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Virutas F1La pena de los no idiotas

Se marchó. A George A. Romero, padre y madre de todos los zombies de la historia, le ha sacado la arlequinada el creador. El director de cine de origen gallego que a tantos mató y resucitó más tarde estaba trabajando en una película con pilotos de carreras zombies y muchos esperaban que en su entierro abriera la tapa de su ataúd, pero no ha ocurrido.

11 min. lectura

Publicado: 18/07/2017 18:30

De zombie, de no muerto pero con aspecto de estarlo, se bajó el pasado domingo Fernando Alonso de su McLaren-Honda tras su enésimo abandono. Ya ni los antialonsistas más recalcitrantes hacen chistes porque como abandona siempre, en tests, entrenos y la gran mayoría de las carreras, han agotado sus previsibles y lacerantes chistes. Con el gesto adusto, cejas fruncidas, boca sellada y mirada apuntando al suelo para no chocar con la de nadie atravesó el box hasta desaparecer de las pantallas. Su cara es el reflejo de la tristeza más absoluta. Sí, que bien le pagan, pero muchos piensan que lo que le dan en billetes, no compensan lo que le dan en sofocones.

Alonso es un tipo muy emocional y una de las pocas alegrías que se ha llevado desde hace tiempo, nómina aparte, es que el Real Madrid le ha regalado un trocito de la red que sisaron en la portería de su última Champions League. Dentro de las pistas, nada. Un corredor corre para comer, pero ha de ganar para vivir y Alonso se encuentra en estado catatónico porque de lo primero poco, y de lo último nada.

Esta es su pena y la desgracia de todos los que vemos como su alma vaga en pena por el paddock sin un coche decente con el que le veamos hacer lo que mejor sabe: pelear volante en mano. Los poco amigos de su figura le garrochean con el consabido “Alonso vete ya”, “su tiempo pasó” o incluso a los que contamos cosas de estas y nos atizan con un “dejad de hablar ya de él” con una nada solapada orden al más puro estilo redactor jefe malalechero con un becario veraniego.

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Si se comenta, discute y escribe sobre ALO es porque interesa. Si los jefes de equipo hablan de él es porque su músculo sigue fibrado. Si le pagan esos treinta y cinco millones al año es porque los vale. Y si para los pilotos sigue siendo un referente es porque le temen o al menos le temían hasta que dejó de tener un coche decente. Ahora lo que temen es que les entorpezca el paso durante el cualifáin o que haga caso omiso a las banderas azules y les corte el rollo.

Quienes se regodean en su desgracia deberían hacérselo mirar porque no van a ver correr a muchos Alonsos en su vida. Ese tipo de piloto, un Lewis, un Senna, un Schumacher y puede que un Verstappen que está pasando por un año más bien malo, hay dos, puede que tres cada década. A quien adore la figura del asturiano sufrirá y quien no le trague disfrutará con sus deportivas dolencias, en su mala leche está.

Pero si en el mundial con más salsa desde que llegaron los actuales motores no hubiera dos, sino tres pilotos con coches equiparables, estos estarían pilotados por Hamilton, Vettel y Alonso. Para los que lo viésemos por televisión cómodamente sentados sería mucho más divertido, daría más que hablar, el interés se incrementaría, el deporte mejoraría, con ello sus cuotas de audiencia y al final, disfrutaríamos más. Con ALO delante, que es donde merece, la Fórmula 1 sería mejor.

Muy pocos piensan que el del pelo claro tiene una oportunidad real de dejar atrás a un tricampeón

Los más ácidos enemigos digitales del ovetense dirán que claro "dadle un coche bueno a mi chico y les ganará a todos". No. No, no, y no. No. Hay dos pilotos con un Mercedes y muy pocos piensan que el del pelo claro, por no ponerle nombre, tiene una oportunidad real de dejar atrás a un tricampeón en torno al que gira toda la escudería, que lleva años dentro, y que sabe hasta donde duerme el gato.

