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Virutas F1Quiero la cabeza de Vettel

Se llamaba John Harris Behan y era el sheriff de Tombstone. En las puertas de los bares colgaba carteles con fotos amarillentas de los tíos a los que perseguía con un letrero en el que se podía leer: reward, se busca. Y los buscaba para darles lo más grande, justo lo que le están dando ahora a Sebastian Vettel.

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Publicado: 15/10/2018 13:30

El tetracampeón está a tiro de piedra de perder el primer título que ha tenido en sus manos desde su último entorchado vestido de azul a pesar de haber tenido un coche que en ocasiones, muchas, ha estado por encima del de su antagonista británico. Los medios italianos atizan en la testa al alemán, cabeza que según él, está perfecta como está y no necesita psicólogo alguno para que le hagan un upgrade. Si Sebastian Vettel ya no saca su Frigodedo a pasear teniendo mimbres para hacerlo, debería repensarse eso de hacer lo de siempre, porque obtendrá los resultados de siempre una y otra vez. Si de verdad le preocupan sus resultados debería plantearse hacer otras cosas. Para mejorar su coche los ingenieros retocan la centralita TAG-320, y para mejorar su cabeza los mecánicos se llaman psicólogos deportivos. Los ingenieros de la materia gris no se dedican a saber si estás pirado, sino que restolan en los cajones de la mente en busca de prestaciones dormidas o poco usadas pero que ya estaban ahí y el tudesco se resiste a que le anden trasteando la olla.

Y no es que el Barón Rojo merezca la mano de palos que le están dando en Italia, sino que una conveniente actualización bien se la podrían apañar en una empresa española: Bewolfish. Estos gerundenses resetean el sistema operativo de deportistas de toda índole, y le meten el chip ese que añade caballería a tu coche para poder saltarte los límites de velocidad con total impunidad, algo perseguido por la Guardia Civil, pero vital en la F1. En un equipo multidisciplinar formado en esencia por psicólogos, nutricionistas, preparadores físicos, médicos y expertos en comunicación no recomponen cabezas, sino su forma de tratar el comportamiento dentro y fuera de la actividad deportiva con el fin último de presentarse ante la competición en un estado vital óptimo y rendir de forma superior. “Ostras, ¿unos comecocos? ¿pajas mentales? ¿de qué?”, dirán los más excépticos, pero nada más lejos de la realidad. Jugadores de fútbol, balonmano, tenistas o pilotos de carreras han pasado por el inexistente diván freudiano de estos catalanes para en pocas semanas parecer tíos distintos, más concentrados, más preparados, mejor compuestos y con mejores resultados de forma visible.

Xavi Martos es la persona de confianza de Sergio Pérez y una pieza clave en su rendimiento, no sólo a nivel físico sino también mental.

Cuando un deportista llega a las dependencias de Bewolfish no se encuentra con una tumbona, unos cuadros de ciervos, una lampara de bronce y un barbudo sentado enfrente que toma notas. Se topa con un futbolín, unos palets de cojines pegados a paredes grafiteadas y una atmósfera y decoración a medio camino entre un estudio de diseño industrial, las oficinas de Google y un bar de copas de barrio gentrificado. “Este entorno ayuda a que los deportistas se abran, a restar gravedad a lo que en principio pudiera parecer algo serio y riguroso”, sostienen los bewolfishtas. Tras las presentaciones, el propietario de la cabeza a redecorar, se sienta con una pequeño grupo de expertos y expone sus preocupaciones y una meta clara de a dónde se quiere llegar. A partir de ahí se conforma su pequeña escudería personal con la que mantiene contacto permanente. Sí, permanente, como cuando se está en pista a través de la telemetría. El corredor ha de chequear continuamente, anotando su estado general en una libreta y a partir de ahí el Siglo XXI entra dentro de la psicología a través de Skype para reuniones y charlas de chequeo, o Slack, una app similar al WhatsApp pero que permite mantener chats en grupo o con diversos canales con cada uno de los expertos asignados.

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Una de las asignaturas cada día de mayor peso es la comunicación

Es a partir de la primera reunión y un estudio de la finalidad a conseguir (ser profesionales, llegar a 1º división, participar en unos Juegos Olímpicos o correr en F1) y ello sirve como referencia para poder medir los avances. Una vez trazada la meta, varios expertos pero con especial incidencia en un psicólogo deportivo, un nutricionista y un analista de comunicación, echan un vistazo a las debilidades y fortalezas del interfecto para trazar un plan en el que estructurar y analizar rutinas. A veces ni siquiera las tienen; en otras ocasiones hay que modificar costumbres nocivas, eliminar ciertos alimentos o añadir otros. Casi siempre son pequeños cambios, poco aparentes, pero que ejecutados de forma sistemática suelen ayudar mucho. Una de las asignaturas cada día de mayor peso es la comunicación. Al rendimiento general, no sólo el desarrollado en el ejercicio de su especialidad, se suma la exposición pública de los deportistas.

