Una piel robótica logra que las máquinas tengan sentido del tacto y perciban dolor

Investigadores británicos han desarrollado una piel robótica capaz de sentir presión, temperatura, cortes e incluso dolor, lo que podría cambiar para siempre la forma en la que los robots interactúan con el mundo físico… y con nosotros.

Una piel robótica logra que las máquinas tengan sentido del tacto y perciban dolor
Las manos sensibles tienen múltiples aplicaciones potenciales.

5 min. lectura

Publicado: 17/06/2025 13:30

¿Robots que sienten dolor? Bienvenidos al futuro que la ciencia ficción no se atrevió a escribir. Hasta ahora, imaginar un robot que siente como tú o como yo era cosa de relatos distópicos o de androides existencialistas en películas de culto. Pero la realidad acaba de adelantar por la derecha a Isaac Asimov y compañía.

Investigadores de la Universidad de Cambridge y del University College de Londres (UCL) han desarrollado una piel robótica que no solamente siente, sino que además tiene la capacidad de procesar el dolor.

¿El secreto? Un gel flexible y conductor que convierte toda la superficie de una mano robótica en un único, gran, y sensible sensor. Nada de sensores dispersos ni tecnología modular. Aquí, cada centímetro de piel siente, y lo hace con una sensibilidad pasmosa: más de 860.000 diminutas vías para detectar presión, calor, frío o cortes… y todo, al mismo tiempo.

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Con apenas 32 electrodos, recopila más de 1,7 millones de datos

Del guante al sistema nervioso artificial

Lo fascinante es que esta piel no requiere una integración compleja: se pone como un guante sobre una mano robótica y convierte al androide en algo peligrosamente parecido a un humano. A nivel técnico, hablamos de detección multimodal, es decir, la capacidad de un solo material para registrar diferentes tipos de estímulos táctiles.

Hasta ahora, esto se conseguía con sensores especializados que, francamente, eran caros, frágiles y poco eficientes. Pero este nuevo material —un hidrogel suave y eléctricamente conductor— lo cambia todo. Y lo hace con apenas 32 electrodos colocados en la muñeca, suficientes para recopilar más de 1,7 millones de datos en pruebas de laboratorio.

Desde un toque suave hasta una puñalada de bisturí, esta piel lo siente todo. Y con ayuda del aprendizaje automático, es capaz de interpretar esas señales con notable precisión.

Vídeo de presentación de la Universidad de Cambridge

¿Y si los robots también «sufren»?

Uno de los aspectos más intrigantes —y algo perturbadores— es que esta piel no se conforma con detectar, sino que puede distinguir el dolor. No hablamos aún de sufrimiento consciente, pero sí de una capacidad mecánica para diferenciar entre un contacto amable y un daño potencial.

Esto plantea preguntas filosóficas que todavía no sabemos responder: si una máquina siente daño y lo evita, ¿estamos ante una forma primitiva de instinto de conservación? ¿Qué implicaciones éticas tiene un robot que detecta que lo estás haciendo sufrir?

Por otro lado, los usos potenciales son tan variados como asombrosos. Desde robots de asistencia con un tacto más natural y seguro, hasta prótesis humanas capaces de devolver el sentido del tacto, pasando por aplicaciones en entornos extremos como el rescate en catástrofes o la exploración espacial.

Imagina un robot bombero que pueda sentir si una superficie está demasiado caliente, o un operario automatizado que detecte una fuga de gas por el cambio de temperatura antes de que nadie lo note.

Proceso de prueba de la mano sensible para robots desarrollada por científicos de Cambridge

Lo que viene: más realismo, más humanidad

El próximo paso, según los propios investigadores, es mejorar la durabilidad del material y ponerlo a prueba en tareas del mundo real. Y aunque todavía no iguala la sensibilidad de la piel humana, aseguran que supera con creces cualquier otro sistema robótico táctil disponible hoy.

La ciencia ficción ha sido una fuente constante de inspiración para los ingenieros, pero si algo está claro, es que cada vez cuesta más distinguir entre lo que imaginamos y lo que ya es real. Hoy, un robot puede sentir calor, frío y daño. Mañana, tal vez te pida que no le hagas cosquillas.

Fuente: Universidad de Cambridge | University College London | Science Robotics.

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