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Virutas F1El fantasma del MTC

En la sede de McLaren existe un pasillo que comunica las instalaciones del equipo de carreras y la factoría de sus coches de calle. Entrar en ese corredor es como colarse dentro de un videoclip de Lady Gaga. Una luz blanca tamizada de origen desconocido te rodea, el silencio más absoluto te envuelve y sólo el sonido de tus pasos te acompaña.

15 min. lectura

Publicado: 07/05/2018 18:30

Hay quien piensa que puede ser Bruce McLaren, quizá Ayrton Senna, o el alma de algún miembro del equipo ya desaparecido que no quiso dejar tirados a sus compañeros. Alguna vez, muy pocas, se le ha visto pero visita a cada poco a técnicos, ingenieros, señoras de la limpieza, agentes de seguridad o a todo aquel que de una u otra forma sea capaz de ayudar que sus coches sean más rápidos. Hay centenares de papagayos mediáticos, vendedores de humo invisible, contadores de fábulas que no tienen ni una sola prueba de que los espíritus existen, pero en McLaren tienen uno en plantilla.

A veces esa entidad incorpórea se cuela en la ropa como la de aquel tipo, un diseñador del morro de los monoplazas, que sufrió una lesión tras una caída en moto. Con la energía de su juventud y lo brillante de su sesera era el encargado de recaudar downforce para sujetar el coche contra el suelo con mayor eficiencia. La escayola que le atenazaba la diestra tras su porrazo motero jorobaba la principal herramienta con la que dibujaba. El espíritu, el alma, o La Fuerza si eres muy de Star Wars le dio el empujón necesario para en tiempo récord aprender a manejarse con la zurda y acabar contra reloj el trabajo necesario y ayudar a su equipo. Cualquier otro se hubiera quedado en casa viendo la tele, leyendo, o jugando a “La ventana indiscreta”, pero algo se coleó en su interior para empujarle hasta el punto de desarrollar una habilidad extra y estar con su equipo, McLaren.

Si alguna vez vas al cumpleaños de un crío en un chiquipark de esos, siempre verás al ruidoso grupo de cabezones corriendo y gritando, tarta por los suelos, botellas de refresco a medias, tenedores de plástico, globos reventados y familias más o menos al completo. Más o menos. La ley general de dividir los días en tercios para trabajar, recrearse y dormir no siempre se cumple cuando tienes que ayudar. El-espíritu-que-vive-en-el-MTC se metió dentro del cuerpo de aquel otro ingeniero que acabó parte de su tarea a media tarde, salió hacia casa, llevó al grupo de amigos de su heredero al cumpleaños para volver al tajo casi a medianoche tras acostarlos; tenía que acabar una pieza.

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La atmósfera en Woking más que sombría, es mustia; no triste, sino no-alegre. Cabezas bajas, trabajo en silencio y entrega más que sumisión, que no es lo mismo. Han transitado de ser referentes de primera a pasar por ser un equipo medianero con coches que no clasifican ni en la zona de puntos. El cambio de aires gracias a los motores Renault les han hecho comenzar la temporada en mejor postura que el año pasado, aunque se aprecie poco. Más o menos están donde acabaron en 2017, y pesar de que la consecución de puntos se ha basado en gran medida en errores ajenos, de ocho intentos han puntuado en siete y aun no han abandonado en ni una sola carrera. El monoplaza es mejor y más rápido que el del año pasado, pero es que el resto también ha movido ficha. El coco de la zona media es aparentemente Haas, el equipo emergente y que sube como un misil es Renault, y McLaren chapotea en la superficie con aciertos de sus pilotos y una estrategia que les ha rendido mejor que a la mayoría.

La turbina de un túnel de viento que no está tan actualizado como el de otros equipos.

Es precisamente en estrategia una de las asignaturas donde más esfuerzo están aplicando en Woking. Si en el resto de formaciones tienen en carrera a quince o veinte fulanos en las ’Salas de Guerra’, en McLaren son más de treinta y aplican la máxima de que sesenta ojos ven más que cuarenta. Cada fin de semana de carreras casi faltan sillas, sin excepción aparecen con el impoluto uniforme del equipo, y todos ellos clavan su mirada en las pantallas, en silencio con los auriculares puestos, sin más compañía que alguna botella de agua o un refresco; nada de comida. Cada vez que preguntan que si alguien se apunta para el fin de semana siguiente Jonathan Neale sonríe al ver que las manos se levantan al instante y sus chicos sacrifican la barbacoa de un domingo en familia para ayudar en lo posible.

Neale, un tipo afable que aprendió media docena de frases en español para tratar con Alonso en aquel divertido anuncio, es el factótum real en el seno de la compañía. Zak Brown ejerce más de comercial, de hombre ante los medios, de pastor ovejero del rebaño, pero las decisiones importantes pasan siempre por el británico, sustituto de facto de Ron Dennis. Es el llamado a bregar con los árabes, que inyectaron ingentes cantidades de dinero en el equipo, billetes que ya no fluyen como antes, y se nota. Donde más es en el apartado de personal, y ahora uno tiene que hacer el trabajo de dos. Por eso los horarios se alargan, el grado de concentración es superior para aprovechar mejor el tiempo, y lo de las horas extras es el postre diario para la mayoría aunque no se cobren. Faltan manos en Woking.

