Virutas F1Marea roja
Durante el la carrera de Monza de este año, el encargado de amenizar al respetable puso música muy variada por la megafonía. Entre otras, hizo sonar ópera en voz de Andrea Bocelli, y también una que parecía dedicada a Mattia Binotto.
La copla de Boney M, remezclada por David Guetta, era «Gotta go Home/Tienes que irte a casa». Parecía una profecía, porque meses después el director de Ferrari ha hecho sus rojas maletas. Todo parece indicar que sí ha sido una dimisión presentada de manera personal, ya que seguirá siendo director en funciones hasta la Nochevieja del presente; si hubiera sido despedido, no pasaría en Maranello ni un minuto más, como hicieran otros directores previos.
Ha sido una salida digna, y propia de una compañía en la que ha habitado de manera noble y cumplidora durante casi tres décadas. Este suizo de nacimiento fue durante años ingeniero de motores, y le endiñaron el embolao de llevar las riendas del todo. Muchos sospecharon —Gary Anderson, por ejemplo— que su gestión haría aguas «por ser un excelente gestor técnico, pero no de sistemas complejos como es un equipo de F1». A pesar de todo, sorpresa no ha sido.
Ferrari hace las cosas a la italiana, esto es, de manera dramática y a golpe de corazonada
El rumor ya segaba la hierba bajo sus pies a finales de la temporada previa, pero el fe-no-me-na-le comienzo de temporada de este 2022 disiparon las dudas de muchos; dudas que volvieron cuando vieron el enorme avance de Red Bull mientras que el equipo rojo parecía un pato sentado, arreactivo, sin mejoras ni avances visibles, y padeciendo dolorosos errores estratégicos que les restaban puntos. Esto es lo que saltaba a la vista, pero cuando un cargo como este se pone en duda nunca suele ser por una causa, sino por varias.
A Mattia Binotto se le han juntado los muertos encima de la mesa y todo indica que ha sido la pérdida de confianza de John Elkann, el amo del cortijo, lo que le ha enseñado la puerta de la calle. A ojos del rector último le supo mal una gestión mejorable ante la marcha de Sebastian Vettel; los aún por aclarar incidentes con FIA a cuenta de su motor en 2019; la falta de un peso político en esta jugada que a Red Bull por un abuso equiparable este año se ha ido con una multa y dos títulos bajo el sobaco; una falta de apuesta clara y masiva por Charles Leclerc para equiparar a sus dos pilotos, y estrategias de carrera discutibles con resultados indeseados.
La guinda a este pastel de amargo sabor se le une el haber abierto la temporada como hacía años que no lograban, tener sometidos a su mayor oponente a casi medio centenar de puntos, y verse superados de manera masiva con títulos recabados a meses vista del final de la temporada. Para Elkann, su equipo no ha sido derrotado sino humillado, a pesar de disponer de un coche excelente al inicio del año y que se ha ido diluyendo poco a poco con la caída de las hojas del calendario.
Ferrari hace las cosas a la italiana, esto es, de manera dramática y a golpe de corazonada. A veces les funciona y salen genialidades, pero los tiempos de cocción de un equipo de Fórmula 1 parecen atender a las pautas culturales de los anglosajones. A los japoneses se les suele quedar crudo a pesar de hornear largo y tendido, y a los italianos el plato se les tiende a abrasar con el fuego a toda castaña. El bueno de Mattia, porque es un tipo bastante apreciado en el seno de la Scuderia, pidió tiempo en un proceso de mejora para una formación que parece hecha de granito a la hora de cambiar de rumbo.
Existe la virutera sospecha de que a Binotto se lo ha cargado el límite presupuestario. Ahora ser rico tiene sus desventajas porque aunque tengas la guita, no te la puedes fundir como pudiera ser tu deseo. El plan parece relativamente obvio: Ferrari arrea de lo lindo al inicio de la temporada, detecta la superioridad de Red Bull y una dolorosa falta de forma de Mercedes. A sabiendas de que no serán capaces de pillar a los de azul, y que los de la estrella no les alcanzarán, deciden abandonar el desarrollo del F1-75 y se ponen manos a la obra con el coche del año que viene. Pura estrategia empresarial. Red Bull parece haber desarrollado más de un coche este año y se ha fundido lo más grande sin mirar atrás.
Se escaparon sin más, mientras que los de Mercedes supieron, con algún empujoncito, reorientar su esotérico monoplaza y casi dar caza a los de rojo. Si las temporadas tienden a arrancar como acabaron las anteriores, como no sea cierto esto de que Ferrari se ha puesto manos a la obra con el coche de 2023, la pelea va a ser Red Bull-Mercedes, con un F1-76, o comoquiera que le pongan al bólido venidero en peor postura.
La salida de Binotto no ha sido desconcertante, pero si lo fue que anunciaran su salida sin más. Esto no es para nada lo habitual. Los equipos, y sobre todo la más diva de todas, no anuncia despidos sino llegadas. «Ferrari se complace en anunciarles el fichaje de Fulanito de copas», es lo normal y lo vivido se sale de la pauta, lo que arroja una afirmación en forma de pregunta: ¿de verdad nadie quiere dirigir Ferrari?. Se habló de Frederic Vasseur, y de haber hecho alguna llamada a Cristian Horner y Andreas Seidl. Conociendo el grado de secretismo con que se suelen mover en la Fórmula 1, cuando esto no ha ocurrido, es porque las cosas no han salido. De haberlo hecho, el anuncio encarnado hubiera sido otro y, sin embargo, a día de hoy Ferrari no tiene a nadie al volante a partir del 1 de enero de 2023.
Ojo… sin perder de vista un detalle pequeño, nimio, pero muy significativo: en esta pequeña lista de candidatos fallidos hasta el momento no hay ni un solo italiano. (Bueno, si lo había, Antonello Colletta, el director del programa de resistencia. Pero tampoco parece ser la solución porque de ser así ya se hubiera anunciado). Tras la salida de Jean Todt (francés), llegaron Stefano Domenicali, Maurizio Arrivabene, el muy olvidable Marco Mattiaci, y Mattia Binotto, todos italianos. En Ferrari no parecen desesperados, pero si abiertos a algo que se les pide desde años: ‘ceded el mando a los mejores, no solo a los mejores de Italia’, que pueden ser buenos, pero salta a la vista que no han sido los mejores de todos.
Christian Horner arroja un dardo, un zasca sin mano, cuando afirma que desde 2005 él ha sido el jefe de su escudería sin cambio alguno ni dudas acerca de su papel. Han pasado por tiempos mejores, otros peores, y algunos verdaderamente malos, y sin embargo la cabeza ha sido siempre la misma. En Ferrari ha largado a Binotto a las bravas y olvidan algo sencillo. En momentos sensibles un equipo de Fórmula 1 se comporta como los monoplazas que desarrollan: al frenar y acelerar es cuando más estabilidad requieren. Los grandes cambios se suelen hacer bola y recuperarse de ellos les lleva tiempo. Stabilità, que bonita palabra, suena hasta rápida cuando sube y baja la marea, una marea roja que se lleva por delante lo que le echen…
Fotos: Scuderia Ferrari