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GP ItaliaMemorias de Italia 1988: magia roja en Monza

Los aficionados de McLaren recordarán por siempre la temporada de 1988. Un todopoderoso monoplaza MP4/4 y dos pilotos como Prost y Senna hicieron posibles 15 victorias en 16 carreras. Pero a veces un hecho, un detalle pequeño o algo tan grande como la muerte, ayuda, o al menos inspira, para que la historia cambie. Magia.

6 min. lectura

Publicado: 04/09/2014 09:00

Si alguien piensa en el mejor coche de la historia, seguramente el primero que se le venga a la mente sea el McLaren MP4/4 de la temporada 1988, que aún conserva el récord de mayor número de victorias en un año, con un porcentaje del 93’75%. Los pilotos, un tal Ayrton Senna y un tal Alain Prost, dos desconocidos que se habían repartido los once triunfos de las once primeras carreras del año. Italia era la duodécima, y todo hacía presagiar que mantendrían su imparable racha de buenos resultados, que incluían hasta ese momento ocho dobletes. La tónica siguió en la jornada del sábado, donde los McLaren fueron los más rápidos en clasificación, con Senna en la pole y Prost saliendo desde la segunda posición.

La segunda línea era roja, con los dos Ferrari partiendo desde la tercera y cuarta plaza. El equipo italiano, que corría en casa, había sumado varios podios esa temporada, pero también tres dobles abandonos. Precisamente llegaban a Monza tras la carrera de Bélgica, en la que sus dos coches habían tenido que retirarse. El fin de semana continuó de forma placentera para el equipo rival, McLaren. Ayrton Senna mantuvo la primera posición en la salida con Alain Prost escoltándole. Fueron pasando las vueltas, rumbo hacia un nuevo doblete de McLaren, que ganaría en territorio Ferrari.

Sin embargo, el doblete se estropeó superada la vuelta 30. El monoplaza de Alain Prost comenzó a ir más lento hasta ser finalmente superado por el Ferrari de Gerhard Berger. El francés de McLaren tuvo que llevar su coche a boxes: un problema en el motor Honda provocaba su retirada, la primera en la temporada. Senna lideraba la prueba sin problemas, pero desde radio le pedían que no empujara demasiado. Tenía una ventaja suficiente para llevarse su séptima victoria del curso, la quinta consecutiva. Y así fueron pasando las vueltas y los minutos, con el brasileño saboreando un resultado triplemente satisfactorio: un triunfo, con McLaren en casa de Ferrari, y con su compañero y máximo rival abandonando.

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Pero el desenlace fue muy diferente a lo esperado. Solo tres vueltas antes de terminar el gran premio, Senna se disponía, en la primera chicane, a doblar al Williams del francés Jean-Louis Schlesser. El doblado recibió bandera azul y se apartó en la primera curva para dejar pasar a Ayrton, que se lanzó por la trazada normal creyendo que, la segunda (a derechas), el de Williams la haría por fuera del trazado. Pero no. Schlesser, que se había retirado de la trazada normal en el primer giro, pasó por el interior en el segundo, el mismo lugar que estaba ocupando Senna. Ambos monoplazas se chocaron, y el Mclaren hizo un trompo del que no pudo recuperarse. El milagro se había producido.

El milagro era que no solo McLaren no iba a hacer doblete, es que ni siquiera iba a ganar la carrera, algo que había ocurrido en todos y cada uno de los grandes premios anteriores de 1988. Y, no solo eso, es que ambos monoplazas habían abandonado, aunque Senna fue oficialmente décimo clasificado del Gran Premio de Italia. Las gradas explotaron de júbilo al ver que el doblete que parecía dibujado para McLaren pasaba, como por arte de magia, a manos de Ferrari, con Berger en la primera posición y Michele Alboreto en la segunda. El Ferrari F187/88C iba a alcanzar así su única conquista del año. El tiempo demostró que aquello había sido realmente algo inusual: McLaren ganó todas las carreras que quedaban, dejando su marca en 15 triunfos de 16 en 1988, con Monza como único circuito en el que se vieron alejados de la gloria.

El público que poblaba las gradas, que las teñía formando una marea roja, se veía envuelto en un mar de emociones. Por un lado, la alegría de un doblete de sus chicos, el primero desde 1979 en ese circuito, el único del año. Por otro, la tristeza del ídolo perdido. Y, por último, el agridulce sabor de que no hubiera despedida más bonita que la de un primer y segundo puesto, con el himno de Italia sonando fuerte y claro al cielo de Monza. Los sentimientos guardaban un secreto: hacía menos de un mes de la muerte de Enzo Ferrari, Don Enzo, el fundador de la escudería, Il Commendatore, el Presidente, creador, referente, ídolo y deidad. El culpable de que los corazones de todos esos tifosi que celebraban en pista un magnífico resultado un domingo de septiembre de 1988 latieran a 360 km/h. El causante de que, aquel día, McLaren se viera envuelto en una inevitable magia roja. Don Enzo.

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