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Virutas F1La vida sin Ron

Cuenta la leyenda que Ron Dennis mandó hacerse una casa y cuando el jardinero encendió los aspersores del jardín por primera vez se horrorizó al ver que iban activándose según la presión les iba haciendo llegar el agua. Esto era im-per-fec-to, así que ordenó que aquel chisme fuera modificado para que el flujo de agua fuese sincronizado en todos los pitorros.

14 min. lectura

Publicado: 24/07/2019 13:30

Ron Dennis, en el McLaren Technology Centre.

“Pero señor Dennis, eso va a obligarnos a levantar el jardín, rehacer las conducciones del agua, instalar bombas de presión individuales, y va a costar un dineral”, replicó con cierto desasosiego el responsable de la obra. El mecánico devenido en el que dicen ha sido el mejor director de escudería de Fórmula 1 de todos los tiempos enarcó las cejas, apretó los labios y dijo “¿y cuál es el problema? Quiero que todos los chorros de agua empiecen al mismo tiempo”. Y claro, se pusieron manos a la obra, porque el que paga… manda.

Pues así era Ron Dennis en su equipo de Fórmula 1, un perfeccionista enfermizo que no sólo impulsó allá donde dominaba, sino que elevó el nivel general de la categoría y el deporte. Ahora retirado de toda actividad relacionada con las carreras de velocidad, y con una bien ganada paga de 275 millones de libras a cambio de sus acciones en McLaren (306 de euros al cambio de hoy, sumados a unos 200 más que se calcula ya tenía en la alcancía) asesora al gobierno británico en temas relacionados con la innovación y tecnologías avanzadas. Así que es muy posible que el futuro de ingenios militares, coches autónomos o supermáquinas quirúrgicas procedentes de la pérfida Albión, sean mucho mejores gracias a Dennis.

El británico empezó en esto de los coches como mecánico de Jack Brabham a finales de los sesenta y dos décadas más tarde se hizo con las riendas de lo que acabó siendo McLaren, el equipo que treinta años más tarde aún mantiene el récord de victorias en una sola temporada. En 1988 humilló al resto de la concurrencia al lograr todas las victorias del calendario menos una, lo que hizo resonar una sola pregunta dentro de su cabeza: “¿Por qué no las hemos ganado todas?”. Dennis, según muchos un TOC de libro (Trastorno Obsesivo Compulsivo) aplicaba desternillantes reglas a vista de sus empleados, pero que fueron las que hicieron de su escudería la segunda más laureada de la historia. Se sabe que encomendaba a su secretaria la misión de controlar al tipo que limpiaba la moqueta de su despacho para que la “peinase” siempre en el mismo sentido, para que sus fibras quedasen inclinadas siempre hacia el mismo lado.

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Uno de los pasillos más señeros del impresionante edificio McLaren Technology Centre diseñado por Sir Norman Foster tenía (y tiene) las baldosas de color blanco. Con el paso de visitantes, curritos y el Señor Tiempo, hace que muchas de ellas acaben deterioradas, desteñidas o incluso directamente rotas. Pues Dennis, sabedor de que el tono blanquecino desgastado no vendría ‘de fábrica’ en las que tuviera que sustituir, hizo colocar a la intemperie un buen puñado de ellas para que la tonalidad de las nuevas no rompiese la armonía de las ya existentes; nuevas sí, pero de una coloración desvaída y acorde con las ya colocadas también.

Ron Dennis ha gestionado algunas de las más intensas rivalidades de la historia del deporte.

Temido y admirado a partes iguales, los empleados eran advertidos de su llegada por email con cierta antelación para que tuvieran especial cuidado en sus formas ante la presencia del siempre amenazador jefe. Una vez recibida la comunicación, ni uno solo de los empleados osaría aparecer en la factoría vestido con pantalones vaqueros, por ejemplo. Dennis tenía una extraña capacidad de detectar las más nimias imperfecciones y la tensión en boxes elevaba aún más su nivel cuando asomaba su afinada napia. En una ocasión durante unos tests en los MP4/lo-que-sea se detectaron fuertes problemas de temperatura en la zona de los escapes. Ante la imposibilidad de modificar de inmediato la cubierta del motor o la trayectoria de los tubos, los mecánicos tenían unos calderos de agua con trapos con los que remojaban la carrocería y aliviaban las calores. Ron lo vio. Al día siguiente los mecánicos ejecutaron la misma operación pero con unas toallas negras cortadas a medida y con las iniciales de los pilotos bordadas en letras plateadas.

Norman Foster no hace comentarios del tema, pero la construcción del MTC en sí tuvo que ser todo un muestrario de manías, fijaciones y paranoias. Las columnas del atrio de entrada están rematadas por una serie de tornillos enormes que quedan visibles para el visitante. Al que pagaba las facturas le enseñaron un muestrario con todos los disponibles y no le gustó ningún modelo. La decisión fue que le hicieran unos a medida y de diseño personalizado. Algo parecido ocurrió con unos cristales curvos que hay en la zona del ascensor, necesarios a sus ojos. Solo los fabricaba una empresa de Barcelona, y fueron hechos de ese tamaño porque no existían de semejante calibre so pena de empalmar varios más pequeños. Dijo que no, que la burra grande, ande o no ande. Durante años fueron los cristales de ese tipo más grandes del mundo.

