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Fórmula 1El fin de Kimi Räikkönen

La Fórmula 1 parece querer prescindir del último finlandés Campeón del Mundo que, a sus 35 años, pasa por el peor momento de su carrera. El que en su día fue señalado por muchos como el sucesor de Michael Schumacher, parece incapaz de revertir una situación que dura ya demasiado tiempo.

8 min. lectura

Publicado: 25/06/2015 09:30

Kimi Räikkönen llegó a la Fórmula 1 con tan poca experiencia en monoplazas (en realidad muy similar a la de Max Verstappen antes de debutar este año) que la FIA le concedió una superlicencia provisional efectiva para sólo los primeros Grandes Premios de la temporada, aunque pronto se ganó el respeto de la parrilla con sus buenos resultados y su consistencia en la pista. Ese mismo año debutaron junto a él Juan Pablo Montoya, Fernando Alonso y Enrique Bernoldi, pero la prensa internacional señaló al finlandés como el piloto del futuro: quien estaba destinado a retirar a Michael Schumacher.

Hiperveloz, como el periodista Carlos Miquel le definió en sus mejores años ya como estrella de McLaren, Räikkönen se destapó como un piloto brillante en clasificación, además de consistente y certero en carrera. Cuando Fernando Alonso pasó a Renault, ambos compartieron protagonismo, pero sin un claro ganador en la batalla por convertirse en el futuro referente de la categoría.

Posiblemente el mejor año de Kimi fue 2003, una temporada en la que Adrian Newey -por entonces en McLaren- apostó por el radical MP4-18 que nunca llegó a debutar tras múltiples problemas mecánicos en los tests. Todo ello obligó al equipo a hacer frente a Ferrari con el MP4-17D, que no era más que el coche del año anterior puesto al día. A pesar de todo, Kimi mantuvo el pulso con Michael Schumacher y la todopoderosa Ferrari, que ya encadenaba tres títulos consecutivos por aquella época. Finalmente, sólo dos puntos separaron a Kimi de su primer título mundial. Tras eso, McLaren alternó grandes coches poco fiables con monoplazas discretos, mientras Ferrariprimero y Renault, después, alcanzaban la gloria repetidas veces.

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Finalmente, en 2007, Räikkönen llegó a Ferrari como el definitivo sucesor de Michael Schumacher en la Scuderia. Por aquel entonces, Kimi ya se había ganado cierta fama de poco dado a trabajar fuera del coche y de mostrarse reacio a participar en los múltiples eventos promocionales de McLaren. Pero en ese primer año en Ferrari, su ingeniero de pista, Chris Dyer, supo sacar lo mejor de él y, con la ayuda del drama de McLaren, tomó definitivamente el testigo de Mika Häkkinen como último finlandés Campeón del Mundo.

¿Y después? Kimi se esfumó. Al menos el Kimi que nos enamoró en sus años de McLaren y en esa primera temporada en Maranello. Un piloto del talento de Iceman se permitió el lujo de verse tuteado -incluso superado- por Felipe Massa. Cierto es que el brasileño estaba en el mejor momento de su carrera y su capacidad de evolución -por aquel entonces muy notable- le había convertido en un rival muy consistente. Pero Felipe, sencillamente, no debió haber sido rival para Kimi.

Quién sabe si por causa o efecto, lo cierto es que Ferrari terminó tirando su juguete roto a la basura para comprarse uno nuevo: Fernando Alonso. Y a Kimi no le quedó otra que pasarse a los rallyes. Podría haber seguido en la Fórmula 1, pero llegó a odiar en lo que ésta se había convertido y sin victorias terminó por ser insoportable. Seguramente Kimi nació para correr en una Fórmula 1 de otra época. Una F1 de hace 40 años. Más libre, más descarada, más excitante.

Kimi saltó de cuneta en cuneta durante dos años hasta que Lotus y Williams le tentaron para volver de nuevo a las pistas. Los rallyes -que habían sido su válvula de escape- dejaron de ver un filón en Kimi y la alternativa pasó a ser volver a la F1. El problema es que en muy poco tiempo las cosas habían cambiado mucho y, en especial, una: los neumáticos.

"Las clasificaciones de Kimi, otrora un espectáculo digno de ser contemplado, se han convertido en un compendio de excusas, errores y medianías"

Räikkönen nunca ha tenido demasiada destreza a la hora de lidiar con las particularidades propias de la gestión de los neumáticos. Fino y rápido, nunca ha tenido problemas con la degradación. Nunca ha sido ése su problema. Pero en la F1 del graining o de la capital importancia de detectar la ventana óptima de funcionamiento de las gomas, Kimi ha estado siempre muy perdido.

Pero con todo y con eso, el principal problema que tiene Kimi en la actualidad no es su incapacidad para adaptarse a los Pirelli, es algo mucho peor. Ni siquiera en la sobrevalorada época que pasó en Lotus llegó a ser tan consistente y decidido como lo fue en sus mejores años. Las clasificaciones de Kimi, otrora un espectáculo digno de ser contemplado, se han convertido en un compendio de excusas, errores y medianías. En carrera, Kimi muestra retazos de lo que lleva dentro, pero ni lo demuestra todos los domingos, ni tampoco durante toda la carrera (especialmente en la primera fase de las mismas). Aquel Kimi fascinante con depósitos llenos desapareció junto al hiperveloz clasificador.

Fernando Alonso le destrozó en 2014 con un monoplaza lento y traicionero. Sebastian Vettel está haciendo exactamente lo mismo con un coche mucho más noble y equilibrado. Ya ni siquiera el recurso de los pilotos menos brillantes -que siempre renacen con un monoplaza más sencillo de llevar a su límite- está siendo suficiente para devolvernos al Kimi que tanto nos maravilló y que, por desgracia, hace demasiados años que no está.

A Kimi se le exige más que a la mayoría, es uno de los peajes que deben pagar los grandes. Por desgracia, Kimi ya no es un grande, sino un piloto prescindible para la Fórmula 1. Y da la impresión de que la F1 también lo es para él.

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