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Dieselgate: qué es, cómo se descubrió y cuáles han sido sus consecuencias

El escándalo de las emisiones contaminantes de los vehículos del grupo Volkswagen destapado en 2015 ha generado múltiples cambios en la industria de la automoción. Así se desarrolló el Dieselgate y estas fueron las consecuencias.

Dieselgate: qué es, cómo se descubrió y cuáles han sido sus consecuencias
Los motores TDI del grupo Volkswagen protagonizaron un escándalo sin precedentes.

8 min. lectura

Publicado: 04/01/2021 18:15

Actualizado: 04/01/2021 18:37

El denominado «Dieselgate» es un escándalo relacionado con las emisiones contaminantes de 11 millones de vehículos de las marcas Volkswagen, Audi, SEAT, Škoda y Porsche (pertenecientes al grupo Volkswagen) entre 2009 y 2015. En concreto, los motores diésel de determinados modelos podían llegar a emitir hasta 40 veces más de lo legalmente aceptado de partículas de óxidos de nitrógeno.

Así se descubrió el Dieselgate

La organización sin ánimo de lucro International Council on Clean Transportation (ICCT) inició en 2012 el desarrollo de un estudio conjunto con la Universidad de West Virginia para determinar el alcance de las discrepancias de las emisiones de vehículos diésel en condiciones reales.

Para dicho estudio, se utilizaron tres modelos durante un trayecto de 2100 kilómetros entre San Diego y Seattle, por la costa oeste de Estados Unidos: un BMW X5, un Volkswagen Jetta y un Volkswagen Passat. Estos dos últimos llegaron a emitir valores hasta 35 veces superiores a los límites legales establecidos en el país norteamericanos, por lo que el estudio se puso en conocimiento de la US Enviromental Protection Agency (EPA) y la California Air Resources Board (CARB).

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Numerosos modelos de Volkswagen y otras marcas del grupo utilizaron los motores trucados.

En 2013, el ingeniero valenciano Vicente Franco comenzó a colaborar en la investigación iniciada por el ICCT y la Universidad de West Virginia para comparar las diferencias entre las emisiones de los vehículos diésel de Estados Unidos y Europa, corroborándose las sospechas iniciales.

Así, en septiembre de 2015, la EPA hizo público el fraude, que afectaba principalmente a los motores TDI EA189 de cuatro cilindros de 1.2, 1.6, 2.0 y 3.0 litros de cilindrada de un total de 40 modelos distintos del grupo Volkswagen repartidos entre las marcas Audi, SEAT, Škoda, Volkswagen y Porsche.

El truco técnico del Dieselgate

Pero, ¿cómo consiguió el grupo Volkswagen burlar los controles de emisiones contaminantes de Estados Unidos y Europa con los motores afectados durante seis años?

Según una investigación interna de la empresa, un grupo de ingenieros había estado desarrollando desde 2005 un sistema que permitiera cumplir con las normativas gubernamentales, ya que se vieron incapaces de hacerlo legítimamente con el tiempo y presupuesto del que disponían en ese momento.

Así se gestó el truco técnico que dio origen al Dieselgate.

La trampa consistía en un software capaz de manipular los resultados al detectar la realización de la prueba de emisiones, volviendo los motores a su funcionamiento normal en condiciones reales de conducción y emitiendo valores ilegales de óxidos de nitrógeno. Dicho sistema de alteración de los resultados se mantuvo durante seis años, por lo que se consideró un acto fraudulento intencionado.

Las consecuencias del Dieselgate

El escándalo generado a nivel mundial ha propiciado un punto de inflexión en la industria de la automoción que abarca mucho más que el devenir del grupo Volkswagen.

A nivel interno, la empresa alemana ha tenido que hacer frente a multas y compensaciones millonarias, entre las que se encuentran los 14.700 millones de dólares a afectados en EEUU pactados con el Gobierno Federal de los Estados Unidos, los reguladores del estado de California y 475.000 propietarios de vehículos diésel afectados.

Además, el grupo germano debió asumir una multa de 4300 millones de dólares impuesta por el Departamento de Justicia de EE.UU, mientras que sólo 52.000 propietarios afectados habían decidido no devolver los vehículos, que en su lugar debían ser reparados por el grupo Volkswagen.

Grupo que, de igual modo, anunció a finales de 2016 que renunciaba a comercializar vehículos con motor diésel en Estados Unidos. En enero de 2017, el FBI detuvo al responsable de gestión de emisiones de Volkswagen en Estados Unidos por conspiración para defraudar, cargo del que pocos días después la propia marca se declaró culpable, acordando pagar 2800 millones de dólares como multa penal y 1500 millones de dólares como multa civil, siendo imputados seis ejecutivos.

Pero a un nivel más global, el Dieselgate ha tenido consecuencias incluso más relevantes, pues ha acelerado la transición de la industria de la automoción hacia la electrificación, algo sin duda impulsado por nuevas medidas gubernamentales derivadas del escándalo.

El primer resultado de todo ello fue la sustitución del sistema NEDC de medición de emisiones contaminantes por el Ciclo WLTP, mucho más realista y preciso. Ello ha venido acompañado de diversas acciones políticas encaminadas a limitar o acabar con las emisiones contaminantes en los núcleos urbanos, ya que ciudades como Madrid limitan la circulación en función de las mismas con las etiquetas DGT y diferentes gobiernos han puesto en marcha planes de aniquilación de los motores de combustión interna a largo plazo.

Todo ello ha provocado que las marcas apuesten por la transición hacia la movilidad eléctrica, minimizando o desechando las mecánicas diésel en beneficio de las híbridas y eléctricas, así como la creación de submarcas o proyectos exclusivos de movilidad de este tipo como pueden ser IONIQ de Hyundai, EQ de Mercedes, o ID. de la propia Volkswagen.

Proyectos que permitan a la industria y sus corporaciones asumir las cada vez más restrictivas medidas gubernamentales mientras crean una imagen mucho más sostenible, limpia y amable con el medio ambiente que permita enterrar las consecuencias negativas de un Dieselgate que transformó la automoción para siempre.

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