"Las reglas que puso a su pequeño ejército es que sobre las mesas de trabajo solo permitía agua y una foto de los hijos o la familia…"

En todas las sedes de los equipos hay una pauta común: siempre hay algún tipo de estancia, espaciosa y diáfana en que que separados por pequeños cubículos muchos técnicos e ingenieros trabajan juntos, pero con cierta intimidad. Los ves si vas a Toro Rosso, Renault o Ferrari; siempre siempre son así, pero en Woking tienen una pequeña y casi imperceptible diferencia con respecto al resto. Las paredes de alrededor de 1,30m de altura tienen una anchura de unos diez centímetros, pero Dennis pidió que las hicieran rematar en punta con una suerte de pirámide corrida a lo largo de toda su longitud. La idea es que la parte superior no fuese plana, como habitualmente, para que allí nadie depositara bolígrafos, papeles, o su enemigo público número uno: recipientes con líquidos. Las reglas que puso a su pequeño ejército es que sobre las mesas de trabajo solo permitía agua y una foto de los hijos o la familia… que debería ser retirada al acabar la jornada laboral. Como en los servicios secretos, nada debe quedar sobre las mesas cuando se abandona el puesto de trabajo.

El sentido del humor es algo que jamás le ha caracterizado pero sí al socarrón de Eddie Jordan, que pareció perderlo todo de golpe cuando Dennis, de manera completamente sorprendente le gastó una broma. El ex director y propietario de la actual Racing Point (el equipo Jordan en los años 90 con el que debutó Michael Schumacher) hace de comentarista para las televisiones inglesas. Un día, durante una entrevista en directo a Christian Horner, le cortó con unas tijeras el cable de sus auriculares. Jordan se quedó automáticamente sin escucha de las órdenes y comentarios de sus compañeros de antena, al irlandés no le hizo ni pizca de gracia, y estuvo jurando en arameo durante unos pocos días. Se supo que fue Dennis porque unas de las cámaras le pilló escapando del lugar del delito con cara de guasa. La misma cara de guasa que se le tuvo que quitar al rectilíneo Ron cuando en 2011 le quitaron el carnet de conducir durante seis meses por acumular un puñado de sanciones de tráfico; esta vez sí que pagó.

La ultima gran decisión de Ron Dennis en McLaren fue asociarse con Honda. No salió tan bien como en los años 80.

No, Ron Dennis no es el diablo aunque tampoco es un tío fácil. Se sabe que sufrió como un padre aquella vez que Mika Hakkinen casi no lo cuenta y el inglés estuvo sentado al lado de su piloto en el hospital durante varias noches; reconoce que lloró al ver el documental de Ayrton Senna o siempre ha habido un hueco en su corazón para con su gente. Lo cuenta el ex mecánico y comentarista televisivo Marc Priestley. Durante un fin de semana de carreras y puestos a volver al hotel tras una juerga a las tantas de la madrugada la cola de espera en la parada de taxis era interminable; él y sus amigos de farra tendrían que esperar horas. En ese momento y de forma inexplicable apareció Ron, vio el percal, y en lugar de pegarles una bronca de calibre aeroespacial cogió su teléfono. Tras una breve llamada, a los tres minutos allí estaba su Mercedes con chofer. Tan solo dijo “devolvédmelo cuando hayáis acabado”.

Con la leña que se ganó al vender sus acciones del equipo, un septuagenario puede fundirse su pasta como le dé la gana, y ¿qué mejor que una supercueva como la de Batman donde guardar su colección de coches? Esto se ha conocido porque un vecino quisquilloso, un tal Charles Manduca, puso una denuncia. El Manduca este no se había comprado una mansión en una de las zonas más caras del reino Unido ‘para ver pasar por delante volquetes y hormigoneras’, y eso no podía ser. Dennis se defendió ante las autoridades diciendo que al lado de su chabola equipado con piscina subterránea, cine, bar, sala de relajación, gimnasio, sauna y bodega estaba creando una obra de ingeniería con esa especie de supergaraje parecido al de Industrias Stark, con un elevador giratorio hidráulico, taller, y una ‘pequeña’ galería de arte. En él metería su extensa colección de supercoches, algunos valorados en más de cinco millones de euros y algún Fórmula 1, y de momento le han dado permiso para su baticueva.

No es el único petrolhead en ese paraíso. Uno de sus vecinos es Jay Kay, el cantaor del grupo Jamiroquai. Pero como no existe el edén perfecto, Ron Dennis tendrá que verle pasar por las mañanas subido a bordo de su coche favorito… que es un Ferrari. Habría que verle la cara.

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