Una vez más, la FIA ha impartido justicia de una forma como mínimo cuestionable en el polémico caso del accidente de Nelson Piquet en Singapur 2008. Max Mosley se ha mostrado implacable con su enemigo Briatore, benevolente con Renault y extrañamente suave con Nelson Piquet.
A pesar de que está fuera de toda duda que Briatore, Symonds y Piquet son culpables de haber infringido gravemente el reglamento deportivo de la Fórmula Uno, la pena para cada uno de ellos ha sido muy distinta. Y la única explicación que encuentro para justificarlo son las filias y fobias del que aún sigue siendo presidente de la FIA, Max Mosley.
El británico, que ya aprovechó las mentiras de Lewis Hamilton a los comisarios en el GP de Australia de este año para cargarse a su otro gran enemigo en el paddock, Ron Dennis, se ha encontrado con un caso en el que se le servía en bandeja de plata la cabeza de su otro gran dolor de cabeza durante los últimos años, Flavio Briatore.
Max Mosley, hábil como pocos a la hora de moverse en este tipo de casos, repetía la jugada que ya hiciera con McLaren hace unos meses y pactaba con la dirección de Renault una sanción muy suave, que ha quedado en nada, a cambio del cese de Briatore. Y así ha sido. El italiano ha quedado inhabilitado de por vida para dedicarse a la Fórmula Uno, no sólo como director, sino también como representante de pilotos.
Pat Symonds también ha salido mal parado, quizás el que más, ya que la cuenta corriente del británico no tiene nada que ver con la del magnate Briatore y durante los próximos cinco años no podrá ejercer su labor de ingeniero en la Fórmula Uno.
En cuanto a Nelson Piquet, como ya he comentado en un post anterior, no hay quien entienda que se haya ido de rositas. Bueno sí, se entiende porque tanto él como su padre han actuado de garganta profunda para que Mosley pudiera despedirse de la presidencia de la FIA habiendo ajusticiado a sus enemigos.