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Bugatti Veyron, un coche creado para batir récords

En el año 2003, Bugatti lanzaba la versión de producción del Veyron, un superdeportivo con 1.001 CV, una velocidad máxima de 407 Km/h y aceleraciones de infarto. A lo largo de los años, muchas han sido las ediciones especiales del modelo, hasta que a comienzos de esta nueva década llegaba una versión con 1.200 CV.

Bugatti Veyron, un coche creado para batir récords

6 min. lectura

Publicado: 19/01/2014 18:14

En el Salón del Automóvil de Ginebra 2001, Bugatti presentaba un primer prototipo del Veyron, para que dos años más tarde, en 2003, en el mismo evento, se diese a conocer el superdeportivo de producción de los 407 Km/h, un vehículo de récord, de ensueño, un coche que ha llenado los fondos de pantalla de adolescentes, adultos y amantes del automóvil.

Bugatti volvía a florecer tras varias décadas en el olvido. Retornaba la fábrica de los sueños, la factoria de la velocidad. La empresa de Ettore Bugatti regresaba de la mano del Ferdinand Piech como un laboratorio, donde lo aprendido en el desarrollo del Veyron se utilizaría años más tarde en los vehículos de producción del Grupo Volkswagen. El capricho de un hombre se convertiría, con el paso del tiempo, en la ambición de otros muchos.

Bajo la denominación Veyron 16.4 se construyó el automóvil más rápido de la faz de la Tierra. Con un motor, localizado en posición central-trasera, de dieciséis cilindros dispuestos en W (cuatro bancadas de cuatro cilindros cada una) y cuatro turbocompresores se alcanzó, en un primer momento, 1.001 CV de potencia, cifra que permitió, gracias a la aerodinámica, superar por primera vez en un vehículo de producción la barrera de los 400 Km/h.

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Las cifras ahí estaban, pero en su desarrollo no todo fue coser y cantar. Semejante motor no solo necesitaba un sistema de refrigeración por encima de lo establecido (El Bugatti Veyron utiliza diez radiadores), si no una caja de cambios lo suficientemente resistente y rápida para no desperdiciar ni una milésima de segundo acelerando. Para ello, los ingenieros construyeron una transmisión automática de doble embrague y siete relaciones, con cambios de marcha superiores a los de un Fórmula 1. El proyecto comenzaba a tomar forma.

La tracción, desde un primer momento, tuvo que ser a las cuatro ruedas controlada mediante un ordenador y un diferencial central de tipo Haldex. El chasis tendría que fabricarse bajo las características de un monocasco de fibra de carbono, aumentando de esta manera la rigidez, la seguridad de los ocupantes y reduciendo drásticamente al mínimo el peso final del vehículo, cifra que alcanza los 1.963 Kg en la versión original.

La aerodinámica, al igual que los frenos, se basaron en ingeniería aeronáutica. En el primer caso, unas líneas suaves permitieron disminuir la resistencia aerodinámica al aire, mientras que un alerón trasero se desplegaba o bien al superar los 200 Km/h o a petición del conductor, rebajando también la altura al suelo gracias al uso de una suspensión neumática.

El equipo de frenos, formado por cuatro discos de carbono perforados y ventilados se complementaban con el alerón trasero anteriormente mencionado, el cual variaba su ángulo de posición dependiendo de las condiciones de conducción impuestas por el piloto.


En el año 2.009, tras ser presentado en 2008, daba comienzo la fabricación del Bugatti Veyron Grand Sport, una variante targa del superdeportivo, con idéntica mecánica y una velocidad máxima y aceleración ligeramente inferior. En 2011, la fábrica de Molsheim se preparaba para recibir el Veyron SuperSport, un super Veyron con 1.200 CV de potencia y 1.500 Nm de par motor.

Esta última versión mantenia la mecánica base idéntica al primer Veyron, aunque a diferencia de este, el SuperSport, hacia uso de unos turbocompresores e intercoolers de mayor tamaño con el objetivo de generar 199 CV extra. Los paneles de la carrocería se fabricaron en fibra de carbono mientras que componentes de la suspensión como los muelles, las barras estabilizadoras o los propios amortiguadores se adapataron para mantener la seguridad a velocidad extrema. La aerodinámica se mejoró.


El 0 a 100 Km/h se mantenía en los 2,5 segundos originales, mientras que la velocidad máxima aumentó hasta los 431 Km/h, cifra que se limitaría a 415 Km/h en las versiones de producción. Según la marca, esta restricción se realizó con el objetivo de proteger los neumáticos.

En la actualidad, únicamente se puede adquirir el Veyron GrandSport y el SuperSport Vitesse, la versión targa del 1.200 CV. El resto de variantes finalizarón su fabricación.

Fotos: Bugatti

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