Cuando Tazio Nuvolari demandó a Enzo Ferrari
Que Tazio Giorgio Nuvolari fue el piloto predilecto de Enzo Anselmo Giuseppe Maria Ferrari es un hecho notorio para cualquier amante del automovilismo. Sin embargo, su relación no fue siempre afable y en 1933 llegó a provocar demandas judiciales entre ambos.
Tazio Nuvolari había dado a Ferrari su primera victoria como dueño de un equipo que llevaba su nombre -Scuderia Ferrari- un 15 de junio de 1930, en la Trieste-Opicina, una subida de montaña en la que el piloto de Mantua destacó en los 7’4 kilómetros del recorrido.
Desde esa piedra miliar, la relación del piloto y el dueño del equipo fue ampliándose. Ya se conocían desde 1924, cuando ambos eran pilotos, y Enzo Ferrari quedó asombrado con el virtuosismo de Nuvolari al volante en el Circuito del Savio de ese año, algo que recordó el modenés tiempo después:
«Mi primer encuentro con Nuvolari se remonta a 1924. Fue enfrente de la basílica de San Apollinare in Classe, en las carreteras de Rávena, donde habían colocado los boxes para el segundo Circuito del Savio. Al principio, me acuerdo que no le di demasiado crédito a ese flacucho, pero durante la carrera me di cuenta de que era el único competidor capaz de amenazar mi marcha. Yo estaba con un Alfa 3 litros y él en un Chiribiri [de 1.486 cm3]. Y en ese órden acabamos la carrera. La misma clasificación se repitió un par de semanas más tarde en el Circuito del Polesine».
La reputación de Tazio Nuvolari se había hecho ya legendaria a principios de los años treinta. Y así, entre piloto oficial de Alfa Romeo y de la Scuderia Ferrari, Nuvolari fue ganando mucho y bien: las Targa Florio de 1931 y 1932, Mónaco, Italia y Francia en 1932, el campeonato de Europa de pilotos en 1932, o las 24 horas de Le Mans en 1933, entre tantas y tantas otras.
Pero precisamente en 1933, Alfa Romeo se había retirado de las carreras oficialmente, pasando todo su material y pilotos a la Scuderia Ferrari, un equipo semioficial. Y ese año comenzarían las tensiones con Enzo Ferrari, con quien en marzo había firmado el contrato para la temporada, que empezó con victoria en Túnez ese mismo mes, con el fiel compañero Mario Umberto Borzacchini -antes llamado Baconin- en segundo lugar.
Vendrían luego las sospechas de amaño en la famosa carrera de la Lotería de Trípoli, en el rapidísimo Mellaha en mayo. Al parecer, varios pilotos hicieron un complot para aliarse con los dueños de los boletos de la lotería y repartirse entre todos los premios. Una historia muy jugosa, pero que preocupó a Enzo Ferrari por la reputación de su equipo, lo que obligó a Nuvolari a salir a desmentir que la Scuderia estuviera al tanto del contubernio.
El inicio del conflicto
En realidad, Tazio Nuvolari no veía a la Scuderia Ferrari como un equipo oficial, y comenzó a reclamar mayor protagonismo en la vertiente organizativa y de gestión. Algo a lo que, lógicamente, Enzo Ferrari se negaba en rotundo. Un piloto es un piloto, un equipo es un equipo. Pero Nuvolari pretendía que la escuadra pasara a llamarse Scuderia Nuvolari-Ferrari.
Quizás para presionar, quizás simplemente haciendo uso de las facultades de su contrato, Nuvolari pidió poder usar un Maserati para el Gran Premio de Bélgica en Spa-Francorchamps. Ni qué decir que era una afrenta para Enzo Ferrari, cuya rivalidad con Maserati -ambos de Módena- era notoria. Pero por contrato, no podía negarse. Así que Nuvolari corrió el 9 de julio con un Maserati 8CM inscrito por la Scuderia Ferrari, pero sin el Cavallino en sus laterales.
En favor de Nuvolari, es justo decir que los Maserati se estaban mostrando más competitivos que los viejos Alfa Romeo privados -la marca no quería entregar el TipoB/P3 a la Scuderia-. Y entonces, la peor situación para Enzo Ferrari se produjo cuando el genio mantuano no sólo corrió con la marca del tridente, sino que venció el Gran Premio. Es una de las rarezas de la historia de la Scuderia Ferrari.
Tras el triunfo, Nuvolari se sintió en una posición de poder para negociar con Ferrari. De hecho, en una reunión en las instalaciones de Alfa Romeo en Milán, al parecer se relajaron las diferencias e incluso se habría llegado a un acuerdo para el cambio de denominación del equipo. Pero era todo un espejismo que saltaría por los aires en breve.
