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En defensa del coche privado

Hay expertos que creen que el automóvil en su paradigma actual de posesión va camino de desaparecer. Si eso ocurre, desde luego será a muy largo plazo, y es una postura muy discutible. Daremos razones para oponernos a esas tesis

10 min. lectura

Publicado: 16/08/2016 21:00

Las compañías automovilísticas hace tiempo que están empezando a diversificar sus áreas de negocio, no solo van a vivir de la venta de vehículos y de su mantenimiento. Otros productos han ido emergiendo, como la financiación (en vez de bancos tradicionales), coches compartidos, servicios de movilidad, etc.

La palabra clave es "movilidad"; dar servicios, no solo productos

Desde luego el futuro impondrá grandes cambios en la industria automovilística actual. El coche ha permitido a la humanidad una movilidad nunca antes conocida, lo cual ha cambiado completamente las sociedades modernas. Se ha llegado a un punto en que los vehículos han alcanzado un número elevado, y el sistema no puede absorber muchos más. De hecho, en España, el parque de vehículos tocó techo hace pocos años. Otros países aumentan el suyo a un ritmo alarmante.

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La mayoría de los coches están parados durante la mayor parte del día, y también es frecuente que circulen por debajo de su capacidad máxima. La ocupación media no llega a dos pasajeros (ni a 1,5). Tenerlos en propiedad supone un enorme torrente de gastos que no todos están dispuestos a asumir, y crecen los adeptos de un estilo de vida que no pase por tener vehículo propio.

El experto en tecnología Enrique Dans ha publicado una interesante disertación sobre la relación de las automovilísticas con las empresas que viven de alquilar coches a corto plazo (como Car2Go), o proporcionar movilidad puntualmente a sus clientes (como Lyft y Uber). Considera que el modelo actual está acabado, pero disiento de su opinión.

Desde luego las automovilísticas no van a vivir solo de fabricar coches, pero pasará muchísimo tiempo hasta que sea mayor el volumen de negocio de la movilidad en sí, en vez de la fabricación y mantenimiento de vehículos. La industria del automóvil hace números en grandes volúmenes o en altos precios, porque los costes de desarrollo son brutales en la actualidad.

Fabricantes como Saab no lograron sobrevivir por falta de volumen e ingresos

Si esta industria sufriese una sangría masiva de clientes, empezaría a implosionar. Solo sobrevivirán los fabricantes más sólidos y que tengan un modelo de negocio rentable. Desde luego interesa tomar posiciones en nuevas áreas de negocio, pero de ahí a que peligre el paradigma actual, media un abismo. Hace falta un cambio cultural salvaje, que llevará más de una generación conseguir. Dicho cambio se llevaría por delante uno de los sectores productivos más importantes del mundo desarrollado.

En Venecia desde luego se puede vivir sin coche, pero no sin vehículos para transportarse - Fotografía: Luftphilia (Flickr) CC BY

Podemos imaginarnos ciudades con calles peatonales masivas, un transporte público que funciona muy bien, y las necesidades de movilidad cubiertas por coches autónomos, taxistas o chóferes. Ese modelo seguiría sin dar respuesta a las necesidades de una enorme cantidad de la población, aunque puede venirle muy bien a los más urbanitas y que vivan cerca de los centros de las ciudades grandes. Enrique Dans puso el ejemplo de Venecia, una ciudad que sobrevive sin coches. ¿Y si la vaciamos de turistas? El razonamiento como mínimo flaqueará.

Los coches han permitido aliviar la población de los grandes núcleos urbanos, desviando población a ciudades dormitorio periféricas, a costa de aumentar los tiempos de desplazamiento. Tener un coche en propiedad para usarlo poco es un sinsentido, pero hacerlo habitualmente tiene justificaciones de rentabilidad, y no solo de la económica. Me refiero a una rentabilidad en términos de comodidad y disponibilidad.

Un coche propio tiene una disponibilidad total, salvo que se haya averiado. Se puede usar en cualquier momento sin mayores restricciones. Es inmediato, no media un proceso de reserva, ni de pagos, ni de disponibilidad (salvo que lo utilicen varias personas). Se puede vivir sin coche allí donde el transporte público tiene capilaridad suficiente, o donde las distancias a pie son razonables. Para otras necesidades, ahora mismo, no tiene sentido vivir sin coche, o se vuelve muy incómodo.

El sector del automóvil mueve demasiado dinero y empleo, los gobiernos harán lo que sea necesario para no perder ese capital técnico y humano, mediante fórmulas más sostenibles

También falta mucho para eliminar el automóvil como símbolo de ostentación. Precisamente el auge de los todocaminos como vehículos aspiracionales tiene una explicación social: el aparentar un mayor estatus, porque son más caros y grandes de lo normal. El afán de ostentación lo tenemos todos, con y sin coche, solo hay que ver qué pasa en las redes sociales, una invasión de selfies y mensajes sobre lo que hacemos, hicimos o haremos.

Vivimos en la sociedad del postureo

Por último, aunque no menos importante, hay que tener en cuenta que el automóvil suple unas necesidades estrictamente racionales, pero también otras irracionales. El placer de conducir por uno mismo, o de lucir un determinado modelo, o simplemente, tenerlo en un garaje aparcado, es algo que no se puede suplir con coches autónomos, alquilados o compartidos. Si lo reducimos todo a una componente racional, el análisis estará incompleto.

En Japón, que va muchos años por delante en multitud de cosas, los automóviles han perdido protagonismo, pero se mantiene como cuarto mercado mundial más importante por detrás de China, EEUU y la Unión Europea. Allí, donde el transporte público es de los mejores del mundo, y donde tener un coche privado es un auténtico coñazo, sigue habiendo una importante cultura en torno al automóvil. Los nipones pierden antes el interés por el sexo o el matrimonio que el interés por los coches.

Volver a la época previa al Ford T tiene una serie de ventajas y de inconvenientes que merece la pena evaluar antes de proponer enormes cambios en el sistema

En mi humilde opinión, las automovilísticas no quieren quedarse fuera de oportunidades de negocio nuevas, sobre todo si pueden aprovecharde de ello y no ceder ese pastel a terceros. Podemos cambiar a un paradigma más sostenible, desde luego, pero revertir lo actual hasta la situación a finales del Siglo XIX, sinceramente, no lo veo. Igual para el Siglo XXII sí, pero ya estaré muerto, al igual que tú, querido lector.

De los casi 8.000 millones de humanos que pueblan el mundo, no todos pueden ni deben tener un coche. Se tiene que llegar a un nivel de equilibrio, definido con criterios racionales. Y en ese nivel de equilibrio debe haber vehículos privados, aunque solo se utilicen los domingos y en vacaciones. Como ya he dicho, suplen necesidades que no se pueden cubrir mediante argumentos racionales.

No digo todo esto como lobista, ni porque tema quedarme sin trabajo. Simplemente estoy recordando que un producto aparentemente perfecto puede no satisfacer a todos los clientes. Difícilmente veo a los automóviles al mismo nivel que los barcos recreativos o los caballos, no si queremos volver a la misma situación en la que estábamos hace 100 años. El automóvil puede haber sido un error histórico (así se calificó en un artículo del Washington Post), pero es un error enmendable.

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