Esto es algo que por lo general les afecta muchísimo y más aún en esta década con la irrupción de las redes sociales. Hay que saber encajar las críticas y que no te devoren, pero también asumir los halagos, que no siempre sientan bien. Se ha dado el caso de que unos buenos comentarios en prensa o Twitter han aterrado a un jugador (de un deporte muy concreto) y en lugar de animarle lo acogotó ante el temor de no ser capaz de mantener ese nivel de rendimiento. La comunicación es un carril de dos vías y es necesario modular lo que sale y lo que entra, saber usarlo en beneficio, y eludir los perjuicios o negatividad que traigan adheridas. Se les ha dado el caso de alguien que se desmadejaba por una presión extra cuando su familia asistía a las pruebas en las que participaba sin ser consciente de que le estaban perjudicando. Eso también es objeto de análisis y se trabaja en beneficio de resultados.

Los pilotos de Fórmula 1 tienden a crear un entorno en el que sólo caben personas de extrema confianza.

Al igual que no hay dos personas iguales, tampoco hay dos deportistas iguales. Incluye la especialidad, la edad, el estado físico, y diversas variables, así que la receta es distinta para cada uno. En general, y esto es algo que el personal de Bewolfish suele encontrar, es que la vida de los deportistas suele no ser muy estable y esto ayuda poco para encontrar un equilibrio desde el que avanzar. De esta manera una de las primeras asignaturas es reordenar y estabilizar el sueño y el descanso, poner horarios uniformes para las comidas y regular su existencia.

En lo referente a la nutrición dan un enorme valor a las cenas de la noche anterior al día clave de su competición, y al desayuno. Los ciclos gástricos pueden modificar la tensión, pulsaciones, concentración de sangre y diversos parámetros, de ahí su importancia. Añaden o quitan proteínas, hidratos de carbono a unas horas concretas antes de salir a pista en el caso de un piloto, o de mantener unos niveles óptimos de glucógeno, fuente de energía del cuerpo. La idea final es que en el momento de comenzar la práctica deportiva el nivel de activación sea el óptimo. Este nivel lo determinan un conjunto de parámetros como la concentración o índice de energía lista para ser quemada y por lo tanto usada. A veces, no siempre, se recomienda consumir barritas energéticas de diverso tipo, como altas en hidratos de carbono y baja en grasa, fibra y proteínas para evitar problemas gastrointestinales durante la competición. A otros se les recomienda tomar té matcha, algo bastante frecuente en futbolistas. En este tipo de deportista es una pauta común que su nivel de activación esté a un nivel óptimo a los 20 minutos de comenzar su preparación. Si un jugador salta al campo sin esta preparación ha perdido 20 minutos de juego en un estado óptimo. Dependiendo de las sensaciones y resultados obtenidos en pruebas anteriores, al deportista en cuestión en ocasiones se le ‘recetan’ otro tipo de barritas energéticas, con hidratos de carbono y cafeína, o productos ricos en Omega 3, excelente para las inflamaciones. Los frutos secos y el pescado azul son muy ricos, y esto puede formar de la dieta de un piloto si es esto lo que viniese bien y para según qué momento.

La forma de atacar los momentos clave de un deporte, saltar a pista para un piloto, son clave y su estado de ánimo es fundamental. Un elemento importante, y de eso sabe mucho Lewis Hamilton, es saber aislarse de un entorno repleto de estímulos, órdenes de equipo, mensajes de última hora, presencia de amigos y cercanos. Esto es algo con lo que hay que lidiar y a veces no es tanto la música que se ponen los corredores antes de cada carrera lo importante sino crear una atmósfera temporal previa en busca de la necesaria concentración. Si la música la eligen los pilotos, los psicólogos analizan de qué manera ésta afecta al resultado. A veces es necesario calmarse y otras ponerse espídico, y los ritmos y frecuencias de determinadas canciones ayudan a ello.

A su vez, el de la comunicación y el dietista, hablan con el psicólogo, y el fisio y trabajan todos en conjunto y en una misma dirección. El trajín de datos, cifras, opiniones y diversos tratamientos son puestos en común y con ello se acaba teniendo una idea de conjunto coherente. Cada deportista es distinto y cada especialidad requiere un tratamiento específico, por eso antes y después de cada entrenamiento físico, tests, partido o prueba, se chequean sensaciones, pulsaciones, estado general en una suerte de biotelemetría. A veces no se avanza lo deseado y se ha de cambiar la conducta, pero lo habitual, si se ejecuta de forma mecánica el plan y se convierte todo en una rutina, es que haya cambios notables a los pocos días. Los deportistas suelen tener muy asumido el papel del entrenamiento físico, pero no tanto el del entrenamiento mental, de ahí que cuando un piloto va al psicólogo la idea no es llegar y decir “yo no tengo problemas”, sino “¿cómo puedo dar más de mi?”. Pues como en las carreras: con una estrategia. Hay quien piensa que tipos como Vettel necesita una para dar lo mejor de sí, así que si esto preocupa al tetracampeón, el que debería poner un cartel de “se busca (psicólogo)” debería ser él, como el sheriff de Tombstone. Tampoco hay tanta diferencia entre Tombstone y Silverstone, ¿no?

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