Motor.es

Mi experiencia en el Festival de la Velocidad de Goodwood, tierra santa

Me confieso creyente de la iglesia del motor. Los seguidores de la gasolina tenemos muchos lugares a los que acudir para saciar nuestra fe, pero ninguno de ellos como el Festival de la Velocidad de Goodwood. Este ha sido mi primer año, y aquí os dejo cómo fue mi experiencia.

Mi experiencia en el Festival de la Velocidad de Goodwood, tierra santa

11 min. lectura

Publicado: 11/07/2017 15:00

Este portal se ha convertido en imagen clave de un evento que mueve montañas

En la actualidad todas las religiones cuentan con un espacio venerado, un lugar de referencia donde peregrinar para así acercarse al origen de su creencia. Tenemos el Vaticano, el Muro de las lamentaciones y La Meca, entre otros muchos sitios. Los amantes, los fanáticos, del mundo del motor tenemos desde 1993 un lugar sagrado: Goodwood. El Festival de la Velocidad se ha convertido en lugar obligado de visita para los locos de todo lo que tenga ruedas y se mueva por un motor. No hay nada igual.

De antemano digo que todo lo que aquí ponga, describa o comente, se quedará corto. No hay palabras en el mundo para describir un espectáculo como el FOS. Pero lo voy a intentar. Antes de ello hagamos un breve repaso al origen de un fin de semana que cada año viene marcado en nuestros calendarios con letras rojas.

Hay que remontarse más de 350 años en el pasado para encontrar el génesis de este festival. Fue el origen de la familia March, la dueña de la colina más famosa del mundo, y de todos sus alrededores. Ya en el siglo XX, el abuelo del actual Lord March, fascinado por el incipiente mundo de los coches, creó el germen de lo que hoy conocemos. Sin embargo tuvo que ser su nieto el que llevo la idea de su abuelo a límites que hoy cruzan fronteras.

Calcula ahora el precio de tu seguro de coche

¡Infórmate!

Este burdo repaso a la historia del Festival de la Velocidad de Goodwood oculta las dificultades que se tuvieron que superar para que viera la luz el evento. Más de 10 años de negociación con vecinos, meses de preparación, y mucha negociación con marcas y patrocinadores. Una batalla en la que se implicó personalmente el propio Lord March, empujado por su afición, locura, por los deportes de motor. Solo hubo una premisa: no hay límites.

Viva imagen de lo que se puede ver en Goodwood. Un Ferrari 250 GTO de 40 millones

Y es que debemos alabar a aquellos que hicieron posible lo que hoy vemos. En realidad ¿quién no hubiera hecho lo mismo? Tengo unos dinerillos ahorrados en el banco, un parterre, algo de tiempo, y mucha afición. Aunque los inicios no fueron sencillos, a día de hoy la subida a la colina atrae a más de 250.000 personas. Algo tendría que dar que pensar a deportes como la Fórmula 1 del espectáculo que se da lugar junto a una pequeña carretera de menos de dos kilómetros de largo.

Antes incluso de llegar a las inmediaciones del festival, empiezas a tener conciencia de lo que vas a ver. En las carreteras aledañas empiezas a ver coches que pocas veces puedes ver. Cabalgatas de Rolls-Royce, Ferraris, Bentleys, Aston Martin Sin darte cuenta circulas detrás de un Porsche 918 Spyder con total normalidad, como si ocurriera todos los días. Pero eso no es nada, porque si echas un vistazo al parking la cara de tonto no te la quita nadie. Goodwood es capaz de desvirtuar la realidad. Al final acabas por ver un Ferrari y no te inmutas, pero nada te prepara para lo que ves en el interior.

Este año Goodwood celebró el 70 aniversario de Ferrari, entre otros festejos

Nada más entrar por cualquiera de las puertas de acceso, las carreteras que llevan al festival podrían tacharse de laberinto, te sobrecoge una atmósfera de automovilismo en su estado más puro. Enormes praderas inglesas soportan los gigantescos montajes de diferentes marcas, algunas más grandes y otras más pequeñas. El coche, principalmente, es el protagonista, y allá donde mires encontrarás uno, y a cada cual más espectacular.

