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Frases para la historiaCitas famosas del mundo del motor (V)

Recopilamos algunas de las citas célebres más impactantes, ingeniosas y divertidas relacionadas con las competiciones sobre cuatro ruedas. Os ofreceremos un total de siete artículos. Perlas de sabiduría de la boca de los pilotos más relevantes de la historia en la Fórmula 1 y los rallyes ¿Qué frases te han gustado más?

16 min. lectura

Publicado: 20/09/2013 08:00

Seguimos nuestro recorrido histórico por algunas de las frases que han marcado para siempre la historia del automóvil. En la competición la tensión se acumula y no hay que olvidar que al volante van seres humanos, con su corazoncito, sus alegrías y sus miedos. Sentimientos a flor de piel.

En algunos casos, casi se trata de obsesión. Por ejemplo, cuando Jean Todt dirigía Ferrari, aseguró: Jean Todt : “Ferrari se ha convertido casi en una religión para mí”. El francés actual presidente de la FIA, explicaba: “Cuando tengo tiempo de pensar en otra cosa que no sea el trabajo, es decir, en escasas ocasiones, comprendo que Ferrari es un coche de ensueño. Cuando subo en uno de los míos, ya que tengo la suerte de tener varios, mido el alcance de lo que representa Ferrari”.

Décadas antes, el piloto Alberto Ascari también dejaba clara su pasión: “¿Ves mi mono para el trabajo? En el lado izquierdo lleva el emblema del ‘cavallino’ y yo siento latir su corazón al lado del mío”.

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¿Algún equipo ha levantado más fanatismo que Ferrari a lo largo de la historia? Buena parte de la culpa es del propio Enzo Ferrari. “Yo me he casado con el automóvil”, decía. “No voy nunca al teatro ni al cine. Mis mejores vacaciones las paso en mis talleres cuando todo el mundo se ha ido”. Si eso no es entusiasmo por lo que uno hace, ya no sé qué será.

Enzo Ferrari comentó en una ocasión: “Mucha gente importante me invita a ir a esta o aquella otra ciudad. Yo les respondo que no voy porque sólo me verían a mí, a un hombre como cualquier otro. Yo les invito a venir a Maranello porque aquí ellos pueden ver cómo hacemos nuestros coches y ellos también pueden hablar con mis colaboradores”.

Pasión por lo que uno hace. Que se lo digan a Pedro Martínez de la Rosa: “Lo importante no es llegar a la Fórmula 1, sino dar el cien por cien y disfrutar”. Di que sí, y que te quiten lo “bailao”.

Muchos pilotos creen que para disfrutar hay que ir a fondo siempre. De esta opinión era Gilles Villeneuve, quien aseguraba lo siguiente: “En realidad, cuando levanto el pie, no me divierto”. El canadiense se debió de divertir mucho porque siempre lo recordaremos como un piloto rapidísimo.

Gilles también nos dejó esta frase para el recuerdo: “No tengo ningún miedo a los accidentes. Nada de eso. Por supuesto, no quiero estrellarme, no estoy loco. Pero si estás cerca del final de los entrenamientos, y estás luchando por la pole, creo que tal vez puedas aplastar el miedo”.

Unos años después, su hijo Jacques Villeneuve también nos explicaba sus sentimientos cuando conseguía la vuelta más rápida de la sesión de clasificación: “El momento de la vuelta rápida es increíble. Dura casi un minuto y medio donde das el máximo, gastas más energía en ese minuto y medio que en la carrera. Es como una verdadera explosión, es una bomba que se experimenta en el momento en que conquistas la pole y ahí es increíble”.

Otros prefieren guardarse sus emociones para sí mismo. Sí, todos hemos pensado en Kimi Raikkonen. El piloto finlandés, apodado “el hombre de hielo”, explica: “Está bien ganar, pero no soy el típico que da saltos y lo restriega en la cara de todos”.