La cuerda se tensó definitivamente el 30 de julio de 1933, cuando se corrió la Coppa Ciano en el circuito de Montenero, en Livorno. Allí, Nuvolari debía correr con el Alfa Romeo Monza pintado con el número 40. Pero Tazio llevó un Maserati 8CM comprado directamente a la fábrica, al que pintó también el número 40. El día de la carrera, Nuvolari hizo caso omiso y se subió al Maserati. Y volvió a ganar, con 8 minutos de diferencia respecto al Alfa Romeo de la Scuderia Ferrari pilotado por Antonio Brivio.
Enzo Ferrari estalló definitivamente ante la insolente actitud del mejor piloto del momento. Y se produjo la interposición de demandas judiciales. Quien comenzó la acción fue el propio Tazio Nuvolari, ese mismo día 30 de julio de 1933, secundado por su fiel compañero Borzacchini. En los juzgados de Livorno interpusieron una demanda solicitando la resolución del contrato con la Scuderia Ferrari.
Juzgados y comunicados de prensa
Así, acusaba a «la Sociedad Anónima Scuderia Ferrari de haber faltado a sus compromisos interpretando arbitrariamente las condiciones contractuales y, en concreto, en lo que se refiere a las primas de inscripción y salida que han sido abonadas por las empresas. A falta de inmediata rectificación durante el día de hoy y no más tarde que del día 8 de agosto de 1933, Nuvolari se entenderá desligado de todo compromiso, libre de rentabilizar como considere más oportuno su actividad de piloto, reservándose la reclamación de daños, perjuicios y cuanto fuera menester por la no ejecución de lo convenido por error y culpa de la Scuderia Ferrari.»
La respuesta de Enzo Ferrari tardó sólo seis días. El 5 de agosto, respondió judicialmente. «No sólo es totalmente falso que la Scuderia Ferrari haya ocultado a Nuvolari el montante de las contribuciones sino que él mismo, en fecha 1 de marzo de 1933, firmó acuse de recibo de la carta en la que se le comunicaban el total de primas por temporada, entre ellas algunas de notable entidad, y a las que Nuvolari no tendría derecho. Otras primas se añadieron posteriormente. Nuvolari se entrometió en las negociaciones de algunas primas y trató directamente en nombre de la Scuderia.
Nuvolari ni tenía ni tiene ningún derecho a expresar juicio y opiniones en la materia, siendo eso una atribución exclusiva de la Scuderia. En repetidas ocasiones ha desatendido los deberes y obligaciones a su cargo, sobreponiéndose a la Scuderia Ferrari, bajo continuas amenazas de abstenerse de correr, ha dado órdenes en materias él no tenía autoridad ninguna. Con los mismos métodos, ha pretendido en algunas carreras que coches propiedad de la Scuderia, del mismo tipo y potencia que el que se le había confiado a él, no fueran puestos a disposición de otros pilotos entre los mejores y con claras opciones de victoria en dichas carreras, a excepción del único corredor del agrado de Nuvolari [en referencia a Borzacchini].
Por todo ello, y por otras graves infracciones habría correspondido y correspondería a la Scuderia Ferrari el derecho a resolver el contrato a causa y por culpa de Nuvolari […] no teniendo ningún medio para obligar a Nuvolari a cumplir con el contrato, salvo el derecho a exigir la reparación de daños que serán reclamados judicialmente. La Scuderia Ferrari tiene intención de ser indemnizada mediante finiquito y que Nuvolari, a fecha 30 de julio de 1933, resulta deudor de 30.234’50 liras.»
La relación entre ambos había quedado ya en manos de los abogados. Por el lado de Nuvolari, su cuñado Guido Falamischia, el abogado de Mantua Silvio Polacco y Cavaglià de Turín, mientras que del lado de Ferrari le defendían Silvio Cervioni y el fiel Enzo Levi, en cuyo despacho se había gestado la propia Scuderia apenas cuatro años antes.
En la prensa, el asunto se hizo público con una primera noticia el 4 de agosto en la Gazzetta dello Sport, con la firma de Giovanni Canestrini. «El de Mantua conoce muy bien el valor de su personalidad y de su nombre, conoce el alcance deportivo del binomio Nuvolari-Borzacchini (hay que decir que Borzacchini le ha dado carta blanca a su compañero en este asunto) y exigía a la Scuderia un puesto preeminente no sólo en lo deportivo sino también en lo administrativo. En la práctica, Enzo Ferrari había concedido a Nuvolari una autonomía casi total, especialmente en materia de carreras, de elección de coches y de calendario. Pero no podía desautorizarse hasta el punto de alcanzar un nuevo acuerdo y un nuevo contrato.»
