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Durante la temporada 2002 Michael Schumacher arrasaba a bordo de su panzer rojo, Fernando Alonso calentaba por la banda preparándose para saltar al terreno de juego, y Night M. Shyamalan estrenó su película “Señales”.

Señales
Mel Gibson vio las señales, ¿las verá la Fórmula 1?

10 min. lectura

Publicado: 03/02/2021 13:30

En ella un sacerdote retirado encarnado por Mel Gibson descubría unos extraños círculos en el maizal de su familia. La sorpresa se tornó en temor al ser consciente de un enorme peligro que le acechaba… un peligro de magnitud letal.

Y no es extraterrestre sino absolutamente terrícola algo que está llegando silenciosamente al mundo de la velocidad y pocos reparan en que acabará siendo un tsunami: lo sostenible/ecológico/verde. Sin hacer ruido, de hecho ningún ruido, está llegando una revolución al mundo de las carreras que a nadie debería escapar, y las señales que están ahí empiezan a sacar brillo a las trompetas del apocalipsis:

  • Lewis Hamilton monta su propio equipo de Extreme E
  • Nico Rosberg hace lo ídem en la misma categoría
  • Jenson Button no solo se embarca en esto mismo sino que además los pilotará
  • Carlos Sainz Sr. conducirá uno de estos coches junto a Laia Sanz
  • McLaren ya se ha preinscrito para dentro de un par de años estar en la Fórmula E
  • Ferrari se lo anda pensando y ya ha pedido precio
  • Red Bull se alía con Oreca para crear un coche propulsado por hidrógeno para Le Mans
  • El campeonato ETCR con TCRs eléctricos pilla velocidad con Hyundais, Alfa Romeos y Seat-Cupras
  • El DTM tiene un plan para pasarse a ser eléctrico en 2023
  • El WEC va a establecer una categoría para coches de hidrógeno para 2024

En esta verde trinchera ya hay tres campeones del mundo de Fórmula 1, uno de rallyes y vencedor en el Dakar, y tres escuderías de F1 con campeonatos mundiales en sus vitrinas. En el ilustre catálogo hay además varias categorías, unas cuantas marcas involucradas, inversiones multimillonarias… y ni una gota de gasolina.

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«Lo que estamos viviendo y lo que estamos viviendo es un cambio radical en el paradigma de la propulsión»

El mundo de las carreras es un extracto del resto del mundo y desde la París-Rouen el combustible por antonomasia de las carreras de coches ha sido el derivado del petróleo por antonomasia. Hasta hoy. Este inventario, que cada día que pasa es más grande, es un reflejo de lo que estamos viviendo y lo que estamos viviendo es un cambio radical en el paradigma de la propulsión. Ya no son unos cochecillos pequeños que corren con aceite de cocina reutilizado, un kart que anda a hidrógeno pero que pesa doscientos kilos, o aquel fallido intento que hacer correr unos Tesla cuya batería cortaba por la mitad su potencia exactamente a los siete kilómetros de ir con el pie a fondo en un circuito. Ahora es un tsunami.

Hay dos formas de pasar la ola grande, la que te mata: por arriba o por abajo. Por arriba puede que te marees, pero por abajo es posible que no salgas a la superficie, y a día de hoy la Fórmula 1 está más cerca de elegir la opción del hombre rana que la de la Zodiac. Es así por una mera cuestión técnica; las alternativas son malas en 2021. La electricidad pelá en un Fórmula 1 no daría ni para media docena de vueltas con potencias equiparables a las de los V6 híbridos, lo del hidrógeno sigue estando inmaduro, y no hay muchas más alternativas que aporten semejante relación peso/potencia/coste.

La Fórmula 1, el pináculo de la velocidad, el escalón superior de la tecnología aplicada a las prisas corre el riesgo de quedarse fuera de la corriente general establecida porque la tecnología existente no cumple con sus necesidades básicas. Existe un hipotético Plan B, basado en una suerte de motor híbrido con una planta de combustión que a su vez aporte vida al generador eléctrico que mueva a motores de esta guisa, aunque no sería más que alargar la agonía de los propulsores térmicos.

Así funciona el impresionante y, sin embargo, poco valorado motor híbrido de la Fórmula 1.

A ni un solo aficionado de todo el planeta le disgustan los motores térmicos. Meten ruido, su consumo e índice de polución es anecdótico —hablamos de veinte coches en todo el planeta—, y braman con ese glorioso rugido que nos excita a todos. Todo ventajas. Pero el mundo avanza, camina, evoluciona. Hay países donde abuchean, pitorrean e incluso tiran huevos a los conductores de los coches de calle que los cánones establecidos estipulan que contaminan más de lo deseable. Deportivos, SUVs, todoterrenos y vehículos de gran cilindrada reciben miradas de desaprobación cuando no es hasta un escupitajo.

Esto no va a ir a menos, y en un futuro y de manera ascendente todo aquello que no lleve la etiqueta de ‘ecológico’, ‘verde’, ‘sostenible’, y palabras afines será rechazado como hoy no admitimos ya los teléfonos móviles sin Internet, las teles de tubo o las canciones de Georgie Dan. Tuvieron su época de gloria, aunque fue otra, y es que toda tecnología que queda superada se topa de cara con un público que no las quiere y olvida rápidamente. Lo más avanzado tiende a ser mejor, más barato y mejor aceptado, sobre todo si remite al cuarto de los trastos a algo cada día menos deseable como es un motor que consume derivados del petróleo.

FIA, Fórmula 1 y los ingenieros relacionados hacen esfuerzos para reverdecer la categoría; de hecho los actuales motores reducen a poco más de la mitad las emisiones de gases contaminantes de hace quince o veinte años. En el Gran Premio de Bahréin del próximo 28 de marzo, si es que finalmente es esa la fecha de inicio de la temporada, ciento veinte pistones se agitarán en el interior de veinte motores generando los veinte mil caballos más limpios de la historia de la velocidad. El combustible sintético que quemarán en la primera prueba del mundial emitirán menos CO2 que nunca y es un avance estupendo en la búsqueda de ser ‘Carbon Neutral’ de la categoría.

Es muy posible que así acabe siendo pero ¿será suficiente para un público que chilla y patalea en las redes sociales por cualquier nimiedad y que da la espalda a la mínima a aquello que considera imperfecto? El problema no es tanto hoy, sino mañana. Lo que hoy es aceptado, dejará de serlo en un futuro de manera paulatina e inevitable. La Fórmula 1 corre una carrera contra el reloj tecnológico en relación con la aceptación de un público cada vez más exigente, no solo con el espectáculo visible sino también con la responsabilidad social corporativa. «No solo tiene que ser honrada la mujer del César sino también parecerlo», y a la Fórmula 1 necesita dar con una solución tecnológica que la iguale a las competiciones del listado inicial.

La máxima categoría necesita estar en esa lista del principio o quedará en un incómodo limbo de mala resolución. Jeremy Rifkin, futurólogo de los que no adivinan sino que perciben lo que llegará por el método científico, predijo hace años que será el hidrógeno lo que mueva al planeta en unos años. Pues de ser así, y todo invita a estar de acuerdo con el alopécico sociólogo consejero de países y corporaciones, el futuro de la Fórmula 1 se esté librando en Le Mans. De hecho, hay algún proyecto español en marcha que quiere meter un pie en esta categoría con motores de fabricación ibérica. Quien sabe, igual hasta tenemos un McLaren-Pelayo en unos años… De lo que hay que estar seguro es de que no contaminará.

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