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En el nombre del padre

Alrededor de cada piloto, sobre todo los de arriba, siempre hay una nube de carne que le rodea. Todos dicen apoyarle, son muy fanboys, y en muchos casos son moscones que le hacen de sombra a ver que pillan. Con frecuencia, los peores de todos, son los padres.

En el nombre del padre
Max Verstappen, junto a su padre Jos tras ganar el Mundial 2021 en Abu Dhabi. - Red Bull Content Pool

10 min. lectura

Publicado: 21/06/2022 15:30

La definición de la RAE, esa en la que Pérez-Reverte se cita los jueves a mamporros con los que le arrojan dardos por Twitter, para monoplaza es: «1. adj. Dicho de un vehículo: Que tiene una sola plaza». Una sola. Una. Porque cuando un piloto se sube al coche lo hace en la más absoluta de las soledades, y en el mejor de los casos, relativamente cerca de su ingeniero de pista. Muy distinto es lo que le ocurre cuando se baja de él. Llegan el asistente, el road manager, el representante, el fisio, el psicólogo, el dietista, el… podrían montar un equipo de fútbol. La mayoría de ellos tienen una función benefactora, profesional, y dotada de una clara utilidad final.

Aunque no todos, y el enemigo a veces está en casa. Un padre es fundamental en el crecimiento de un piloto, es una figura referente, añade más que resta, forma y es necesaria, pero hay un momento en que tienen que dar un paso atrás y dejar estas cosas en manos de profesionales. Dos ejemplos de esto son los progenitores de Fernando Alonso o Álex Palou. El primero si que lleva los negocios del asturiano y toma algunas decisiones ajenas a lo que ocurra en pista. Pero durante los grandes premios se le suele ver subido en un cochecito de golf yendo a comer al restaurante que hay al lado del museo de su vástago y no despotricando ante las cámaras en los circuitos. De hecho a las pistas va muy poco; al principio si iba algo, pero dejó de hacerlo hace mucho. El que durante años le llevó en aquel Peugeot 504 por media Europa dejó en manos de gente profesional la tarea de acompañarle.

«Jos no se conforma con ver a su chiquillo de campeón, sino que quiere meter la cuchara»

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El caso de Palou, ese que impone su voz en la Indycar y gana 500 Millas de vez en cuando, es aún más significativo. Cuando corría para Adrián Campos, el de Alzira decía «yo nunca sé cuando sus padres están aquí. De golpe, me lo topaba en un baño, o en el restaurante… o al final de la jornada cuando recogíamos todo. Resulta que había estado viendo la carrera desde la grada. Ni siquiera venía por los boxes. Nunca me pedía pases, ni nada. Dejaba hacer».

En el lado contrario están los Jos Verstappen, Anthony Hamilton o el más significado de todos ellos: el padre del poco afortunado Sean Gelael. Verstappen padre gozó de una enorme popularidad en su país, y de hecho era hasta la llegada de su hijo el tipo que mayor nube de fans arrastraba tras de sí. Era casi equiparable a la de un Michael Schumacher global, campeonero, y ferrarista. Jos sin embargo, sin ganar carreras, la bandada naranja que se movía a su ritmo era impresionante. Verstappen padre traspasó la barrera de su persona y se convirtió en personaje. Presente en los tabloides en varias ocasiones acusado por dirigirse con violencia contra la madre de Max (hay quien dice que fue justo al contrario). Se enrolla con azafatas y las pasea temporalmente por el mundo, o habla en demasía ante los medios como forma de calculada presión para con su equipo, una formación que lleva esto como puede.

En una ocasión su padre, el abuelo de Max, escribió una carta a Helmut Marko pidiéndole que le franquease el acceso a sus instalaciones advirtiéndole de lo nocivo que podría ser para sus intereses. Otra vez Max Verstappen fue elegido ‘piloto del día’ gracias al voto popular… y se había estrellado en la tercera vuelta. Alguien podría hacer preguntas al respecto. Jos no se conforma con ver a su chiquillo de campeón, sino que quiere meter la cuchara, crítica al contratante de su heredero, realiza sonoras declaraciones sabedor de que se le mira y hace caso, y no valora que esas cosas pueden ser contraproducentes. Un ejemplo de esto fue Anthony Hamilton. El progenitor de Sir Lewis protagonizó diversas escenas más o menos risibles, como aquella de plantar un Porsche Carrera en un parque infantil, que flaco favor le hizo a su apellido. Si ciertamente en los inicios, la época del Karting, cuando viajaban con los Button, las primeras etapas de los monoplazas Anthony fue fundamental, pero hay un momento en que deben dejarles volar solos. Lewis comenzó a ganar justo cuando partió peras con su padre como manager y se buscó otro más profesional y curtido en la materia. No es que Anthony Hamilton fuera malo, sino que dejaba de ser conveniente haciendo las dos funciones a la vez.

Anthony Hamilton se ha distanciado de la carrera de su hijo tras unos primeros años en los que ejerció como representante.

Hay muchos adjetivos para etiquetar al padre de Sean Gelael. El corredor indonesio es un tipo muy apreciado en lo personal por todo aquel que le trata, una excelente persona, educadísimo y buen compañero. Tanto como desafortunado corredor. Si debutas en la Fórmula 2 y ganas carreras en tu primera temporada es bastante posible que tengas nivel para estar al año siguiente en la Fórmula 1. Pero si pasados tres años no estás haciendo eso, es porque has tenido verdadera mala suerte, tus equipos son un desastre o sencillamente es mejor que busques otra utilidad a tu tiempo, o no al menos en monoplazas. Gelael no pasará a la historia de la categoría con su exigua suma de puntos, podios que se cuentan con los dedos de una mano y cero victorias. Estuvo ahí porque su padre, dueño de cientos de establecimientos del Kentucky Fried Chicken en su país y en China, escupe billetes de 500 cuando estornuda.

Si a Gelael padre le caía bien cualquier piloto del que creía que su chico podía aprender algo, le pagaba la temporada. De hecho los equipos en los que recalaba su retorno veían superávit aquellas temporadas. En una ocasión hizo llevar a un profesor de su universidad inglesa a hacerle un examen a un circuito en jet privado porque la prueba le coincidía con los entrenamientos libres en no se que carrera. El profe alucinaba como pasajero único de un reactor puesto a su disposición. El tipo entraban el paddock y si no le gustaba el aspecto de un mecánico directamente lo despedía… O aquella vez, que hizo entrar a un gurú a un box echando humo y haciendo juramentos en una lengua ininteligible para eliminar el mal fario de la escudería.

Nadie lo dice abiertamente, pero es seguro que tuvo que soltar una pasta gansa para que el bueno de Sean se dejara ver en los Libres 1 de cuatro Grandes Premios en el Toro Rosso durante 2019. A nadie le cabe la menor duda de que fueron, tras las visitas a la Estación Espacial Internacional, y los vuelos de Tom Cruise en Top Gun, unos de los paseos más caros de la historia. Lo de este tipo da para un capítulo delirante en Netflix, pero es obvio que pasta puso mucha, pero el avance de su chico no se notó. Si se hubiera limitado a soltar el dinero y dejar hacer, es bastante probable que su suerte hubiera sido otra.

La ecuación es sencilla: En el mejor de los casos, papases, convertíos en lo de Carlos Sainz padre que ejerce pero no se mete, y de momento la gestión de su carrera ha sido modélica sin paso alguno hacia atrás. En algún momento tenéis que apartaros del camino, so pena de convertiros más en tropezón que en trampolín.

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