enorme monstruo fabricado en acero se sostenía sobre cuatro neumáticos de tres metros de diámetro fabricados por Goodyear calzados en llantas de 66 pulgadas ¿Por qué usar ruedas tan grandes? Para distribuir el peso y minimizar la presión sobre la nieve. De hecho, la idea inicial fue fabricar ruedas de ¡nueve metros! pero no había tiempo suficiente para ello.

Cada rueda pesaba 2.700 kg

El Pingüino también debía ser capaz de transportar dos neumáticos de repuesto y provisiones para un año. Incluso la parte superior serviría para acarrear una avioneta -un biplano Beechcraft Staggerwing para ser exactos- que se emplearía para la observación aérea y reconocimiento. Todo un campamento sobre ruedas capaz de alcanzar los 50 km/h. El vehículo también cargaba con más de 9.500 litros de gasóleo, con los que se obtenía una autonomía superior a los 8.000 kilómetros, además de otros depósitos con combustible para el avión y otras máquinas.

Uno de los mayores retos en la exploración antártica son las grandes grietas en el hielo, que obligaban a las expediciones a realizar rodeos de varios kilómetros para superarlas. Thomas Poulter pensó que si el vehículo tenía el tamaño suficiente y las ruedas se colocaban correctamente se podrían superar grietas de hasta 4,5 metros de longitud. Por eso los ejes estaban muy cerca del centro, con grandes voladizos delante y detrás. La altura libre al suelo podía alcanzar un metro.

Además, el Snow Cruiser se valía de uno de los sistemas más fascinantes y revolucionarios para hacer frente a este reto. Ante una gran fisura en el hielo, dos bombas hidráulicas eran capaces de plegar el eje delantero, apoyando el vehículo sobre su panza y arrastrándose impulsado por el eje trasero. Una vez alcanzado el otro extremo desciende el eje trasero y se despliega el delantero para ejercer de tren motriz. Ingenioso y complejo a partes iguales.

Así superaba el Pingüino las grandes fracturas en el hielo

Un viaje repleto de dificultades… antes de empezar

El 24 de octubre de 1939 el Pingüino estaba casi listo en la fábrica situada en los alrededores de Chicago. Como no hubo tiempo para realizar ensayos dinámicos se pensó en trasladar el vehículo por carretera hasta el puerto de Boston, lugar donde embarcaría rumbo al continente antártico. Los 1.640 kilómetros que el Snow Cruiser debía recorrer servirían de prueba para realizar los ajustes finales necesarios.

El primer día se presentaron problemas mecánicos y el titán tuvo que volver a la fábrica para su revisión. Mal comienzo. Al día siguiente sí que fue capaz de llegar hasta Chicago, donde se expuso al público durante una jornada en el parque urbano Grant Park. La expectación levantada fue enorme y no faltaron entusiastas y curiosos que observaban con extrañeza aquel monstruo de color rojo.

¿Por qué ese color? Recuerda que cargaba con un avión así que hacía falta que fuera fácilmente discernible desde el aire en contraste con el blanco y el resplandor de la nieve y el hielo. En lugar de un acabado brillante se escogió un tono mate porque mantenía mejor el calor.

En su viaje por Estados Unidos no faltaron curiosos

En la Antártida la tripulación estaría compuesta por cuatro hombres y un perro. Serían Franklin Alton Wade (comandante al mando de la operación), Theodore A. Petras (piloto), Felix Ferranto (oficial de radio) y Charls L. Meyer (mecánico) junto con el huskieNavi. Poulter les acompañaría en los primeros recorridos por la región polar y después volvería a Estados Unidos.

Un día después de su presentación comenzó el recorrido hacia Boston no sin antes aprovechar el paso por una zona arenosa a las afueras de la ciudad para hacer pruebas de tracción. Debido a su tamaño el Pingüino ocupaba toda la calzada y las carreteras por donde circulaba debían cortarse, siendo escoltado por la policía y numerosos periodistas. Allá por donde pasaba congregaba multitudes, era imposible que no llamara la atención.

En el trayecto las paradas eran frecuentes para realizar pequeños ajustes o para resolver incidentes como el sistema de frenos recalentado, fallos en los motores diésel y diferentes incidencias eléctricas y mecánicas. El mayor trastorno sucedió en Ohio cuando un pequeño puente cedió ante el peso del Antarctic Snow Cruiser y éste cayó a un arroyo. Tardaron tres días en sacarlo de allí y hubo que realizar algunas reparaciones sobre la marcha. Su precaria situación puede verse al final de este video:

Por fin, el 13 de noviembre llegó a Boston. Fue embarcado en el North Star no sin antes desmontar la parte trasera para que cupiera en el navío. Al día siguiente zarparon y se aprovechó la travesía para instalar el equipamiento de algunos habitáculos como la cocina y realizar algunas reparaciones y ajustes adicionales. Llegaron a la costa antártica el 12 de enero de 1940.

La realidad golpeó al Snow Cruiser

El North Star atracó en la bahía de las Ballenas, un puerto natural en la barrera de hielo de Ross. Se trata del punto de mar abierto más meridional del mundo y Byrd lo había empleado como punto de inicio en sus anteriores expediciones. El equipo se encontró con su primer gran reto: desembarcar el pesado vehículo.