Ante esa noticia, Enzo Ferrari remitió una carta al periódico, que el 7 de agosto publicó la versión del modenés. «Ningún disenso administrativo había entre la Scuderia Ferrari y los señores Nuvolari y Borzacchini, ningún contraste sobre la división de los premios de carrera, teniendo al respecto tanto Nuvolari como Borzacchini firmado y aceptado el 3 de marzo de 1933 el elenco completo de los premios de salida y clasificación de la temporada. La causa única de tales disensos era la voluntad de Nuvolari de asumir la preeminencia absoluta en la Scuderia Ferrari. Porque la Scuderia no ha considerado posible sumarse a ningún acuerdo que vinculase el futuro de la sociedad misma al nombre de un as, por muy brillante que pueda ser.
Sobre todo porque Nuvolari había obtenido una absoluta autonomía en materia de carreras, de coches y de calendario, a pesar de que el contrato le impusiera correr simplemente a las órdenes de la Scuderia, pretendía imponer su voluntad y tomar una posición que en el futuro le permitiera decidir la elección de otros pilotos que participarían en carreras concretas, lo que habría significado limitar la actividad de la Scuderia sólo al binomio Nuvolari-Borzacchini. El conde Carlo Felice Trossi, yo y los otros dirigentes de la Scuderia no habríamos podido consentir la esclavitud de la sociedad.»
En estas manifestaciones se condensa el ‘leit motiv’ que estructuró desde sus inicios la Scuderia Ferrari, y que lo sigue haciendo a día de hoy: un piloto es importante, pero por encima de todas las cosas está el equipo y nadie puede imponerse sobre él.
Nuvolari y Borzacchini no se quedaron callados y respondieron en la Gazzetta dello Sport del 8 de agosto, sosteniendo que «es cierto que la causa del desacuerdo es únicamente de carácter administrativo, pero no es cierto, como afirma Ferrari, que Nuvolari intentase asumir una absoluta preeminencia en la sociedad. Sin falsa modestia, consideramos que esa preeminencia deportiva la hemos tenido siempre porque nosotros corremos y, a veces, ganamos. Es poco agradable que el commendatore Ferrari sostenga que hemos intentado prevalecer sobre otros pilotos colegas de la Scuderia. Lo cierto es que si la Scuderia Ferrari se ha impuesto y se ha dado a conocer lo debe en gran medida a nosotros, y si ha podido sobrevivir y sobrevive lo debe al puñado de dinero que, se quiera o no, hemos recogido.
Con palabras ni se hacen ni se ganan las carreras, y nadie será tan ingenuo como para creer que la Scuderia Ferrari vive de la magnanimidad y la liberalidad de algún criador de pilotos. No podemos permitir que se anule con cuatro palabras lo que hemos hecho y entregado, ni que se nos acuse de un arribismo que no casa con nuestro carácter. Tampoco podemos permitir que sobre lo que nosotros hemos construido otro se yerga como un dominador.»
El dardo hacia Enzo Ferrari era demoledor, hasta el punto que Nuvolari, en privado, se referirá a Enzo como ‘el sheriff’. Las relaciones estaban rotas. Nuvolari corrió desde entonces para Maserati y con él se fue Borzacchini, lógicamente. De Maserati llegó Luigi Fagioli y se unió también Louis Chiron, a los que Ferrari por fin pudo entregar los Alfa Romeo Tipo B/P3 que consiguió que la casa milanesa liberase.
Y aunque Nuvolari ganó en el Gran Premio de Niza del 6 de agosto, en plena efervescencia de la polémica -lo que parecía reforzar su decisión- esa sería su última victoria del año. Mientras tanto, Fagioli ganaría la Coppa Acerbo el 15 de agosto, el GP de Comminges el día 20 y Chiron el de Marsella el día 27. Más aún las dos últimas Grande Épreuve del año, el GP de Italia el 10 de septiembre y el de España en Lasarte el 24 fueron ganadas respectivamente por Fagioli y Chiron, el cual venía de ganar también el GP Masaryk en Brno. Todo eso con el Tipo B/P3.
La temporada de 1934
Las cuentas de la segunda mitad de la temporada son claras en cuanto a resultados: deportivamente, la Scuderia Ferrari salió ganando frente a Nuvolari. Y 1934 no sería muy diferente. Tazio Nuvolari creó su equipo y se hizo tanto con modelos de Maserati como de Bugatti. Pero era un privado frente a la llegada, por ejemplo, de Mercedes-Benz y Auto Union a los Grandes Premios.