En ocasiones las alegrías se transforman en miedos. “El ‘Sacacorchos’ es lo peor que he visto. Si dicen que Eau Rouge es algo peligroso es que no saben lo que es Laguna Seca. Cada vez que pasas esa curva a tope le rezas a Dios por haber salido ileso”, decía Mark Blundell.

En el GP de Alemania de 1957, Juan Manuel Fangio realizó toda una hazaña. A falta de 10 vueltas para el final, una desastrosa parada en boxes le relegó a la tercera posición, a 48 segundos del segundo clasificado. El piloto argentino comenzó una remontada histórica, rodando nueve vueltas por debajo del tiempo récord existente hasta entonces, que rebajó en diez segundos. Consiguió la victoria final in extremis. Al finalizar la carrera dijo: “Nunca había conducido tan rápido en mi vida y no creo que nunca vuelva a ser capaz de hacerlo de nuevo”. Años después, en una entrevista, aseguró: “Me prometí a mi mismo que jamás volvería a hacer una locura semejante”.

Esas locuras pueden acabar en accidente. Niki Lauda sobrevivió a uno terrible, y a pesar de sufrir graves quemaduras en el rostro, volvió a competir pocas semanas después: “Prefiero tener mi pie derecho bien que una bella cara”.

Otros se conmueven con los accidentes de los demás, como Michael Schumacher: “No hablo nunca de Senna porque me emociono al decir su nombre”, aseguraba el alemán hace unos años.

Algunas veces es la rivalidad lo que conmociona a un piloto. El finlandés Juha Kankkunen, en el Rally de Finlandia de 1999 estaba sorprendido por el ritmo de Richard Burns y Carlos Sainz. Los pilotos nórdicos siempre quieren ganar en Finlandia, así que Kankkunen se lo tomó como algo personal. “Ya no se trata de ganar o no ganar el rally. Para mí, la carrera ha pasado a convertirse en una cuestión de índole nacional”. Al final, el finlandés logró la victoria, la última que obtuvo en el Mundial.

Tampoco falta el respeto, por el resto de competidores pero también por algunas máquinas que daba miedo domarlas. “El Audi Sport Quattro E2 es mi coche de rallyes favorito por tres motivos: por la potencia del motor, por el ruido infernal que hacía y porque fue el último coche en el que el piloto debía pelear con él para conseguir llevarlo deprisa”, decía Walter Röhrl .

Y decepciones. En la competición no se puede ganar siempre. Que se lo preguntan a Carlos Sainz y Luis Moya en el RAC Rally de 1998, cuando tenían al alcance el título de campeones, pero una inoportuna avería en su Toyota Corolla a unos cientos de metros de la meta les dejaba tirados. Los gritos de Moya han quedado para la historia: “¡Trata de arrancarlo, Carlos! ¡Trata de arrancarlo! ¡Trata de arrancarlo, por Dios!.


Las decisiones de equipo también pueden ser frustrantes. Sobre este tema solemos pensar en la Fórmula 1, pero en los rallyes es algo habitual. Juha Kankkunen también las sufrió: “En el Montecarlo de 1987 había liderado el rally y sabía que podía ganar fácilmente. Después, nuestro jefe de equipo, Cesare Fiorio, me dijo que dejara que mi compañero de equipo, Miki Biasion, me adelantara y ganara. Desde entonces he pensado muchas veces en ello. Ahora no me molesta, pero entonces fue la mayor decepción de mi carrera”. Seguro que se le pasó final de temporada, cuando Kankkunen se convirtió en campeón del mundo… por delante de Biasion.

