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La industria española del motor debe renovarse o morir

Así de contundente suena, y así de contundente es. El automóvil va a cambiar a una enorme velocidad en el plazo de 20 años, hasta dejarlo rara vez reconocible. La mayoría de los ingenieros industriales consideran que debe hacerse una transición energética cara al futuro.

6 min. lectura

Publicado: 09/10/2019 22:30

S.A.R. Felipe VI junto a los trabajadores de Renault en Valladolid, en visita oficial

Durante décadas la industria española del motor se ha beneficiado de múltiples encargos de los fabricantes, todos en manos extranjeras si obviamos el breve tiempo que SEAT fue independiente en los años 80. Hemos sido un excelente productor de coches populares y de trabajo, sobre todo furgonetas.

La apertura de España al mercado común europeo nos afianzó como un buen país para producir. Solo Alemania está por delante de nosotros. Los trabajadores han tenido que sufrir numerosos ajustes y transformaciones, y ahí siguen. España es un país competitivo a la hora de producir y con un fuerte tejido de industria auxiliar.

Sin embargo, hasta hace muy poco tiempo, éramos fundamentalmente un fabricante de vehículos de producción en masa, para la mayoría. Apenas se estaban fabricando híbridos y eléctricos, cuando está claro que en el futuro eso va a ser la norma, no la excepción. Poco a poco empiezan a salir modelos de energías alternativas Made in Spain.

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Ayer se conocieron los datos del tercer Barómetro Industrial, realizado por el Consejo General de la Ingeniería Técnica Industrial de España (COGITI), el Consejo General de Economistas (CGE) y la Fundación Caja de Ingenieros. Este barómetro sirve para medir el estado de opinión de los profesionales.

La mayoría (34,4%) de los encuestados cree que en 2040, como muy tarde, habrá que transformar las plantas para adaptarse a las nuevas motorizaciones con mayor o menor grado de protagonismo de los motores eléctricos. Si, pasada esa fecha, no nos hemos adaptado, la crisis será de campeonato.

Una minoría, 13,67%, cree que impedir la matriculación de nuevos vehículos con motores convencionales en 2040 significará el fin de nuestra industria. ¡Apocalipsis! Como si no dependiésemos del resto de países europeos, ya que exportamos más del 80% de lo que producimos...

Opel Corsa-e, producido en Zaragoza, llamado a electrificar el segmento B

Más optimistas son el 28,14% que cree que ese límite obligará a la industria a reciclarse, no solo a nivel productivo, también a nivel laboral, desechando los perfiles más obsoletos y dando más protagonismo a otros profesionales con un perfil más acorde a los nuevos tiempos. Sí, se perderán empleos, pero se generarán otros. Karl Marx no tuvo claro ese último concepto.

Además de producir vehículos más eficientes, también hay que dejar atrás el modelo basado en energías fósiles, especialmente como país que debe importar de fuera casi toda la energía que consume. El 93% de los ingenieros técnicos industriales y graduados convergen en que la transformación energética es necesaria y que hay que apostar duro por las renovables.

¿Seremos capaces de llegar a una producción totalmente renovable en 2050? Dos de cada tres no lo creen posible, el resto tiene esa confianza. En el horizonte 2050 ya no quedarán centrales nucleares ni de carbón, lo poco que quede fósil ya será de gas natural, ciclos combinados o biomasas. Y de lo que quede fósil, será muy minoritario ya.

Renault Captur e-Tech, híbrido enchufable de fabricación nacional

La energía es muy importante en un país productor, de ahí que los precios de la misma sean más competitivos es un factor clave. El 28,8% de los encuestados cree que la industria debe beneficiarse en primer lugar de un precio competitivo (más renovables, menos fósil), el 18,1% aboga por un pacto de estado en materia industrial -les veo con mucha fe-, y el 13,4% cree que el objetivo es estimular y facilitar que haya recursos para innovar, mejorar la tecnología y dar más peso a la digitalización.

Creo firmemente que la industria española será capaz de aguantar el embiste de la ola de transformaciones tecnológicas que se avecinan. Por peores cosas hemos pasado, en toda la crisis económica (desde 2008) solo ha cerrado la deficitaria planta de Linares (la de Santana) y una de Irisbus en Barcelona de autobuses. El resto aguantaron el tipo. Y lo volverán a aguantar.

Eso sí, la colaboración de los fabricantes es clave. Una vez pasada la ola del "Brexit" -que merece un análisis aparte- y sus consecuencias, mientras sigamos siendo un país atractivo, competitivo, poco conflictivo y serio, las fábricas seguirán aceptando encargos, y producirán lo que les toque. Solo las plantas menos preparadas se van quedando atrás, pero tenemos varias perlitas de Volkswagen, Ford, PSA, Renault... y eso ya es decir mucho...

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