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"Voy de aquí al lado, son solo unos metros..."

Si has usado esas expresiones alguna vez, sigue leyendo. A veces despreciamos los sistemas de protección a distancias cortas, lo cual es muy mala idea, porque cualquier imprevisto puede acabar en heridas leves, graves, o incluso la muerte (en caso extremo de mala suerte).

"Voy de aquí al lado, son solo unos metros..."
Ciclista sin casco - Thomas Hawk (Flickr) CC BY-NC

6 min. lectura

Publicado: 28/08/2023 22:00

Todos hemos utilizado estas excusas peregrinas para justificar el abandono de alguna medida de seguridad, de forma temporal, tanto conduciendo un vehículo de cuatro ruedas como uno de dos. Incluso podemos sacar casuística hablando de bicicletas y patinetes. El resto del tiempo podemos ser las personas más conciencidadas.

Si bien nadie suele tener una visión al comienzo del día con el contenido «hoy voy a tener un accidente de tráfico» u «hoy me voy a dar un tortazo y me haré daño», tendemos a minusvalorar los riesgos en función de la distancia. Que a poca distancia es menos probable, y que a larga distancia se acumulan más papeletas.

Sin embargo, no tiene por qué ser así. Es posible tener un accidente de tráfico literalmente en cualquier momento. El automovilista que al salir de su casa y doblar la primera esquina no ha tenido un susto, posiblemente no ha conducido lo suficiente, o vive rodeado de muy poca gente.

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Año 2023: todavía hay que insistir en el uso del cinturón de seguridad, independientemente de que se haga un kilómetro o un millón

En el mismo momento que estamos renunciando a alguna medida de seguridad, sí que estamos aumentando las papeletas para sufrir heridas de cualquier consideración. A fin de cuentas, hay que recordar que las medidas de seguridad no son eficaces si no las utilizamos.

En el mundo del coche y de la furgoneta, el ABC de la Seguridad Vial empieza por el uso del cinturón de seguridad. Los otros sistemas básicos ya están activados desde el arranque, como el ABS, el frenado automático (en coches modernos) y el control de estabilidad, aunque otras cosas más modernas hay que encenderlas aparte.

Si hablamos de dos ruedas, desde el patinete hasta la moto «mil RR», pasando por todos los puntos intermedios, todo empieza por el casco. Es el sistema de seguridad que más moteros ha salvado, porque uno puede recuperarse de muchos tipos de heridas, pero el cuerpo no puede vivir sin la cabeza (y estructuralmente no difiere mucho de un huevo de gallina cuando da contra el suelo).

Incluso un sencillo casco jet o «quitamultas» es mejor que no tener nada. No protegen apenas la cara, pero al menos el resto de la cabeza sí

Pero vayamos más allá. En cualquier cosa de un ciclomotor hacia arriba, otras protecciones que no son legalmente obligatorias son bastante deseables: guantes, calzado que sujete el tobillo, protecciones acolchadas en articulaciones, ropa técnica e incluso chalecos airbag. Más seguridad a cambio de menor comodidad, no se puede tener todo. Y todo homologado, por supuesto.

Las leyes pueden decir misa, que el sentido común debe imperar -ante la equipación que no es obligatoria-

Un siniestro vial (es mejor que decir «accidente de tráfico») puede ocurrir en cualquier momento, y sea cual sea ese momento, hay que ir protegido. Las consecuencias pueden -y suelen serlo- peores en conductores de vehículos de dos ruedas por aquello de que son «la carrocería» y el vehículo protege poco o nada.

Si un automovilista de cuatro ruedas tiene la malísima suerte de que tiene un siniestro sin el cinturón en un ambiente de confianza, como una urbanización o a la salida del trabajo, si no hay velocidades peligrosas implicadas o vehículos grandes, lo más seguro es que todo acabe en heridas leves.

Esto está mal, da igual cuántas vueltas le demos - Fotografía: Freepik

Nuevamente, en el caso de un usuario de dos ruedas, la diferencia es muy superior. Incluso en las bicicletas y los patinetes, aunque las velocidades de colisión sean relativamente bajas, las consecuencias pueden ser muy importantes. Nuestro cuerpo no está diseñado, por término medio, para sufrir grandes traumatismos.

La próxima vez que nos autoengañemos con la probabilidad de accidente a corta distancia, tengamos en cuenta qué posibles consecuencias podemos asumir: partirnos la cara (literalmente), rompernos un dedo o el tobillo, un «arrastrón» con ropa de calle (o piel al aire), etc. Si nada de eso es asumible, está claro: ni a la vuelta de la esquina sin la adecuada protección.

Más de una vez uno se puede sentir «ridículo» por usar medidas de protección a una distancia mentalmente corta, pero lo cierto es que no hay un público esperando a reírse de nosotros. Si alguien hace chanzas sobre nuestros hábitos de protección, podemos tirar de refranero español, muy sabio y vigente: «el que ríe el último, ríe mejor», o «ande yo caliente, y ríase la gente». Mano de santo.

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