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Cuando los diésel fueron ecológicos

¿Por qué ahora los diésel son el diablo cuando antes eran los adalides de la ecología? Antes nos preocupaba el CO2 y el calentamiento global, luego fueron los gases realmente contaminantes y que están matando gente. No hay medidas indoloras para corregir este mayúsculo problema.

9 min. lectura

Publicado: 14/07/2018 21:00

Así se anunciaban los diésel en el pasado: "para quien conduce un montón"

Teresa Ribera, ministra para la Transición Ecológica, dijo que "el diésel tiene los días contados". Más de un ciudadano pensará que, después de haberse incentivado durante tantos años las ventas de vehículos alimentados a gasóleo, es poco más que una tomadura de pelo. Se cayó en la trampa, ahora son presas.

No exactamente. Hay que distinguir varios actores en esta comedia por actos: fabricantes, consumidores, periodistas, administraciones públicas... Recordemos que durante mucho tiempo los motores diésel eran básicamente para profesionales, costaba amortizarlos y no tenían atractivo en cuanto a prestaciones, refinamiento o economía de uso para gente que se movía poco.

Eso cambió a lo largo de la década de los 90, cuando los diésel empezaron a alcanzar la paridad con los gasolina en cuanto a prestaciones, siempre consumiendo menos, y con cada vez más atributos subjetivos a considerar. Uno de sus atractivos era un combustible barato y, a partir de 2007, unos impuestos ligados a las emisiones de CO2 que les beneficiaban.

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Los diésel fueron una forma de esquivar los impuestos que gravan los coches por el CO2 que emiten, en España la mayoría de los que se venden están exentos de pagarlo (menos de 120 g/km)

El dióxido de carbono o CO2 es uno de los principales responsables del cambio climático en el mundo, dado que la concentración de este gas -inofensivo salvo en enormes concentraciones- contribuye a que la Tierra no disipe calor al espacio exterior. En otras palabras, se produce un efecto invernadero, el planeta acumula más calor.

Esto implica que se alteren gravemente los mapas climáticos, aumenten los fenómenos metereológicos extremos, peligre la biodiversidad, se derritan los polos helados y un sinfín de catástrofes adicionales. Las autoridades han buscado a lo largo del mundo la forma de reducir esas emisiones, y en Europa encontramos una solución: apostar por el gasóleo.

Los motores de ciclo Diesel, inventados para soluciones industriales y estáticas -no móviles- son más eficientes que los de gasolina. Consumen menos litros de combustible y emiten menos CO2 a la atmósfera. Existe una relación directa entre una cosa y la otra: menos litros, menos CO2, y eso es impepinable.

Muchos de aquellos modelos promocionados como ecológicos ahora llevan la etiqueta que indica que son más contaminantes, la B o amarilla

Durante varios años el CO2 fue el demonio a combatir, y los diésel el poderoso aliado para derrotarlo, además de ser una forma de reducir la importación de barriles de petróleo (casi todo se importa de fuera). Las políticas europeas fueron favoreciendo país a país a los coches con menores emisiones de CO2, por lo que en los últimos años los diésel aumentaron fuertemente sus ventas.

A mediados de la década pasada los fabricantes empezaron a publicitar como ecológicos una serie de modelos que bajaban las emisiones de CO2 de dos escalones importantes a nivel fiscal, los 100 y 120 gramos por kilómetro de ese gas. En realidad eran modelos optimizados, las prestaciones se penalizaban un poco, pero gastaban menos y emitían menos gases.

Se supone que el resto de los contaminantes estaban a raya gracias a las sucesivas normativas Euro, que fueron imponiendo los catalizadores, filtros de partículas, trampas de NOx (LNT) o inyección catalítica selectiva (SCR) mediante urea. La realidad es que los coches estaban contaminando mucho más de lo permitido por las normas, y solo había una forma de saber eso: midiéndolo en la calle con equipos portátiles (PEMS).

Reducción esperada de emisiones de NOx en los diésel (rojo) frente a la realidad (gris)

Según los investigadores independientes han ido sondeando los escapes de los coches fuera de laboratorio, se han ido dando cuenta de una enorme estafa. El escándalo Volkswagen fue la punta de un iceberg que emergió, con mayor o menor disimulo, los fabricantes nos habían goleado: colocaron en las calles millones de coches que contaminaban mucho más de lo esperado.

La industria presume de haber reducido "100 veces" la contaminación de los diésel en pocos años. Sí, en el papel

Los políticos también fueron engañados -o fueron partícipes a alto nivel- y se han dado cuenta de que los niveles de salubridad del aire no van a mejorar si no se toman medidas dolorosas. En el caso del Gobierno de España, una de esas medidas es eliminar la ventaja en impuestos que tenía el gasóleo respecto a la gasolina, pasando a pagar lo mismo.

Eso significa que el litro de gasóleo valdrá casi lo mismo que el de gasolina, por lo que costará mucho más esfuerzo amortizar un diésel, dado que son más caros de adquirir y de mantener. Algunos fabricantes están apretando las promociones para que gasolina y diésel salgan casi al mismo precio, pero es un parche temporal para no indigestarse de coches en las campas o alterar los planes de producción.

La tecnología ya existe para reducir las emisiones de los diésel, pero no es barata y puede producir problemas de fiabilidad bajo ciertos patrones de conducción (ciudad, trayectos cortos, velocidades bajas...)

De forma progresiva los ayuntamientos irán limitando el acceso y estacionamiento a sus núcleos urbanos para los vehículos más contaminantes, con particular énfasis en los diésel. Puede que ahora, en la etapa Euro 6d-temp, gasolina y diésel contaminen prácticamente lo mismo a efectos de partículas (PM), óxidos de nitrógeno (NOx) e incluso dióxido de carbono (CO2).

Ahora bien, el problema son los vehículos más antiguos. Los diésel Euro 4 o anteriores van a sufrir el mayor calvario, los gasolina aguantarán más tiempo. Poco a poco, las ventas de diésel irán reduciéndose a un nivel similar al que había a mediados de los 90, y se los comprarán aquellos que vayan a amortizarlos. Los demás tirarán de gasolina o motorizaciones alternativas (5-6% del mercado español en la actualidad).

Los gobiernos europeos tratan de corregir una situación que sí, incentivaron, pero con el desconocimiento de qué estaban haciendo los fabricantes mal. Tardarán años hasta que se pongan todas las multas que haya que poner y se meta en la cárcel a los responsables o no vuelvan a trabajar en el sector. Lo siento a quien le afecte, pero penalizar el diésel no es un capricho, es una necesidad de salud pública.

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