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¿La DGT? Como Dios (omnipresente y omnímoda)

La DGT ha recibido un nuevo equipamiento que se usará esta Semana Santa: 13,7 millones de euros en 1.000 etilómetros, 694 detectores de drogas, 291 motos y 60 radares portátiles. Las patrullas se vuelven más independientes de los equipos de atestados y vehículos camuflados.

8 min. lectura

Publicado: 21/03/2018 21:00

Ayer la DGT presentó en sociedad sus nuevos "juguetes", que serán empleados por la Guardia Civil de Tráfico. El anuncio viene en buen momento, se aproxima una de las épocas de mayor éxodo interno de los españoles en muy poco tiempo, coincidiendo con festividades religiosas: 15,5 millones de desplazamientos, ¡casi nada!

El mogollón circulatorio da comienzo a las 15:00 del viernes, cuando ya estará operativo todo el material. En recientes fechas conocimos la adquisición de Toyota Prius y Renault Kadjar para los agentes. Las compras han continuado, y la última dará más "poderes" a los agentes, aunque vayan en moto.

El objetivo es tener una patrulla integral: los agentes podrán detectar infracciones de velocidad, medir el nivel de alcoholemia y detectar la presencia de drogas en el organismo, todo en uno. Estas infracciones están muy ligadas a la siniestralidad vial, aunque no de forma absoluta y taxativa.

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Veloláser montado en un turismo

Una de las estrellas de la equipación de los agentes son los radares portátiles Veloláser, desarrollados y fabricados en España por Invia Sistemas. Estos aparatos pasan desapercibidos por los detectores de radar basados en banda K y Ka, ya que funcionan con láser, y son inmunes a inhibidores. Se montan y desmontan en un minuto.

Son capaces de detectar excesos de velocidad hasta 250 km/h, en ambos sentidos de la circulación y en dos carriles. También puede detectar que un vehículo no respeta la distancia de seguridad, y hace la distinción entre ligeros y pesados para determinar si el límite se está violando o no.

El agente puede encontrarse a unas decenas de metros de distancia y controlarlos mediante WiFi o 3G/4G, por lo que el aparato puede estar muy bien camuflado. Son aptos para colocación en trípode o colgados de una bionda, de día y de noche. Su gran movilidad y reducido tamaño aumenta su eficacia y disminuye la capacidad de los conductores de verlos o pasar avisos a terceros (p.e. grupos de WhatsApp).

Según su fabricante, tiene la máxima eficacia cerca de zonas "sensibles" como la cercanía de colegios, urbanizaciones, parques infantiles, etc. La tecnología puede usarse bien o mal, y si se usa correctamente, puede ayudar a la seguridad vial. Si se usa con malas artes, aumentará la recaudación por multas, no tanto la seguridad vial.

Normalmente los conductores tienden a circular más despacio cuando aprecian riesgo, y más rápido cuando no lo aprecian. Cada hijo de vecino hace sus propias quinielas, lo ideal sería tener criterios más sólidos, pero habría que empezar por tener límites creíbles y más fáciles de respetar; eso ya es otro debate.

Los agentes podrán montar controles de velocidad virtualmente en cualquier sitio, lo que sumado a los helicópteros Pegasus, cámaras automáticas y los coches camuflados, el conductor impío tendrá cada vez mayor sensación de presión por parte de la autoridad. Se supone que estos radares láser se emplearán más en las vías secundarias, donde se producen la mayoría de los accidentes. Ya veremos, ya...

Esta imagen incita al personal a portarse bien, la disuasión es importante para asegurar el cumplimiento de las normas

Los conductores que circulen con copas de más se verán mucho más presionados, ya que los agentes con el nuevo equipo podrán hacerles la prueba sin esperar a que vengan los de atestados. Esto no tiene nada de malo, deben presionar más en ese sentido. Los que circulen bajo los efectos de las drogas, también, que sientan el aliento de los agentes en la nuca, pues son un peligro para todos.

Ahora bien, estos controles pueden dar mucho falso positivo con aquellas personas que consumen sin conducir, y que no teniendo ya síntomas, conducen. Según el Tribunal Constitucional, la mera presencia de ciertas sustancias en el organismo ya es una conducta prohibida, haya efectos o no, por lo que aumentarán las sanciones. Muchos tendrán que replantearse mucho sus hábitos de consumo si no quieren tener grandes problemas.

La DGT roza la invasión de competencias de Sanidad

Poco a poco, la DGT está logrando una enorme eficacia punitiva gracias a la tecnología. Los años de picaresca tocan a su fin, y sin que los coches autónomos sean una realidad cotidiana. Al menos estas últimas compras facilitarán que los agentes expidan las "recetas" en el lugar de los hechos, no al cabo de semanas y por carta enviada desde León. Cuando todos pensemos en verde, seremos más obedientes y rectos, no nos queda otra.

No quisiera ser malinterpretado, la DGT está en su obligación de velar por la seguridad de todos y de crujir a aquellos que nos ponen en riesgo con sus conductas negligentes o temerarias. Ahora bien, puede que se ponga el foco demasiado en algunas infracciones que no representan tanto un peligro objetivo: por ejemplo, un conductor que se fumó un porro hace cuatro días y que circula a 52 km/h en una zona limitada a 40 por haber un colegio... y en domingo.

A muchos nos gustaría ese celo vigilante y sancionador en otras conductas que son más peligrosas o que causan inseguridad constante, como el incorrecto uso de los carriles, adelantamientos antirreglamentarios, el estado mecánico (no por campañas, todos los días) o quienes van sin seguro o sin permiso. En ese sentido, el gran hermano puede ser hasta aceptable.

En 2017 se fijó un objetivo de recaudación de 355 millones de euros en multas, una barbaridad

Si el ciudadano percibe que van más a por su bolsillo que a por los "malos", resulta difícil pedir obediencia y sumisión. En sentido contrario, cuando la mera presencia de los agentes no implica intranquilidad, sino alivio, y que solo se reciben multas bien merecidas, somos más proclives a colaborar. Esperamos que la DGT sea capaz de usar estos medios sabiamente y no como forma de financiarse.

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