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Tambores de guerra, pipa de la paz

Lawrence de Arabia fue un enorme aficionado a esto de la velocidad y los motores. A su vuelta de revolucionar a los árabes contra el imperio otomano, estuvo dedicado a desarrollar lanchas rápidas de salvamento. Pero Thomas Edward Lawrence jamás olvidó cuáles eran sus orígenes y nunca se volvió contra ellos.

Tambores de guerra, pipa de la paz
Mohammed ben Sulayem, presidente de la FIA, junto a Max Verstappen.

8 min. lectura

Publicado: 21/02/2023 09:30

Al contrario que Lawrence de Arabia, que era galés, el origen del presidente Mohammed Ben Sulayem si es Arabia, la saudí. Si no hay evidencias de que quiera favorecer a su país natal, lo que sí que parece es que está dispuesto a mover los cimientos de los orígenes en ese deporte que maneja. El dilema reside en que está pisando el callo a demasiada gente, de ahí que en una jugada inteligente, pero no especialmente honrosa, se haya retirado de la primera línea a la hora de tratar con la manada de tiburones de la F1. Aunque nadie le discute sus capacidades, se autorretira el carnet de conducir una reata de tan afilados colmillos.

El mandatario se ha metido en varios charcos seguidos, y hace bien en apartarse de los focos y mandar desde las sombras. De no ser así, su mandato quedará erosionado y puede que le acabe ocurriendo lo que al poco celebrado Jean-Marie Balestre. Cuando este desapareció, a nadie le interesó su destino, no hubo loas, ni libros versando sus logros. Pero hay que hacer un poco de historia para entender a donde conducen los excesos de atención sobre los que mandan cuando el producto a vender es otro, y no llamar la atención sobre uno mismo. La FIA es el árbitro último en esto de la velocidad y la F1 es su producto estrella, el que más beneficios conduce hacia la entidad que preside, y en el que tiene poca cuchara empresarial que introducir.

Ben Sulayem hace bien en rebajar el ritmo de su cuenta de Twitter, ceder los trastos operativos a otros, y meter la mano por detrás de la marioneta

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Cuando Bernie Ecclestone se hizo con las riendas del negocio, una de sus jugadas más notables fue la de poner, por mediación de diversas jugadas, a su abogado a la cabeza del ente regulador. Max Mosley dirigió el cotarro durante casi dos décadas, y Ecclestone hizo y deshizo a placer. El siguiente, Jean Todt, mantuvo la química con los rectores de la especialidad, pero ha llegado Sulayem y poco a poco se está reproduciendo un escenario como el que armó el citado Balestre. Este francés fue uno de los personajes más controvertidos de la historia del deporte. Con un siniestro pasado que le relacionaba con los nazis franceses y muchas incoherencias en su biografía, era un tío pomposo y muy pagado de sí mismo. Quería llegar a los sitios en limusinas con banderines de FIA sobre los faros delanteros como un primer ministro, y rodeado de escoltas y consejeros trajeados como los Men in Black.

Ecclestone, que no lo tragaba, lo emborrizaba en brea y lo arrojaba a un caldero repleto de plumas a base de meterle como invitado en hoteles cutres, o ponerle su oficina al lado de los váteres de los circuitos. En los años 80, Balestre se puso por encima de FIA, y muchos de los actuales protagonistas de la Formula 1 piensan que se está volviendo a aquello. Cierto o no, existe una fuerte disensión entre escuderías establecidas y la presidencia, y la clave no es el reglamento, sino el dinero, y eso es algo que no se toca.

La presidencia de Sulayem no está siendo precisamente plácida.

Durante años las escuderías han hecho y deshecho como han creído oportuno, y la primera injerencia legal sobre este resbaladizo asunto ha sido lo del límite presupuestario. Años de peleas y discusiones dieron de manera negociada con lo de los límites presupuestarios, y parece que está lentamente funcionando. La última vez que se planteó un conflicto similar un equipo raro e inesperado se llevó un título: BrawnGP. La gente de Ross eran pobres como las ratas, apenas mostraban patrocinadores sobre sus blancos coches, iban siempre a la cuarta pregunta y hasta pidieron que les adelantaran el dinero del reparto al año siguiente para poder acabar la temporada. El arma secreta de Brawn no fue el difusor de doble plano, sino la FOTA.

Se ganaron bien ganado su título y esto no es discutible, pero lo que llevó en volandas a Brawn al usarlos como torpedo nuclear contra la flotabilidad del resto fue la injerencia de FIA en la especialidad. FIA y Ecclestone crearon un problema a base de dejar hacer a la gente de Ross, con lo fácil que hubiera sido decir «esto es ilegal», que era dudoso. Equipos como Ferrari, Red Bull, McLaren y el resto de contendientes al título fueron humillados por una escudería que llevaba letreros de publicidad comprados de manera unitaria para asomar en carreras concretas… ni siquiera pagaban por estar todo el año.

En el momento en que los equipos se azuzaron por mano de Flavio Briatore y Ron Dennis, como líderes de la revuelta, con la amenaza de una categoría paralela, el deporte, la deportividad, la justicia que se dicta sobre los que compiten, se trastocó. Ganó el negocio, y perdió el deporte. En la época de Balestre una de sus mayores cacicadas fue la de favorecer sin demasiados disimulos a Alain Prost a base de forrar a Ayrton Senna con sanciones y castigos, cuando menos, discutibles. El resultado final del final, es que Balestre acabó fuera, y olvidado, y nació en Pacto de la Concordia con el primer reparto de beneficios hacia las escuderías.

Hay varias conclusiones sencillas: dependes de los equipos, tienes que contar con ellos, con el dinero no se juega, está mal lo de jugar con el plano deportivo porque todos pierden y sufre la credibilidad del conjunto, y estas guerras se sabe dónde empiezan, pero no donde acaban. Por todo ello, Ben Sulayem hace bien en rebajar el ritmo de su cuenta de Twitter, ceder los trastos operativos a otros, y meter la mano por detrás de la marioneta. Al menos siempre habrá un fusible que sustituir si los tiburones ladran muy alto. ¿Tiburones ladran? En la Formula 1 todo es posible, que Lawrence no era de Arabia, y siendo militar, no acabó en un conflicto armado, sino en una cuneta tras caerse de una moto. Todo triste.

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