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Virutas F1El matrimonio verde

No se han alegrado demasiado. Los alonsistas más acérrimos apenas han celebrado que su piloto favorito haya repetido por el equipo que tiene (hoy) el quinto coche de la parrilla. Ya le veían sentado en Red Bull, o en el peor de los casos en Mercedes, pero no, se queda donde está.

El matrimonio verde
Fernando Alonso se abraza a los miembros de Aston Martin tras su podio de Sao Paulo 2023.

8 min. lectura

Publicado: 12/04/2024 09:30

Es señal de que les han podido las ganas y no conocer a su ídolo. Alonso no elige sus equipos ni bien ni mal, los elige y los deselige para ser feliz. Se va a aquellos donde entiende que estará a gusto, se marcha de los que le quitan horas de sueño, y se queda donde la vida le resulta placentera.

Pudo haberse quedado en la McLaren de 2007 para ganar en 2008, como acabó ocurriendo, pero en manos de otro. Se volvió a la Renault que le dio títulos, para saltar más tarde a la Ferrari con la que se le supusieron titularía. Se fue de Maranello desencantado tras decirse cosas a la cara contra Marco Mattiaci ‘el breve’. De allí desfiló hacia la desastrosa McLaren-Honda, dicen que por dinero, pero era donde le querían, y le querían de verdad. No sabemos si fue feliz allí, aunque al menos le respetaban, le valoraban, y le sonreían cada mañana hasta que pilló la puerta.

Haz una cosa, Toto: dale los años que te pide al madrileño

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Al volver del exilio lemansero y dakariano aterrizó “enmiequipodesiempre”, devenido en Alpine, de donde salió cuando llegó la tristeza de verse con los pies dentro de un charco de cemento que se ponía duro. Y vuelta a empezar. En Aston Martin le silbaban como cuando se le chifla a una morena espectacular paseando por la playa. Sí, el símil es antiguo, y machista si quieres, pero al asturiano le disparaban piropos parecidos y sin parar desde el pabellón verde. Si a esto sumamos el delirante inicio de temporada de 2023, ya hemos creado el caldo de cultivo donde se genera la felicidad.

¿Y todo esto para qué?

Alonso no quiere ganar; parece que eso le da igual. Lo que Alonso quiere es ser feliz. Y como en Aston Martin le quieren, y él les quiere a ellos, se ha dicho que donde mejor. Por eso ha renovado por el quinto equipo de la parrilla (a día de hoy) pero donde parece que las promesas que le han hecho se han ido cumpliendo. Conocedor de la Ley de Plazos a aplicar, las posibilidades y limitaciones, ha visto cambios que ha pedido y que han llegado. Los resultados luego llegarán o no, pero lo pactado fue cumplido, y esto si que parece un argumento de peso.

Dicen que Alonso tenía encima de la mesa una oferta de Red Bull, el equipo líder, presumible campeón este año, con el mejor coche y los mejores mimbres. También dicen que le estorbaba la presencia de Max Verstappen por allí, que iba a estar incómodo; en caso de tener que asumir tareas de comparsa, de escolta, le iba a sentar solo regular. Meter a dos depredadores en una misma jaula suele traer consecuencias trágicas, sinsabores y dolores de cabeza, que de eso el de Oviedo sabe mucho.

Tiene información de primera mano de cuando ha vivido así, y de cuando ha vivido justo lo contrario, que ya conoce lo que hay. Sabe que cuando los desencuentros son tan previsibles, es mejor huir de ellos, y se queda en su apartamento verde, donde acompañará al algo que crece durante al menos dos años pilotando y puede que unos cuantos más, haciendo otras cosas aún por determinar.

El matrimonio Fernando Alonso-Aston Martin es feliz y promete ser duradero.

¿Y el resto?

Max Verstappen lleva años atado a Red Bull, donde conduce al equipo, el mejor de la parrilla, con el mejor coche, y el que si nadie lo remedia le va a otorgar su cuarto título consecutivo. Irse de ahí es irse a algo peor, de donde no está mal, sino donde el que está mal es su padre. En el Gran Premio de Japón se pudo leer un mensaje no escrito, y en el aire quedó impreso un «papá, apártate un poco, que ya me las compongo yo solito».

Max se fue a la Cipango de Colón, y se trajo de Suzuka otra victoria; por contra su padre se fue a Gales a un rally por esas carreteras que tienen por allí, y no hizo más ruido que el que metió al salirse de la carretera con un Skoda Fabia patrocinado por… Red Bull. No hizo falta matar al perro, pero la rabia ha bajado muchos decibelios en la lejanía, con la aprobación del que paga. Si Max le echa pasión, mirará hacia la puerta, pero si le echa cabeza se quedará donde es apreciado y le ha ido bien.

El madrileño

Nos quedan dos náufragos con una tabla común: Mercedes y Carlos Sainz. Si el neerlandés decide quedarse donde está, que sería lo razonable, a Toto Wolff se le agotan las opciones deseables. Eso, o subir demasiado pronto a un Kimi Antonelli que no está preparado, poner de líder de equipo a George Russell, o echar mano de un Alex Albon, por ejemplo, que gusta, cae bien, pero carece del pedigrí que requiere un equipo con necesidad de ganar.

Carlos Sainz es ahora la indiscutible estrella del mercado de pilotos.

Sainz no quiere ser un temporero de un año sin más, y si firma el papel desea que sea por algo mejor que una sola temporada. Esto es lo que se sospecha que indica Toto cuando habla del «es que no podemos darle a Sainz lo que nos pide». Pues amigo, con un tercer año de diseños fallidos, con un heptacampeón que abandona el barco, con una Ferrari que va como una locomotora, y una McLaren que te roba la merienda, no estás como para andar eligiendo mal. Puede que Carlos no sea el piloto perfecto y deseable para ti, pero mejores, disponibles, y con ganas, no los vas a encontrar a docenas.

Haz una cosa, Toto: dale los años que te pide al madrileño, y condiciona su continuidad a logros, puntos, y resultados. Saldréis ganando los dos, y no que a lo peor sale perdiendo tu equipo. Moraleja: el cantante Miguel Ríos debe ser alonsista. Dice que uno se hace artista «para que la gente le quiera». Pues Alonso debe aplicar una máxima parecida, porque de donde no le quieren, sale por patas. Por algo será cuando se queda donde ya está.

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