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La absurda carrera por los SUV deportivos aún tiene recorrido

Cada vez más marcas dan su brazo a torcer y satisfacen una necesidad del mercado, la de los SUV de orientación deportiva, donde el máximo rendimiento en carretera es clave. Una minoría se opone. Uno de los bandos se está equivocando.

7 min. lectura

Publicado: 17/02/2019 21:00

El caso del Ford Explorer de 2ª generación con neumáticos Firestone demostró -de forma trágica- la importancia de que los SUV estén bien calzados para que mantengan un nivel aceptable de seguridad activa

Si hubiésemos preguntado a los ingenieros de automoción en los años 80 si era posible crear un todocamino de altas prestaciones -por no llamarlo todoterreno-, nos habrían dicho que eso era ciencia ficción. Si lo hubiésemos preguntado en los 90, nos habrían dicho que sería muy difícil.

Si hacemos la misma pregunta ahora, la respuesta es "¿para cuándo tiene que estar?"

Las mejoras en ingeniería han conseguido poco a poco lo que era imposible, que un SUV fuese rápido y estable a pesar de sus peores características dinámicas: más peso, más altura, centro de gravedad más elevado y más resistencia aerodinámica. La física no se puede ignorar, pero sí se maquillan mucho sus efectos.

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Cada vez hay más modelos para elegir, las potencias siguen aumentando y hay casos en los que algunos de esos SUV pueden batir a coches en circuito, eso sí, no con la misma base mecánica. Es uno de los últimos intentos de la industria del automóvil de oponerse a la evolución hacia la ecología que es más necesaria que nunca.

La eficacia de estos modelos está muy condicionada a la de sus neumáticos, y si no fuese por los avances en esta industria de componentes, seguiríamos hablando de ciencia ficción. También hay que agradecer los avances en suspensión, frenos, ayudas electrónicas y las plataformas más modernas. Todo suma.

La mayoría de las marcas han caído en la tendencia. Uno de los ejemplos más claros es Cupra, un spin-off de SEAT que busca satisfacer a clientes de mayor poder adquisitivo. Ahora mismo en catálogo solo tienen el Cupra Ateca, y próximamente conoceremos un prototipo que es otro SUV. Sí, es una marca que vende "deportivos".

Una minoría se opone, como es McLaren. Mientras que otros dijeron que de ese agua no beberían -como Porsche hace más de 20 años-, la casa de Woking sigue en sus trece: fabrican deportivos y no quieren contraprestaciones. Con ese planteamiento, un SUV está fuera de las quinielas. Ferrari tendrá un sucedáneo, pero no quiere llamarlo SUV. Maserati cayó, Bentley cayó, Rolls-Royce, Lamborghini...

Rolls-Royce Cullinan

Además de ser un desafío a la física, son un desafío para la racionalidad. En un mundo en el que estamos cada vez más preocupados por las emisiones de carbono (CO2) y las contaminantes (NOx, PM, HC...) va y aparece toda una estirpe de coches que, por sus parámetros de diseño, son auténticos generadores de contaminación.

Aunque se consiga -no sin esfuerzos- que sus escapes emitan colonia femenina y no tiznen de suciedad los pañuelos blancos en los colines, siguen siendo un peligro público. Los grandes neumáticos que usan provocan reemisión de partículas (del asfalto al aire), y su gasto en frenos es muy superior al normal. Adivinad a dónde se van las partes de las pastillas que se gastan: al aire, y de ahí, al suelo. Y vuelta a empezar. Algo acabará en nuestros pulmones.

Cuando empiecen a aparecer los SUV eléctricos se eliminará el problema del escape y se minimizará el uso de pastillas de freno, pero la reemisión de partículas ahí está. Este fenómeno, además de depender del tamaño de los neumáticos, depende del peso: a mayor masa, mayor reemisión de partículas, es un efecto mortero. De momento esto nos preocupa a unos pocos, no se considera algo alarmante.

El Porsche Macan es una de las referencias de la categoría, y lo es -entre otras cosas- por usar unos neumáticos, frenos y suspensión mejores de lo normal, y obviamente, todos esos elementos son muy caros

Esta moda le viene bien a los fabricantes en el sentido de que van a por clientes muy caprichosos, que aceptan pagar más de lo normal en su compra. Luego tendrán que aceptar pagar más en el mantenimiento preventivo y correctivo. La problemática es la misma que la del Bugatti Veyron, pero a una menor escala: cuando se quiere todo a la vez, el precio a pagar es muy alto.

Estos clientes caprichosos de alto poder adquisitivo están ayudando a la industria a soportar los elevados costes de la transición que se avecina: más conectividad, más automatismo en la conducción, el i+D necesario para masificar la electrificación, nuevos materiales, líneas de negocio alternativas, etc.

No veréis a muchos españoles de clase media conduciendo SUV de más de 300 CV, al menos con kilometrajes por debajo de los 200.000 km y con uno o dos cambios de nombre. Un día acabarán siendo accesibles, cuando quede patente de que vacían los bolsillos y que los impuestos se han dirigido a la presa correcta. No apostaría yo a que son una buena inversión a futuro, mucho menos si son diésel o con motores de gasolina con potencias realmente absurdas.

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