Gran Premio de Las Vegas 2025: McLaren, Elkann y el cartón piedra
Lando Norris aferraba al final de la carrera con una mano el ansiado título de campeón del mundo con su segundo puesto, pero con la sanción impuesta a McLaren por el desgaste del patín todo queda en el aire.

Norris roza el título. Y es que el británico estuvo espléndido en clasificación, con agua –esta vez sí se podía correr en agua, parece ser–, haciendo relucir un talento al volante que no se le pone en duda, pero que a veces parece diluirse en momentos de bruma.
Como tuvimos el domingo en la salida. Pese a no tener que arriesgar, jugó a ser agresivo con Max Verstappen, y el resultado fue que se fue largo en la primera curva, cayendo al tercer lugar al ser superado por Russell. Luego, oficio de carrera, ascendió de nuevo al segundo puesto, pero esos errores son los que ponen manchas en su año.
Ferrari lleva 17 años sin ganar un título, y pilotos con talento han pasado por Maranello, de Alonso a Vettel, de Räikkönen a Leclerc o Hamilton.
Desde Singapur, su mundial está siendo regular y sólido. Lo que se espera de un campeón del mundo. Pero tras la carrera, la sorpresa fue la descalificación de ambos monoplazas color papaya por excesivo desgaste del patín de madera. Al principio se dudó por la gasolina, pero fue la madera.
Así que el único que mantiene una trayectoria de regularidad en este final de campeonato es Max Verstappen, que se mantiene vivo en el campeonato, a sólo 24 puntos de Norris, ya en segunda posición empatado con Piastri.
Su victoria en Las Vegas fue rotunda. Sin fallos. Casi un mero trámite: liderato en la salida y viajar hasta la bandera de cuadros. No hubo sobresaltos. Y eso, unido a una nueva actuación gris de Oscar Piastri, le lleva a estar ya segundo. ¿Y quién sabe qué pasará en las dos carreras que quedan?
Porque de repente McLaren se ha metido en un problema que nadie esperaba. Iban a salir de Las Vegas con el título de Lando Norris agarrado con una mano, pero se van con todo más abierto que nunca por un error en el reglaje del coche –demasiado bajo, demasiado roce, demasiado desgaste-. Puede haber pánico en Woking la semana que viene.
La crisis de Ferrari y John Elkann
Dejando de lado a los contendientes por el título, es de justicia descubrirse ante el talento de Charles Leclerc, que sigue poniendo al Ferrari donde no le corresponde. Su carrera en Las Vegas, con un coche que no se adaptaba a la pista, fue fantástica hasta el cuarto final –quinto sin sanciones- desde el noveno en parrilla.

Hace unos días, el presidente de Ferrari, John Elkann, lanzaba una crítica hacia sus pilotos para que hablasen menos fuera de la pista y se centrasen en pilotar. Que este ingeniero de 49 años no tiene la espesura de anteriores dirigentes ferraristas es obvio, no hablamos ya de Enzo, sino del propio Luca di Montezemolo.
Y es que el presidente de Ferrari N.V., la marca holandesa que fabrica coches en Maranello, por no tener no tiene ya ni la dignidad del apellido de su estirpe, donde su abuelo, Gianni Agnelli, fue una figura troncal de la industria italiana. Este títere de cuarenta y nueve años al mando del nombre más grande del automovilismo mueve a la ternura.
Porque se equivoca. Porque Enzo Ferrari o Montezemolo podían equivocarse, pero había lógica y peso en sus palabras. Y la mencionada dignidad. Y se centraban en el verdadero problema de la Scuderia. Y estos problemas no son precisamente los pilotos, o no tanto.
Elkann sacó pecho por la victoria en el WEC de la sección de resistencia de la marca –vamos a obviar que la gestión es de AF Corse-. Pero si mira a su Scuderia de Fórmula 1, verá que Charles Leclerc sigue hablando en pista como uno de los pilotos de mayor talento de su generación, y en opinión de quien aquí escribe, el único a la posible altura de Max Verstappen.
Quizás debería asumir en un entorno más privado que su elección personal, Lewis Hamilton, no está funcionando en todo el año. Que en Las Vegas el británico clasificara último –algo que no pasaba desde Abu Dabi 2009 con Giancarlo Fisichella- es lo que debería preocupar a John, el italoamericano.
Porque Hamilton no se ha olvidado de pilotar, no pierde con una temporada triste su patrimonio deportivo, pero sí que pone el punto de mira en otra zona: el equipo, el coche, la ingeniería. Ferrari lleva 17 años sin ganar un título, y pilotos con talento han pasado por Maranello, de Alonso a Vettel, de Räikkönen a Leclerc o Hamilton.
Así que haría mejor el presidente en guardar un decoroso silencio ante la evidencia de que la Scuderia lleva años sin un programa ordenado para luchar por el campeonato del mundo, abrazándose a las genialidades puntuales de ingenieros y pilotos para brillar. No es la Ferrari de inicio de los noventa, pero languidece en una zona alta gris. Ahora es cuarta del mundial. Lo que se merece.
Nos sobra Las Vegas
Como se merece Las Vegas una profunda reflexión. Que la pista en sí no aporta nada es una obviedad, pero que se permitan ciertas cosas que en otra pista implicarían una fuerte sanción o su caída del campeonato, resulta lamentable.
Que la pintura del trazado no sea la homologada por la FIA para las carreras, de modo que con agua se vuelva en una pista de patinaje. Que tengamos en la F1 Academy a una grúa circulando en mitad de la pista, por mucho que los coches rueden bajo el coche de seguridad. Que, en la carrera, sin neutralizar, haya comisarios en una escapatoria de una curva sólo señalizada con doble amarilla, pero en régimen de carrera.

Y claro, que las alcantarillas, como hace dos años, vuelvan a desprenderse, con el tremendo peligro para la vida de los pilotos. Una de esas piezas volando hacia un piloto puede que no la salvaría ni el halo. Y quizás sea alarmista, pero debería ser intolerable. Hasta que recuerdas que el promotor de la carrera es la propia Liberty Media, dueña de la F1. Y claro, tenemos muchas tomas aéreas para gozar de la visión luminosa de esa ciudad de cartón piedra.
Y hasta ahí llega todo atisbo de exigencia al trazado, que para los otrora prestigiosos premios Autosport fue considerado este 2025 el “promotor del año”, en un claro masaje mediático a los dueños del negocio. Y es que la vergüenza que produce todo el esperpento alrededor del GP de Las Vegas es inversamente proporcional a las ganancias que toda esa fanfarria produce a los promotores.
Por desgracia, la Fórmula 1 es ya un libro que te compras por la portada, pero cuyo contenido es soporífero y lamentable. Y lo que se prevé en 2026 no augura precisamente nada bueno. Pero esperemos a acabar este largo año, en dos pistas como Catar y Abu Dabi, que no son Las Vegas, pero aportan casi lo mismo al espectáculo. Salvo que decidirán el mundial. Cosas del calendario, y de McLaren.
