Descubren una manera de conducir que puede recortar tanto CO₂ como emite todo Israel
A diario, los conductores recibimos información sobre cómo economizar al volante, tanto desde el punto de vista del consumo de combustible como de las emisiones contaminantes. Pero la tecnología puede hacer mucho más, según afirma un estudio.

Hace muchos años que la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático ocupan el centro del debate en muchos ámbitos, incluido el de la automoción y la gestión del tráfico. En ese sentido, la responsabilidad no recae exclusivamente en los fabricantes de automóviles, sino también en los conductores, que marcan una gran diferencia a la hora de ahorrar energía y emisiones.
Pero hay mucho margen de mejora todavía gracias a la tecnología, aunque no nos referimos a simplezas como los indicadores de cambio de marcha que tan flaco favor nos hacen a diario en nuestros coches.
En este caso, hablamos de conducción ecológica asistida por inteligencia artificial (IA), que no solamente promete hacer que nuestros trayectos sean más eficientes, sino que ahora también puede apoyarse en datos científicos que avalan un potencial sorprendente: la reducción anual de emisiones de dióxido de carbono (CO₂) equiparable a las de todo un país como Israel.
¿Velará la IA por el bienestar económico del conductor buscando un equilibrio entre eficiencia y vida útil de la mecánica?
IA y eco-driving, así funciona la revolución silenciosa
Los sistemas de eco-driving asistidos por IA aplican algoritmos avanzados para monitorizar y predecir en tiempo real aspectos clave como la pendiente de la carretera, el tráfico, la velocidad óptima e incluso el peso del vehículo.
Esto permite ajustar tres elementos con gran impacto en el ahorro energético: la aceleración, la frenada y la marcha, haciéndolo además de manera casi imperceptible para el conductor.
Las estimaciones del estudio publicado dejan poco lugar a dudas: si un 60 % de los coches metropolitanos adoptaran tecnologías de eco-conducción inteligente, la huella de carbono urbano podría reducirse en más de 70 millones de toneladas anuales.
Hablamos de una cifra que iguala las emisiones totales de un país como Israel, demostrando que la revolución verde del automóvil no tiene que ser necesariamente eléctrica, sino que también puede ser digital.

Un impacto real y medible: datos, no promesas
El estudio también apunta que la clave de esta evolución está en el machine learning multitarea: los modelos de IA predicen y gestionan simultáneamente condiciones de tráfico, clima y hábitos individuales del conductor, personalizando las recomendaciones en tiempo real.
Adicionalmente, las simulaciones recogidas en este estudio muestran que la reducción de emisiones alcanza niveles nunca vistos con medidas tecnológicas anteriores en entornos urbanos.
Este enfoque, basado en el análisis masivo de datos y en la adaptabilidad de la conducción, convierte al eco-driving automatizado en una de las políticas más efectivas contra la contaminación, según los investigadores.
También consideran que han identificado un avance especialmente relevante para las grandes ciudades, donde el tráfico denso multiplica la ineficiencia y el coste medioambiental de cada kilómetro recorrido.
A raíz de todo esto, surge una pregunta: ¿tendrá la IA como objetivo único reducir el consumo y las emisiones? ¿O también velará por el bienestar económico del conductor buscando un equilibrio entre eficiencia y vida útil de la mecánica? No en vano, ya sabemos que la industria está primando más lo primero que lo segundo…