Un año malo puede soportarlo un gran equipo, pero tres seguidos no se lo salta ni el más gitano y bragado de los directores de equipo

La estructura que dejó Martin Whitmarsh era la propia de una escudería ganadora, rica, con recursos inagotables, pero tres años cerrando la tabla pasa factura. Un año malo puede soportarlo un gran equipo, pero tres seguidos no se lo salta ni el más gitano y bragado de los directores de equipo. La sensación desde abajo es que sobran jefes y faltan indios, así que poco a poco la reestructuración de su andamiaje interno seguirá goteando responsables tras la salida de Tim Goss, el poleman del desempleo tras la sorpresa de no verse donde esperaban. Su estructura sufrirá cambios para recuperar la agilidad perdida. De poco sirve que un currito se pase 25 horas seguidas dejándose los ojos en la pantalla con el CATIA para que no haya un tipo esperando en la sala de máquinas de corte y que saque un prototipo esa misma mañana.

Hay ingenieros que se piran de madrugada a casa, remiten a las impresoras 3D sus diseños, y salen disparados nada más levantarse de vuelta para tocar los resultados mientras se beben el café, y esto no puede atascarse porque falta el tipo que lo seca, lo pule, y lo prepara. La disponibilidad del personal ha de caer en cascada de manera vertical desde que alguien tiene una idea, y esa pieza en concreto sale a pista. Por esto y ante algunas carencias, los jefes de equipo han dado un giro de 180 grados, y del cuartel de la legión que era Woking en tiempos de Dennis, ha pasado a la familia tolerante que elude apalear a sus remeros; de ser así, el barco no avanza. Ahora los capos bajan, preguntan por los hijos, por las horas que echan, traen un café de la máquina

McLaren ha cambiado su filosofía e imagen, pero los resultados tardarán en llegar.

A cierto ingeniero que ahora trabaja en Ferrari y que procedía de McLaren le pregunté que cuáles eran las principales diferencian a la hora de trabajar en un sitio o en otro. La respuesta no pudo ser más elocuente: “en McLaren no es que no hablases con los jefes, es que ni siquiera los veías, estaban en otras cosas. En Ferrari parecen de tu familia”. Esto está cambiando de tal manera que hasta Zak Brown, americano, abierto, positivopensante, abre su despacho a todo aquel que quiera sentarse a contarle sus penas un día al mes con la condición de que lo que sueltes será confidencial. Si eres Prodromou, Alonso, o el tío que vigila la entrada puedes ir a llorarle al hombro, pedirle un aumento de sueldo, o darle una idea. ¿Hacen esto en tu empresa? Pues toma nota, porque el futuro pasa por aquí: todos tienen voz.

Cuando te sobra la guita puedes tirarla sin más, pero cuando la tienes contada gastas mucho más cuidado en dónde te la pules. El túnel de viento de McLaren, ese que al principio cuando lo arrancaban dejaban a oscuras a unos pocos pueblos, se quedó obsoleto hace mucho. Ron Dennis hubiera buscado los cincuenta millones de leuros que cuesta uno nuevo, los mismos que hace tres o cuatro años Ferrari se montó al recomponer el suyo, pero a día de hoy resulta una idea lejana. El problema no es ya que no tengan esa leña, sino que no está muy claro que va a ocurrir con lo aerodinámico en el futuro a medio plazo. Ross Brawn y Liberty barajan dar un hachazo técnico al exceso de aerodinámica en la fisionomía en los coches venideros y gastarse ese dineral sería un dispendio inútil de ser así. Por eso siguen acudiendo, como desde hace ocho años al túnel de Toyota, en Colonia. No es lo mismo tener esto al final del pasillo que a hora y pico de avión, y basado en una subcontrata; la distancia es un problema que lastra la agilidad necesaria.

El McLaren Technology Centre es un centro integral en el que cobra vida toda obra de la marca.

Ese lastre no lo tienen esos que se acuestan un sábado noche, se despiertan en domingo por la mañana con una idea que estuvo madurando durante el sueño, y se van al MTC a ponerlo en práctica. La mujer les dice que está loco, y el técnico le responde sólo con la mirada, una sonrisa y un hasta luego-y-no-me-esperes-para-comer. Hay gente que esto lo hace por pasión, por amor a su trabajo y por compañerismo, el mismo que tienen los soldados en combate donde a veces hacen locuras sólo por el tipo de al lado. Eso es lo que significa formar parte de un equipo, sentirlo por dentro tal y como en la filosofía interna de McLaren gusta palpar en sus filas. Cuando vives así el trabajo no te pesa, no te cuesta y no te duele.

Hay gente que esto lo hace por pasión, por amor a su trabajo y por compañerismo

Por eso, si la alarma de incendios de Woking saltase de golpe, como hizo hace poco, todos los integrantes de la papaya-staff saldrían disparados por la puerta como si de un hormiguero en hora punta se tratase. A pesar de ello y de manera invariable aunque le pegaras fuego al edificio entero, seguramente quedaría alguien dentro del edificio, una sola un técnico despistado con su mirada perdida en una pantalla de 21 pulgadas con unos cascos. De manera sobrenatural, un ente incorpóreo le apartaría uno de sus auriculares y le susurraría al oído un “es mejor que salgas”. Y se levantaría parsimoniosamente para salir, rodeado de humo y llamas, sin quitar la mirada de su pantalla. Camino hacia la puerta ese mismo ente le volvería a susurrar algo al oído “pero cuando acabe la alarma vuelve, te necesitamos”. Y el técnico volvería a su mesa aún absorto en su problema.

Fotos: McLaren F1

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