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Nuevas críticas a la industria alemana y los coches contaminantes

Los fabricantes alemanes también son criticados en casa, esta vez es la agencia alemana de la protección del medio ambiente, la Umweltbundesamt (UBA). Resulta que las emisiones provocadas por el transporte no han bajado desde 1990, y es la quinta parte de las emisiones alemanas

7 min. lectura

Publicado: 05/08/2015 15:00

Deutchtsland über alles - Fotografía: Jon Rawlinson (Flickr) Licencia CC BY

Todos sabemos que el producto alemán es muy respetado en cualquier lugar del planeta, especialmente por las marcas de mayor prestigio como Audi, BMW, Mercedes-Benz y Porsche. Ese prestigio a veces se materializa en coches muy potentes, muy pesados, o las dos cosas a la vez. Nos gustan, sí, pero tienen sus pegas también.

Alemania es el mayor mercado automovilístico europeo

Por ejemplo, el Mercedes-AMG G 65 cuadruplica las emisiones de dióxido de carbono de un Volkswagen Polo Bluemotion TSI, entre otras cosas porque consume como cuatro utilitarios, y eso en condiciones de homologación. Si miramos otros contaminantes, como óxidos de nitrógeno o partículas, el problema es aún más gordo.

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¿Debemos criticar a los fabricantes alemanes por sacar coches de gran potencia? Bueno, en primer lugar hay que aclarar que por fortuna o por desgracia, las motorizaciones que producen mayores emisiones son muy poco accesibles debido a los escalones de precio. El grueso de lo que venden estos fabricantes son motores diésel por debajo de 150 CV, no muy diferente a lo que hacen otros fabricantes generalistas.

En cambio, me parece más criticable el modelo estadounidense, donde se han vendido durante décadas motores con potencias claramente absurdas, y donde el ciudadano medio podía tener un coche con más de 200 CV o cilindradas de autobús. Últimamente se están europeizando un poco, pero su caso es un poco más grave que el alemán. Obviamente, la agenda UBA mira primero a su ombligo, EEUU les queda lejos.

Lo que sí podemos criticar a la industria alemana, es la plaga bíblica de SUV que llena las carreteras

En este caso, hablamos de coches más pesados de lo estrictamente necesario, siempre que sean comparados con una berlina o compacto de propósito similar. Precisamente son los fabricantes Premium los que más variantes y modelos de SUV están sacando al mercado, varios por segmento.

Y en este caso, no hablamos de coches poco accesibles o elitistas, tienen una diferencia de precio muy razonable respecto a un compacto o berlina equivalente. Ellos dirán que es la lógica del mercado, y la demanda de los clientes, la que les impulsa a fabricar ese tipo de coches. Podemos entrar, si queréis, en el debate de si fue primero el huevo o la gallina.

Cuando un producto se populariza, no siempre hay un culpable (cliente o fabricante), suele haber dos. Por un lado, sí, es un problema de la sociedad, que recurre a estos vehículos por cuestiones más relacionadas con lo subjetivo que por necesidades reales. Un SUV puede justificarse racionalmente, pero no es lo habitual: entran antes por los ojos que por la razón.

La cuadratura del círculo son las versiones de altas prestaciones de los SUV, que pueden poner en aprietos incluso a prestigiosos deportivos de hace no tantos años, al menos en línea recta, en curva es otro tema. En Alemania siempre han gustado los coches potentes, es lo que tiene tener una red de autopistas (Autobahn) donde en algunos tramos no hay límite de velocidad.

El fenómeno del SUV es otra mala importación de la cultura norteamericana -la del caballo grande, ande o no ande- al mismo nivel que la comida rápida hipercalórica o las series de "telerrealidad". En Europa nos habíamos acostumbrado, como en Japón, a los coches racionales y prácticos, normal en una región donde consumimos más energía de la que tenemos.

Por otra parte, la industria alemana es un referente, nos guste o no, para ciertas cosas. No es de extrañar que los principales competidores de las monarquías Premium alemanas se hayan propuesto seguir la misma senda: más potencia, más tamaño, más peso. Así, el contagio se produce a una mayor velocidad.

Hagamos como que el petróleo no se esté acabando, total...

Solo se me ocurre una forma de parar en seco el crecimiento de este fenómeno, y es hacer como en ciertos países: instaurar impuestos que gravan el peso de los coches. Existe una relación directa entre el mayor peso de un vehículo y el desgaste que produce en la red viaria, las distancias de frenado, consecuencias de accidentes de tráfico, así como las emisiones contaminantes que vierte. Si eso se penalizase, se tendería a lo de antes, coches que cumplen antes función que forma.

No hay más que ver qué ha pasado en Japón, el sistema de impuestos que tienen ha acostumbrado a su población a ser muy pragmática a la hora de elegir coche, y prácticamente la mitad de su mercado automovilístico consta de coches de hasta 3,4 metros de largo y 64 CV de potencia, los keiji-dosha. Si vais un día a una gran ciudad japonesa, vais a ver muy pocos SUV, creedme. Son tan difíciles de ver como los coches de altas prestaciones.

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