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Virutas F1Fernando Alonso, el bandolero

Los mitos no nacen cuando pasa lo inesperado, sino cuando ocurre lo que se preveía imposible. Todos los observadores, hasta los críticos más áridos del bicampeón, concuerdan en que lo ejecutado en Brasil por Fernando Alonso fue algo extraordinario.

Fernando Alonso, el bandolero
Fernando Alonso, exultante en el podio de Interlagos.

6 min. lectura

Publicado: 06/11/2023 14:30

Su tercer puesto final no es más que la suma de un poco de suerte, un trabajo muy serio de su escudería, y el talento indiscutible de un tipo que eleva a nivel de arte la a priori insípida actividad de manejar una máquina.

No queda muy claro si lo que hizo Alonso fue un ejercicio de prestidigitación; lo que sí parece evidente es que pasará a la historia del bandolerismo por sisar a Checo Pérez un tercer puesto que parecía llevar su nombre grabado. El Curro Jiménez del norte, con magia o sin ella, se apoyó en su caballo, su banda, y en un control de sus dominios.

La receta

Todo suma a la hora de recabar logros, y en el caso del tercer puesto brasileño hubo muchos elementos que participaron. El diluvio monzónicotropical que cayó el viernes limitó al posible de otros contrincantes en una sesión clasificatoria capada. Fernando se encaramó en una cuarta plaza en parrilla, y ahí comenzó a plantar el resultado final.

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Su salida en carrera fue la correcta, con la fortuna de no verse implicado en el incidente inicial que ocurrió a sus espaldas. Su estrategia a dos paradas —tres si contamos las usadas antes de la resalida—, con la goma más pegajosa al final, le vino de perilla. El corredor opina que la clave de su éxito fue dejar atrás al siempre correoso Lewis Hamilton en los giros iniciales.

Sí, forma parte del constructo, y con toda probabilidad hubiera condicionado su concurso. Pero los Mercedes estuvieron muy flojos, muy lentos en recta, y sin ritmo como para avanzar en casi toda la prueba. El coche verde hubiera dejado atrás a Sir Lewis antes o después con casi toda seguridad.

Caballo grande

Parece mentira que el AMR23 que le aupó a ese escalón sea el mismo que les ha alejado del pódium en las últimas seis carreras. No solo eso, sino que también fue el mismo que le dejó tirado en las dos citas más recientes. Hizo mucha gracia en una viruta anterior que se tildase al monoplaza verde de ‘esquizofrénico’. Esta es una prueba más, capaz de lo peor, y también de lo mejor. Tras el brillo inicial, llegó la decadencia, y ahora parece recuperar aquella milagrosa velocidad que debería inquietar a McLaren.

Que Lance Stroll acabase tercero en el cualifáin, y quinto a seis segundos de su compañero, dice mucho y bien de ese monoplaza. Pero el AMR23 no es mejor coche que el RB19, y está lejos de poder emparejarse a él. Es la gestión de carrera, el obtener petróleo de un secarral, lo que hizo extraordinaria la carrera de Alonso, y deja claro que el ovetense es un enorme administrativo de recursos.

El estacazo

Queda claro que el eje rotacional, la piedra clave de este edificio, fue el monumental adelantamiento que ALO recetó a Checo Pérez. Limpio, rápido, eficiente… y letal. El mexicano llevaba más coche, y sin embargo, aquello fue completamente inesperado, toda una sorpresa sin apenas espacio para la recuperación.

Pero lo verdaderamente brillante, casi más que la pasada al azteca, fue la gestión de su distancia en la docena y media de vueltas previas. Se alejaba, se acercaba, dejaba espacio al DRS a Pérez, se iba unos metros, conservaba neumáticos, administraba su energía eléctrica… La maestría no llegó tanto de saber ir rápido, sino de obtener más recursos que nadie de su material, de sacarle el partido que otros desperdician sin aportar esa inteligencia.

Fernando Alonso precede a Sergio Pérez en el Gran Premio de Sao Paulo.

La capa de Luís Candelas

En la jornada que el de Oviedo se despierta con un trofeo más, se cumplen 186 vueltas de La Tierra al Sol del 6 de noviembre de 1837. En aquella mañana, a un tipo acostumbrado a correr más que nadie, le dieron matarile. Al bandolero Luís Candelas, el de la capa en la copla, lo ajusticiaron en la Plaza de la Cebada en pleno centro de Madrid. Para la historia quedó su última frase: «adiós, patria mía, sé feliz».

Si ayer hubieran intentado darle con el garrote vil a Alonso, con toda seguridad hubieran roto la siniestra maquinaria en ese pescuezo de toro de lidia que gasta. Para los habitantes de su patria y aficionados de todo pelaje, dejó la felicidad que el bandolero deseó a sus followers de hace 186 temporadas.

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