Toyota admite un giro clave: renovar modelos cada 7 años ya no es rentable
El desarrollo de nuevos modelos para sustituir a otros vigentes se ha convertido en un gasto desmesurado de dinero, especialmente junto a lo que se gastan en tecnologías. El ciclo de vida de siete años ya no es nada para Toyota, que ha decidido ampliarlo considerablemente, aunque no por ello dejará de lado las actualizaciones.

Los coches eléctricos están poniendo a prueba la capacidad financiera de las marcas. El desarrollo de motores más eficientes y baterías de tracción tanto más potentes como con más durabilidad se han convertido en una obsesión para los fabricantes, ocasionando un enorme y continuo desembolso de dinero, casi imposible de asumir. Y si a eso se le suma la renovación total de cada uno de sus modelos, está claro que las cuentas empiezan a dar síntomas de debilidad.
Toyota es una de las marcas que mejor invierte sus recursos, pero las ansias de los japoneses por ser los primeros los está llevando a una situación insostenible para la que han decidido tomar medidas. Y es que la marca nipona venía siguiendo el mismo ciclo de vida de renovación de sus modelos que las marcas europeas, que suele ser de siete años y con una actualización parcial a medio camino. Los de Akio Toyoda suelen apostar por mejoras menores en cuanto al diseño de sus modelos, especialmente cuando acumulan tres años y medio, aprovechando más para introducir novedades tecnológicas en el apartado del equipamiento.

Toyota apuesta por extender la vida comercial para no perder dinero
Esos son las herramientas habituales para seguir manteniendo con vida sus modelos hasta completar el período de vida, que se puede extender por un tiempo más en alguna ocasión por circunstancias especiales. Sin embargo, según un importante diario de noticias asiático, Toyota está estudiando seriamente extender el ciclo de vida de sus modelos hasta más cerca de la década, es decir, que de los siete años habituales se pasaría a un total de nueve años. Un aumento de dos años más es suficiente, al menos así lo entienden en Toyota, para no incurrir en más gasto, lo que no significa que un coche quede desatendido por parte de la marca.
Esto es algo que no es nuevo en la industria. Volvo ya avisó de que los lavados de cara se llevaban mucho dinero, aunque fuese cambiar el diseño de un paragolpes, y que era algo de lo que se podía prescindir. Los suecos apostaban por una nueva fórmula denominada «Brainlift», que no es otra que mantener su valor mediante actualizaciones de software trasladando nuevas funcionalidades de conforto, conectividad, seguridad y hasta aumentos en la capacidad energética de las baterías y, por tanto, más autonomía.
La investigación y desarrollo de los eléctricos se come los presupuestos
Lógicamente, esos dos años más permiten a la marca seguir vendiendo el mismo modelo durante más tiempo, contribuyendo también a mejorar el valor de los coches usados. incluso, parte de los ingresos del fabricante se trasladarían de la venta de coches nuevos a las actualizaciones de software, otro negocio que los japoneses no han explotado como algunas marcas europeas. Toyota también podría predecir sus ingresos a largo plazo, al manejar los precios con los concesionarios. Estos suelen rebajar el precio de un coche a la venta cuando se aproxima la llegada del sucesor, por lo que los japoneses están convencidos de los beneficios de una gestión de precios más flexible y menos dependiente del tiempo.
La realidad es que nos enfrentamos a una nueva era a la que Toyota no es ajena, y no puede permitirse no serlo, si quiere seguir siendo la reina de los fabricantes de coches en todo el mundo. Veremos si los coreanos también se ven abocados a cambiar de estrategia, porque estos son mucho más exigentes con sus plazos de renovación de su gama de productos, cuyo ciclo es de cinco años e introducen novedades dos años y medio después del lanzamiento inicial. Una estrategia imposible de mantener durante mucho tiempo.