Para un primerizo como yo la enormidad del evento sobrecoge, no sabes dónde mirar, todo te llama la atención, y solo buscas el siguiente coche espectacular. Nunca había visto nada igual. Coches de dos, cuatro, diez, e incluso cuarenta millones de euros “tirados” en un campo. Es imposible coger una calculadora y empezar a sumar el valor de tanta joya. Arte sobre cuatro ruedas, piezas, algunas de ellas, de un valor imposible de tasar.

Hasta el más ateo de los creyentes gustaría de acudir a un evento con el de Goodwood. Más que un festival es una fiesta

Pero aunque todo esto te deja con la boca abierta, la sensación de majestuosidad se incrementa gracias al sonido que llega de la carretera que da acceso al palacete del señor March y esposa. Es la misma que se emplea para subir la colina. Tengo que decir que hacía mucho tiempo que no se me ponían los pelos de punta, y ya se me han olvidado cuántas veces sucedió. Disfrutar como un enano, seguro que es aquí donde salió tan práctico dicho.

Al sonido hay que sumarle el olor. Si eres un amante del mundo del motor, disfrutas con todo lo que ello conlleva. Goma quemada, aceite, frenos, gasolina un buffet de olores que realzan la mezcla. También hay que sumar un tufillo a bacón y comida que acaba por meterte en el ambiente de fiesta y velocidad que aquí se da cobijo. Tierra Santa, señoras y señores.

Al genial ambiente se sumó una climatología envidiable

Da igual que modalidad de automovilismo te atraiga más, aquí están todas juntas. Desde el primer Ferrari de competición, a la última salvajada de Porsche, sin obviar prototipos únicos. Allí lo ves absolutamente todo, muy de cerca y muy deprisa. Porque aunque sea una fiesta a lo grande, hay quienes se lo toman muy en serio. La mayoría de los participantes que suben los 1,86 kilómetros de largo lo hacen por el espectáculo, pero hay otros que buscan hacer el récord. Lo que los pilotos llaman “time attack”.

Y esa es otra de las extrañezas del FOS. La cercanía con los pilotos y asistentes famosos que cada día llegan al recinto. Pilotos de Fórmula 1, de la nueva era y de la buena, personajes conocidos, actores Todos transcurriendo por las praderas con la misma naturalidad de quien no concibe otra forma de hacerlo. Aquí hay que destacar la educación inglesa, que siempre ayuda.

Los pelos de punta. En ese cockpit alguna vez se subió un tal Ayrton Senna

La aglomeración es brutal. No es que no se pueda caminar, pero muchos aficionados del motor acuden al festival movidos por la llamada del espectáculo. Y eso que no resulta nada barato asistir. El precio de una entrada de adulto ronda los 70 euros para un solo día. Bien es cierto que medido en el baremo de la libra, pero me resulta increíble que ante ese elevado coste, la gente acuda en masa. Créeme, merece la pena. No te arrepentirás.

La actividad en pista es constante durante cada una de las cuatro jornadas del FOS. Desde primera hora de la mañana empiezan a rugir motores, y no cesan hasta que se da por concluido el día. Y en los pocos momentos de parón que pueda haber la mirada se va al cielo, porque en esos lapsus, pequeños, se suceden los espectáculos aéreos. No me cabe duda que si hubiera por aquí una charcha, el señor Lord March también habría incluido unas carreritas de barcos. ¡Qué locura!

Los espectáculos aéreos también son parte de la fiesta. Si tiene motor, vale

Pero os confieso que tengo miedo. Miedo porque el Festival de Goodwood pierda ese toque de aficionado con el que nació. A día de hoy lo conserva, pero según comentan los más habituales, el festival empieza a mutar en un evento más comercial. Cada año los espacios reservados por las marcas son más grandes, los montajes son más espectaculares, y en cierto modo eso no debe ocurrir. Aquí el protagonista es el mundo del motor y su afición, no una sola marca. Es así de sencillo.

Espero que mis palabras te hayan servido para hacerte una idea de lo qué es el Festival de Goodwood. Si quieres vivirlo en persona no te queda otra que acudir y gozarlo por ti mismo. Hasta aquí mi experiencia en un evento al que prometo volver. En los próximos días os contaré la otra parte de mi visita, pues Nissan tenía preparado un fin de semana que difícilmente voy a poder olvidar en mi vida. Esto solo es el aperitivo. ¡Estar atentos!

No te lo pienses, acude a Goodwood, no te arrepentirás un solo minuto

Compártela en:

Pixel