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Dodge y la segunda extinción de los muscle car

La historia vuelve a repetirse. A finales de los 60 y principios de los 70 fue la primera era dorada de los muscle car americanos. Las crisis del petróleo y el despertar de la ecología para poner coto a la contaminación los condenó a la extinción. Como pasa ahora.

Dodge y la segunda extinción de los muscle car
Gama Dodge Hellcat

6 min. lectura

Publicado: 30/01/2021 22:00

Poco a poco, encontrar motores muy gordos en el mercado es complicado. Van siendo reemplazados por motores de menor cilindrada, más turbados, o apoyados con motores eléctricos. La fuerza bruta se va dulcificando, pero Estados Unidos en ese sentido sigue yendo un poco a su bola.

Dodge es una de las pocas marcas que han sabido atender una demanda de productos de potencia absurda, los Hellcat, que se han posicionado como topes de gama en Charger, Challenger y hasta Durango, y sin olvidarnos de la pick-upRAM 1500 TRX, también con una borrachera de caballos.

Y algo ha hecho Dodge bien. Por ejemplo, el envejecido Challenger ha conseguido batir en las pony wars al Chevrolet Camaro en su generación más moderna (desde 2018), mientras que el Ford Mustang mantiene el liderazgo. La introducción de los Hellcat dio todo un revulsivo al coupé Challenger, hasta llegar al punto de doblar ventas desde que salió. Y el absurdo SUV Durango Hellcat colocó fácilmente las 2.000 unidades limitadas para 2021.

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Dodge Challenger

Tim Kuniskis, CEO de Dodge, ha contado a CNBC muchas cosas que interesan sobre el devenir de la segunda generación de muscle cars. Dijo que los bloques de 6,2 litros de hierro con compresores tienen los días contados. Eso sí, el rendimiento que dan -básicamente, par y potencia- no tienen los días contados.

Y el motivo de esta segunda extinción tiene las mismas raíces que la primera extinción: una industria que tiene que replantearse muchas cosas por el paradigma energético cambiante y la necesidad por reducir emisiones, tanto las de carbono como las de cualquier otro tipo.

Los muscle de los 70 tuvieron que aplicar recortes bestiales de prestaciones para poder sobrevivir a los cambios normativos. Ahora tienen un poderoso aliado, la electrificación, que permite mantener las cifras de prestaciones pero también cumplir con los nuevos tiempos. Y eso sin necesidad de un petróleo caro que espante a los clientes.

Dodge Charger

Según vayan cayendo de precio las tecnologías híbridas -especialmente la enchufable- y los eléctricos puros, Dodge podrá poner a disposición del público coches con cifras de potencia también ridículas, y con unas tarifas similares. Que nadie se lleve a engaño, los Hellcat no son coches para cualquiera, 70.000 dólares hacia arriba, hay que tener un buen trabajo.

Dodge forma parte de STELLANTIS, con una dirección más centrada en el futuro a medio y largo plazo que a mantener el tipo con una gama de modelos envejecida que ha tenido que tirar del burro grande, ande o no ande. Los más de 50.000 Hellcat vendidos en cinco años son un síntoma más de un cambio inevitable.

Todas aquellas normas que entraron en vigor en los años 70 tuvo como resultado un gran avance en ingeniería de motores, utilizando técnicas más eficientes para sacar caballos sin ir aumentando sin fin las cilindradas. Tesla y otros fabricantes emergentes van demostrando que los eléctricos pueden poner sobre el asfalto cantidades ingentes de caballos, más un tema de baterías que de los propios motores.

Dodge Durango

Kuniskis ve nuestros días como una reedición de 1972, el año en el que los muscle cars empezaron su declive, aún no había estallado la crisis del petróleo de 1973. Poco a poco, los motores gasolina sin hibridación irán dando paso a motorizaciones híbridas y, más adelante, a eléctricos puros. Es el progreso.

Las políticas que introducirá Joe Biden, nuevo presidente de EEUU, harán que sea cada vez más difícil mantener en el mercado algo parecido a un Hellcat. Los 50.000 y pico coches que se han vendido con esos monstruosos V8 formarán parte del patrimonio automovilístico como representantes del fin de una era.

De no ser por la electrificación, esos coches estarían condenados a desaparecer, y también las cifras de potencia que estaban dando y el interés de su público. Sí, un cuatro cilindros brutalizado también puede alcanzar los 600 y 700 CV, pero nunca sería lo mismo, no deja de ser medio V8.

Posiblemente, durante esta década conoceremos al último de los V8, al menos tal y como los conocíamos.

Fuente: CNBC

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