No se puede hablar de emociones en las carreras y no hablar de Ayrton Senna. El piloto brasileño no solo era pasional sino también muy espiritual. En el GP de Mónaco de 1988 dejó a todos estupefactos. En la jornada de clasificación, se hizo con la pole pero el brasileño no estaba contento: “Recuerdo que corría más y más deprisa en cada vuelta. Ya había conseguido la pole por unas décimas de segundo, luego por medio segundo, después por casi un segundo y, al final, por más de un segundo. En aquel momento me di cuenta, de repente, que estaba pasando los límites de la consciencia. Tuve la sensación de que estaba en un túnel, el circuito, para mí, era sólo un túnel. En ese momento me sentí vulnerable. Había establecido mis propios límites y los del coche, límites que jamás había alcanzado. Aún mantenía el control, pero no estaba seguro de lo que estaba sucediendo exactamente: yo corría… y corría… Fue una experiencia espantosa. De repente me di cuenta de que aquello era demasiado. Fui despacio hacia los boxes y me dije a mí mismo que aquel día no regresaría a la pista. Fue una experiencia que nunca más se repitió con tanta intensidad, y deliberadamente, no volví a permitirme llegar tan lejos”.

Al día siguiente, durante la carrera, Senna volvió a volar y fue aumentando la distancia con sus rivales de manera increíble, hasta que chocó con la carrera y abandonó. Con el tiempo, Senna explicó: “El accidente me dio mucho que pensar, me hice muchas preguntas. Aquello no fue solo un error de pilotaje. Era el resultado de una lucha interna que me paralizaba y me convertía en invulnerable. Tenía un camino hacia Dios y otro hacia el Diablo. El accidente sólo fue una señal de que Dios estaba allí esperándome para darme la mano. Mi familia y yo salimos confortados gracias a aquel accidente, y yo aumentada mi fe y mi energía espiritual”.

Tras su victoria en el GP de Brasil de 1991, Senna señaló: “Vi a Dios. Él fue quien me guió a la victoria. Su deseo su poder. Rezaba, agradeciendo a Dios todo lo que había hecho por mí. Vi su imagen elevándose hacia el cielo”.

Un par de carreras después, en Mónaco, Senna volvió a mostrar su espiritualidad, cuando su monoplaza y el de su compañero Gerhard Berger daban problemas. “En los entrenamientos del sábado me di cuenta de que el coche estaba desequilibrado, sin posibilidad real de victoria. El McLaren de Berger tenía los mismos problemas. Ganar en Montecarlo era muy importante y se lo expliqué a Dios. Él sabe todo lo que pasa por nuestro corazón. Pero es necesario entregarse a través de la oración. Y eso fue lo que hice. Cuando llegó el domingo, en el warm-up ya tuve una sensación y una visión. Conseguí verme fuera del coche. Alrededor de la máquina y de mi cuerpo había una línea blanca, una especie de aureola que me proporcionaba fuerza y protección. Entré en otra dimensión. Tuve una paz increíble, y la certeza de que estaba equilibrado, en cuerpo y alma. Generalmente, antes de salir me concentro, muy serio. Esta vez incluso sonreía, salí del box con el mismo coche que un día antes había presentado problemas, y los defectos ¡habían desaparecido! Estaban allí, pero no los sentía. Después de la carrera, Berger vino a hablar conmigo, y me dijo que su coche seguía desequilibrado. Solo sonreía, pero no entré en detalles”. Berger no acabó la carrera, mientras que Senna se hizo con la victoria.

Ese tipo de explicaciones incomodaban a muchos pilotos, especialmente a Alain Prost. “Yo creo en Dios. Ayrton se cree Dios”, decía.

De alguna manera, “Magic” Senna transmitía esa fuerza. Un año después de la trágica muerte del piloto brasileño, el famoso comentarista británico Murray Walker, lo recordaba en una retransmisión: “1995, Gran Premio de Argentina, llueve con intensidad comenzada la clasificación, nadie sale a rodar, la pista está vacía, pero espontáneamente, de las gargantas del público presente, sale una exclamación genuina, y al unísono... olé, olé, olé... Senna, Senna... y por el instante que duró ese sentimiento expresado por miles de voces, juro que vi pasar a ‘Magic’ por la recta principal, levantando su puño apretado estrujando algo en su guante, como afirmando... la lluvia es mía... la pista no está vacía”.

Terminamos esta entrega con una frase de película, la que citó Steve McQueen en la película “Le Mans”: “Correr es vida. Todo lo que ocurre antes o después es sólo una espera”.

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