Para superar el desnivel desde la cubierta del barco hasta el hielo se construyó una rampa, algo precaria. En la mañana del 15 de enero Poulter se puso a los mandos y comenzó el descenso con mucho cuidado…. hasta que la estructura de la rampa comenzó a ceder. El científico no se lo pensó dos veces, pisó a fondo y consiguió alcanzar el hielo a trompicones, con sólo unos pequeños daños para el vehículo. Aquí está el video del espectacular desembarco:

La base norteamericana estaba a cinco kilómetros de allí y el Snow Cruiser recorrió esa distancia en una hora y cuarto. Descansaron unas horas en el campamento. Poulter se había percatado de que el Pingüino se hundía demasiado en la nieve, más de lo previsto. Había que hacer pruebas.

Se dirigieron hacia una colina y no tardaron en quedarse atascados. Las ruedas del Snow Cruiser se enterraban 60 centímetros y cada vez que esto sucedía había que parar, dar marcha atrás y nuevamente avanzar con cuidado. La nieve estaba mucho más blanda que la última vez que estuvo en la Antártida. Había que improvisar.

El equipo bajó la presión de los neumáticos y, como las ruedas sin dibujo patinaban, pusieron cadenas en el eje trasero. Además, aprovechando todos los recursos disponibles, cogieron las dos ruedas de repuesto y las acoplaron al tren delantero para obtener un 50% más de superficie de contacto. También se probaron diferentes combinaciones de engranajes y ajustes eléctricos en busca de una mejor tracción.

Intentar resolver los incesantes problemas fue una constante en la expedición

Se dieron cuenta que, en ocasiones, obtenían un mejor agarre circulando marcha atrás. Si pilotar la compleja máquina no era tarea sencilla en el sentido de la marcha lógico, hacerlo en sentido inverso dificultaba aún más las cosas. Aún así no fueron pocos los kilómetros que se recorrieron marcha atrás. Pero el principal -e insalvable- problema seguía siendo el descomunal peso del vehículo, que hundía las ruedas en la nieve.

Durante los siguientes días intentaron avanzar. El gigante mecánico se movía pausadamente procurando no quedar encallado y, cuando sucedía, había que dar marcha atrás y volver a intentarlo. El avance era muy lento y el esfuerzo acababa sobrecalentando los motores. Una de las veces el equipo empleó 15 horas para recorrer 1,5 kilómetros. Desesperante.

Al menos era confortable, sin duda su mejor cualidad. De hecho, nunca se había realizado un viaje polar en un vehículo tan acogedor. La calefacción funcionaba a la perfección, el interior era razonablemente espacioso y las literas y sillas eran mullidas y cómodas. Unas características que tenían una gran importancia a la hora de descansar tras una dura jornada luchando contra los elementos.

El Snow Cruiser en la Antártida

Llegó un punto en el que había que rendirse a la evidencia, el Antarctic Snow Cruiser necesitaba profundas modificaciones que no podían realizarse en campo. Había que volver al taller, analizar los nuevos datos recogidos en la experiencia y rediseñar muchas cosas. Las pruebas deberían haberse hecho antes, sí, pero no hubo tiempo.

La excursión más larga fue de 155 km todos ellos recorridos marcha atrás

El 24 de enero Poulter embarcó en el North Star rumbo a Estados Unidos en busca de soluciones. En las tierras heladas del continente antártico se quedaba su máquina y parte de su equipo, quienes recibieron instrucciones de intentar avanzar cuando el tiempo cambiara y la nieve se endureciese. A principios de primavera las condiciones parecían más óptimas y la tripulación realizó nuevos intentos. Donde la nieve era más compacta y dura el pesado Pingüino no se hundía tanto y se movía mejor.

La alegría duró pocos días: en uno de sus viajes de exploración el Snow Cruiser se hundió profundamente, más que nunca. Estaban a 54 grados bajo cero y la nieve superficial estaba congelada y dura pero debajo era nieve en polvo. Los grandes esfuerzos de la bestia para salir de aquella trampa blanca dieron como resultado fallos en las válvulas, los fusibles y las bombas de combustible. El Snow Cruiser había llegado todo lo lejos que podía llegar.

Thomas Poulter con una maqueta del Snow Cruiser

Por su parte, para mejorar el proyecto Poulter buscó una financiación que nunca llegó. Los medios de comunicación ya se habían hecho eco de las desventuras del Pingüino y las empresas no querían patrocinar un proyecto que los periódicos tildaban como “un fracaso”. Además, el país se encontraba en plena Segunda Guerra Mundial y el Gobierno estadounidense ponía todo su interés y dinero en fabricar armamento.

La aventura del mayor vehículo terrestre de exploración polar había terminado. Pese a todos los problemas, los científicos realizaron valiosos experimentos sismológicos, mediciones de rayos cósmicos y muestreos del núcleo de hielo. El equipo que había quedado en la Antártida regresó a casa en enero de 1941, un año después, y el Snow Cruiser se quedó allí para siempre como un inmóvil monumento al ingenio en la conquista del territorio más inhóspito del planeta. Cayó en el olvido.

No fue hasta 1958 cuando se volvieron a tener noticias del Snow Cruiser cuando una expedición se topó con él, sepultado bajo la nieve. Desde entonces nadie lo ha vuelto a ver. En la década de 1960 una parte de la plataforma helada se separó del continente, cerca de donde estaba la creación de Poulter. Sin una ubicación precisa, nadie sabe el misterioso destino del Snow Cruiser: si estaba situado en la porción fragmentada hoy estará reposando en el fondo del océano Austral. En caso contrario, quién sabe, tal vez volvamos a tener noticias de él.

Fotos: Leslie Jones

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