La Scuderia Ferrari hizo debutar a un prometedor y joven talento, el argelino Guy Moll, que le dio victorias en Mónaco y el Avusrennen, mientras que otros pilotos del equipo nutren de éxito al equipo: Achille Varzi, el rival natural de Nuvolari, gana en Alessandria, Tripoli, la Targa Florio o el Penya Rhin, y Chiron se hace con el GP del ACF. Nuvolari sólo gana a final de año en Nápoles y Módena, en un año decepcionante.
Además los alemanes se fueron poniendo en forma y desplazando a los italianos. Todo ello, unido a la trágica muerte de Guy Moll en un accidente en la Coppa Acerbo el 15 de agosto, empezó a crear el caldo de cultivo de una reconciliación entre Nuvolari y Ferrari. Es cierto que el de Mantua, inteligente, quería hacerse con un volante alemán.
De hecho, probó un Auto Union en Brno y la contratación tomó buenas perspectivas, pero la marca de los cuatro aros había contratado a Achille Varzi, lo que cerró las puertas a Nuvolari en diciembre. Un equipo privado no era capaz de luchar contra los gigantes alemanes. Y a su vez, Enzo Ferrari necesitaba rellenar el hueco dejado por la muerte de Moll y la marcha de Varzi.
La reconciliación
La prensa empezaba a pedir que las fuerzas italianas se juntasen para hacer frente al poderío alemán. Y así, tanto Giovanni Canestrini, como sobre todo el maravilloso diseñador Vittorio Jano, comenzaron a tentar a Nuvolari y a Ferrari. Llamadas, visitas al Portello, modificaciones en el Alfa Romeo TipoB/P3 a la espera de la llegada del nuevo 8C-35. Cantos de sirena en ambas direcciones que se concretizaron en una reunión en Piacenza el 31 de enero de 1935.
Es el llamado “Tratado de Piacenza”. Enzo Ferrari, Tazio Nuvolari y Vittorio Jano se reunieron al parecer en la Croce Bianca. Las tensiones se esfumaron pronto. Los dos volvieron a reconocerse en la grandeza mutua y firmaron un documento con la firma añadida del testigo:
«En relación con nuestros acuerdos verbales de hoy, se entiende y se acuerda de manera definitiva y transaccional que no queda ningún crédito a mi favor a expensas de la Scuderia Ferrari, y mutuamente a favor de la Scuderia Ferrari y a mi costa, quedando todas las relaciones pasadas cerradas y liquidadas entre nosotros con la renuncia mutua a cualquier acción que, en cualquier caso, reconecte con el pasado.»
Era el fin de la guerra, que se hizo pública con una nota del mismo día, aunque publicada el 5 de febrero en la Gazzetta dello Sport: «Bajo los auspicios de la Sociedad Anónima Alfa Romeo, hoy se han reunido el commendatore Enzo Ferrari, consejero delegado de la Sociedad Anónima Scuderia Ferrari, y el commendatore Tazio Nuvolari, y con recíproca satisfacción se ha cerrado un acuerdo de colaboración para la temporada deportiva de 1935.»
Nuvolari dirá días después cómo fue la negociación: «Se fue, se escuchó y se informó. Por último, un pequeño monosílabo y todo estaba bien. Un sí o un no. He dicho que sí y estuvo hecho.» También Vittorio Jano mandaría días después a Ferrari una carta expresando que «ahora que hoy está todo concluso, le digo que verdaderamente me era querido este acuerdo. El tiempo dirá si estaba en lo cierto o equivocado, pero tengo la esperanza de haber hecho lo justo.»
El 7 de febrero, Nuvolari volvía a entrenar con un coche con el Cavallino Rampante en Monza. Y en su primera carrera juntos de nuevo, el 24 de febrero en Pau, vencía. Y vendrían días de gloria, entre los que destaca el Gran Premio de Alemania en Nürburgring ese mismo 1935, obra maestra del piloto. Y tras la Segunda Guerra Mundial, el vínculo entre Ferrari y Nuvolari seguiría, como prueba la maravillosa Mille Miglia de 1948, última pincelada sobre el asfalto del ‘mantovano volante’.
Aquél día, dijimos, fue el ocaso de los dioses. Pese al año y medio de confrontación, tanto Nuvolari como Ferrari volvieron a entenderse. Y pasaron los años, Nuvolari falleció, pero la única vara de medir que serviría siempre a Enzo Ferrari sería el pie de rey del enjuto piloto de Mantua. Que osó demandarle. Que contribuyó de forma clave a su gloria. Tanto monta Enzo como Tazio.