La DGT, un ente ‘mentiroso’ al servicio del matón de carretera

Cada semana, la DGT recuerda a los conductores que podrían multarles por mil y una infracciones cotidianas. Pero en la práctica, esas sanciones nunca llegan. La consecuencia es que se premia al conductor irresponsable y se fortalece al ‘matón’ de carretera, que se siente intocable.

La DGT, un ente ‘mentiroso’ al servicio del matón de carretera
La impunidad en normas básicas de tráfico genera múltiples accidentes - Unsplash

5 min. lectura

Publicado: 12/06/2025 13:48

Vivimos bajo una constante amenaza de multas. No una amenaza real, tangible, sino más bien un ruido de fondo institucional que resuena en redes sociales, notas de prensa y campañas de concienciación.

Que si usar el carril izquierdo sin motivo, que si salir de la rotonda desde el carril interior, que si no poner los intermitentes, que si reservar plaza con un saco de escombros o aparcar donde no se debe.

La DGT nos recuerda con frecuencia que todo eso es sancionable. Pero, ¿cuándo fue la última vez que viste multar a alguien por alguna de estas infracciones (o viste a un agente del orden cometerlas sin sonrojarse lo más mínimo)?

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Cuando se premia al infractor con impunidad, el buen conductor se convierte en una especie en extinción

¿Recaudar o proteger?

La realidad es que, más allá del radar y del helicóptero Pegasus —grandes estrellas del repertorio recaudatorio—, muchas de las infracciones que más entorpecen y degradan la convivencia vial quedan sistemáticamente impunes. No es que no estén tipificadas, es que simplemente no se persiguen. Como si fueran delitos menores en un mundo donde la única prioridad es el exceso de velocidad y el cinturón mal abrochado.

Veamos algunos ejemplos. Circular por el carril izquierdo sin necesidad es una práctica tan habitual como peligrosa. Lo mismo ocurre con quienes se saltan el funcionamiento básico de una rotonda y acaban saliendo desde el carril interior sin mirar ni señalizar. ¿Y qué decir de quienes no usan nunca los intermitentes, como si señalizar fuese un gesto opcional o vintage?

Pero aquí no acaba la lista: los que plantan una silla o, ya el colmo, utilizan al acompañante para «guardar sitio» como si estuvieran en su garaje particular. O los que ocupan plazas para personas con movilidad reducida sin tarjeta visible (o falsificada) ni vergüenza.

Todos ellos están cometiendo infracciones claras, visibles y constantes. Y, sin embargo, campan a sus anchas como si tuvieran un salvoconducto invisible.

El problema de fondo no es únicamente la falta de sanción, sino el mensaje que se lanza: el del todo vale. Si nadie multa al que lo hace mal, quien intenta cumplir se siente un ingenuo y, además, es tratado como un pardillo. Y lo peor, quien infringe a diario se siente intocable. Es un caldo de cultivo perfecto para que la ley del más fuerte —o del más caradura— impere en calles y carreteras.

Un control de la Policía en una vía urbana - DGT

El buen conductor, una especie en extinción

La DGT, con todos sus recursos, tecnología y campañas, parece más interesada en advertir que en actuar. Amenaza con sancionar, pero no sanciona. Informa, pero no ejecuta. Educa, pero no corrige. Y el resultado es una vía pública cada vez más caótica, donde el respeto por las normas se convierte en una anécdota.

Multar no debería ser un fin, pero sí una herramienta. Una herramienta para disuadir, para equilibrar, para proteger al ciudadano que respeta las normas frente al que se las salta a diario. Y sobre todo, una forma de decir que, en esta convivencia sobre ruedas que todos compartimos, no todo vale.

Porque si seguimos dejando impunes las infracciones que más nos afectan en el día a día, no estamos educando, estamos consintiendo. Y cuando se premia al infractor con impunidad, el buen conductor se convierte, poco a poco, en una especie en extinción.

Este artículo trata sobre...

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