Los nuevos límites de emisiones no solo les saldrá caro a las marcas, los coches se encarecerán en 2025
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El filtro antipartículas es un componente vital en los vehículos diésel modernos. Este dispositivo atrapa y elimina las partículas sólidas del escape, contribuyendo a mejorar la calidad del aire y cumplir con las regulaciones medioambientales.
A medida que las normativas europeas anticontaminación han ido endureciéndose, los vehículos diésel han tenido que incorporar diferentes métodos para seguir el ritmo de los gasolina y cumplir con las exigencias normativas.
Debido a ello surge el filtro antipartículas, que en 2011 se hizo obligatorio para los diésel a través de la normativa EURO 5, aunque anteriormente algunas marcas lo ofrecían como opción en determinados modelos.
Un filtro antipartículas -denominado también FAP o DPF (Diesel Particulate Filter) y que no debe confundirse con el catalizador- tiene como cometido reducir en alrededor de un 99% la emisión de partículas sólidas y óxidos de nitrógeno generados en la combustión de un propulsor de gasóleo. Un modo muy sencillo de detectar si un vehículo tiene instalado un filtro de este tipo es comprobar si emite una nube de humo negro, especialmente al acelerar a bajas revoluciones o en subida. En caso negativo, dicho coche contará con este elemento.
En esencia, el filtro antipartículas está formado por un panal cerámico poroso y dotado de numerosos conductos que atrapan las partículas emitidas por el motor. Se coloca en el sistema de escape y en ocasiones forma parte de una única pieza junto con el catalizador, aunque ambos siguen cumpliendo su función de manera independiente.
A medida que recoge partículas, el filtro se va saturando, lo que crea un diferencial de presión entre la salida y la entrada. Esto le sirve a la centralita electrónica para considerar que es necesaria la regeneración del filtro, que en realidad consiste en quemar las partículas atrapadas mediante la pirólisis.
Dicha regeneración dura alrededor de 20 minutos y no debe interrumpirse, intentando incluso contribuir al proceso al mantener el motor por encima de las 2000 revoluciones por minuto, lo que ayuda a generar más temperatura en los gases. Además, la centralita inyecta más gasóleo a la cámara para incendiar los escapes, lo que genera un aumento de consumo cercano al 10%.
Actualmente se utilizan dos tipos de filtros que se colocan y funcionan a temperaturas distintas en función de si incorporan aditivo o no.
Sin aditivo: la ausencia del mismo hace que sea necesario colocar el filtro muy cerca del motor para aprovechar al máximo la temperatura, pues son necesarios al menos 650 ºC para realizar la regeneración. Es el tipo más común y suele durar tanto como el coche en el que va instalado.
Con aditivo: este modelo de filtro usa la cerina como aditivo para reducir la temperatura necesaria para la regeneración en unos 100 ºC, por lo que puede colocarse en una zona más alejada de la línea de escape.
El aditivo, que no debe confundirse con la urea o AdBlue que exige la normativa EURO 6, se va consumiendo con cada regeneración y por lo tanto debe reponerse según la recomendación del fabricante, que suele oscilar entre los 80 000 y los 140 000 kilómetros, algo a lo que también contribuye el tipo de conducción y la frecuencia con la que la regeneración sea necesaria. El coste de la reposición ronda los 100 euros.
Uno de los principales problemas que suelen sufrir los filtros antipartículas es su obturación a consecuencia de haber interrumpido en varias ocasiones el proceso de regeneración. En ese momento el cuadro de mandos emitirá un aviso y es muy probable que el motor no funcione bien. En caso de no poder realizar la regeneración, repararlo costará alrededor de 1000 euros.
Para ello, es aconsejable tener en cuenta lo siguiente:
No apagar el motor durante la regeneración. Algunos coches indican que se está realizando la misma mediante un testigo, pero de no ser así se puede llegar a detectar al notar que el consumo de combustible instantáneo aumenta o que el motor suena más de lo habitual, aunque no siempre es sencillo.
Respetar los tiempos de mantenimiento. Suena obvio y lo es, pero es habitual no tomarse lo suficientemente en serio las revisiones del vehículo y, en el caso del filtro antipartículas, las consecuencias son igualmente dolorosas para el bolsillo a largo plazo.
Evitar trayectos cortos. Cuando se realizan paradas frecuentes o trayectos urbanos de corto recorrido, el motor no alcanza la temperatura idónea y el filtro no funciona correctamente. Además, el proceso de regeneración no será posible al no alcanzarse los grados suficientes para realizar la pirólisis. En caso de conducir mucho por ciudad, hay que procurar salir a la carretera al menos durante media hora cada aproximadamente 1000 kilómetros y a altas revoluciones, para permitirle al motor completar la regeneración.
Elegir un lubricante específico. Los aceites con bajo contenido de cenizas, fósforo y azufre están especialmente indicados para coches con filtro antipartículas, pues durante la regeneración el combustible adicional inyectado ensucia más el lubricante.
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