Motorimetría
La teoría de la relatividad formulada por Albert Einstein es bien conocida. Establece que las leyes de la física son las mismas para todos los observadores inerciales, que la velocidad de la luz es constante y une espacio y tiempo en un solo tejido. Es aplicable a la Fórmula 1, aunque hay quien la lleva un poco más allá. Son los motorimetrístas.

Resulta delirante observar en redes sociales a personajes capaces de predecir los tiempos por vuelta del año venidero. Sus cuentas las echan en base a la información que manejan acerca de las capacidades de los nuevos motores. Al sopesar la contundencia de sus afirmaciones, da la sensación de que ya se conoce la potencia total, el despliegue de su capacidad eléctrica y hasta el tiempo que la batería tardará en descargarse en las rectas. Todo ello aplicado a unos coches que cambiarán en fisonomía, carga aerodinámica y capacidades con una de las transformaciones técnicas más grandes en décadas.
El eje cartesiano sobre el que pivotan sus cuentas, la regla calculatoria que usan para tasar el futuro venidero, proviene de unos rumores cazados al vuelo en Twitter sobre la hipotética caballería que será capaz de desarrollar cada motor. Es entretenido para todos, y si las cifras fuesen las afirmadas, puede que hasta tuvieran razón numérica. El problema es otro: es del planteamiento inicial, y hay ejemplos recientes que invitan a olvidarse de esos cálculos.
Más vale que la arrojen a uno de los agujeros negros que postulaba y teorizaba Albert Einstein
En 2022, Mercedes presentó su concepto revolucionario de los pontones de tamaño cero, o Zero Sidepod. Cuando la idea se hizo pública, corrió un rumor que aterró de forma instantánea al resto de equipos… o al menos a los que se creyeron aquello. El dato que voló por los mentideros apuntaba a que la revolucionaria arquitectura aerodinámica les iba a proporcionar una ventaja cercana a un segundo: una barbaridad que podría plantear un abismo temporal con el resto. Esto era lo que habían determinado los diversos cálculos y las simulaciones prospectivas.
Terminó siendo un absoluto desastre
El error de concepto fue de tal calibre que los de la cofradía de la estrella cortaron su racha triunfal y cercenaron toda posibilidad de recabar título alguno desde entonces. Pasaron de campeones a terceros, y fue el primer año en que Lewis fue superado por un compañero desde que Nico Rosberg le robó la cartera con menos victorias y pole positions.
Cuando se instala algo completamente rompedor en una estructura tan compleja como la de un Fórmula 1, pueden ocurrir dos cosas: que salga extremadamente bien o que salga extremadamente mal. No hay una pauta que indique con claridad que pueda pasar una cosa u otra. Y ni siquiera los inventos del genio Newey ofrecen garantías. Que pregunten en McLaren, cuando diseñaba unos coches increíbles que se rompían de manera continua por llevar al límite la resistencia de los materiales.

Por otro lado, el grado de secretismo en la Fórmula 1 es de tal calibre que, si ya es raro que se filtren detalles, mucho más lo es que se aporten cifras concretas ante un año tan complejo como el venidero. Si esto ocurre, suelen ser filtraciones pactadas, convenidas y pertenecientes a unas conveniencias publicitarias, para pillar a uno que habló de más, intereses para con los patrocinadores o con idea de contentar a jefes y accionistas.
A falta de cinco meses de que comience el jaleo de verdad en 2026, ni siquiera los equipos motoristas saben dónde están. Lo único que saben de verdad es en qué estadio de sus agendas y programas se encuentran a día de hoy. Con cambios tan monstruosos en las regulaciones no saben dónde estarán en un par de meses, y mucho menos a mitad de la temporada que llega.
Las escuderías se proponen unas cifras, unos niveles, unos rangos, y unas simulaciones y cálculos les dicen si están donde querían o no. Ocurre que nadie sabe cómo están los demás. Cualquier cambio hoy sería relativo. «Hemos mejorado nuestro motor», y será posible, pero nadie sabe cómo están los demás ni cómo habrán mejorado los de enfrente, así que toda previsión será relativa.
A la Fórmula 1 le ocurre algo bastante parecido a lo que les pasa a los militares: ningún plan sobrevive al contacto con el enemigo. En el caso de las carreras, el enemigo es el del box de al lado, y el contacto se hace contra el asfalto de cualquier circuito. En el mismo momento en que los coches toquen el suelo, pocas vueltas más tarde sabrán dónde y cómo están, pero muy difícilmente antes.
Jamás, en las últimas tres o cuatro décadas de F1, ha habido más interrogantes e incógnitas con las nuevas motorizaciones. Nueva arquitectura, 33 % de nuevos motoristas, reparto nunca visto térmico/eléctrico, nueva gasolina... y hay quien ya sabe que coche va a ser mejor que otro.
Bueno, pues que sigan entretenidos y lo disfruten con pasión, pero el día que los coches se pongan en el suelo, la calculadora se les va a bloquear. Así que más vale que la arrojen a uno de los agujeros negros que postulaba y teorizaba Albert Einstein si no quieren perder su tiempo.
Por cierto, el físico germano describió en sus escritos la fuerza de la gravedad como una curvatura del espacio-tiempo causada por la masa y la energía. Es la energía que atrae a los que echan números, cuando en realidad no tienen ni uno en el bolsillo. Lo de montar esos motores en coches de los que tampoco se sabe nada lo hablamos en otra viruta…