En Maranello para más de lo mismo. Mucho respeto a Kimi Raikkonen, que en un día acertado le arranca la cabeza a Herr Vettel pero al tetracampeón tiene muy pocos días malos y nadie piensa que el día del reparto de notas estará por detrás del Hombre de Hielo. Tan es así que el rumor es que a Vettel le han puesto un contrato encima de la mesa por tres años, ni uno menos, a cambio de 120 de los grandes, a razón de cuarenta millones por temporada. A Raikkonen, entretanto, se dice que le han ofrecido tan sólo cinco (cifra que este escribano se niega a creer, a menos que sean de sueldo base y resto en función de puntos recaudados).

Para ganar, superar a todos, para dominar no sólo necesitas un coche digno sino un espíritu, una eficacia, un grado de concentración y unas manos que muy pocos tienen y Alonso es de esos. Las emociones son propiedad y autogeneradas por cada cual, y por ende respetables. Los aficionados se ponen cardiacos cuando ven los colores racing de Martini, la combinación imposible celestinaranja de Gulf Racing, o directamente entran en shock cuando ven los colores de Marlboro, pero bajo ellos hay un motor, un chasis y un tripulante más o menos afortunado.

En el Caso Alonso muchos se quedan con el personaje y olvidan sus capacidades, y posibilidad de crear espectáculo. Un Alonso con un entorno desfavorable hace de la F1 un deporte peor. Amigo antialonsista, no pienses en lo que pierde el asturiano, piensa en lo que te pierdes tú. Muchos de los que se ciscan en esto son los mismos que se quejan de que la F1 actual es sosa, aburrida, y peor que la de hace un par de décadas, aquella en la que el ganador sacaba cuatro o cinco vueltas al último.

Coherencia y sentido común, chavales, que como dicen los chicos de Mecano, “no es serio este cementerio”, pero siempre puede salir Alaska cantando lo de “mi novio es un zombie”. El novio de Honda es alguien semimuerto deportivamente, que tras diez carreras acumula dos tristes puntos, y sus récords son de abandonos y no de visitas a un cajón que ya ni recuerda. Mal momento para echar de más a un enorme piloto, precisamente una época en que las carreras están más necesitadas de personas, y menos de los necesarios ingenieros que a día de hoy deciden más cosas que los que pilotan. Sin Alonso donde merece, la F1 es menos F1. Pero como diría el doctor House, ‘no hablamos de lo que merecemos, sino de lo que tenemos’, y hay lo que hay.

Honda se esfuerza, pone pasta, ficha a gente y tal y como estaba previsto las mejoras van llegando, aunque con cuentagotas. En los entrenos libres de Silverstone el gap con el resto era inferior a los dos segundos, todo un mundo pero un 40-50% de mejora con respecto al inicio de temporada. A este paso tardarán un par de años, como mínimo, en estar en una zona favorable y posiblemente el de Oviedo ya no esté para disfrutarlo, o sea, hasta entonces muerte en vida, vegetando hasta que llegue algo en condiciones, un tristérrimo cero a la izquierda en el contador de la competitividad, el espectáculo, y del disfrute. Peor para todos.

George A. Romero, padre de todos los zombies era hijo de gallegos emigrados a Cuba. Cuando su familia se marchó a Estados Unidos tuvo la idea de crear su “La noche de los muertos vivientes”, una película que inventó a unos malos de verdad, adelantando por la derecha a vampiros, Frankensteins, y hombres-lobo, de más antiguo nacimiento. Romero, tieso como la varilla de un cohete, tuvo que echar mano de su tía Pura, Pura Romero, gallega de pro que le endiñó los 144.000 dólares que necesitaba para acabar su idea, justo la mitad del presupuesto total de la cinta.

Honda debería buscar a su tía Pura, a ver si apaña lo que tiene a medias, porque dejarlo ahora sería más terrible aún de lo que lo ha sido hasta hoy. Mientras a disfrutar de todo lo demás, porque de esto, nada. Una lástima.

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