Pensabas que con el apagón al menos ahorrarías en luz… pues ojo a lo que viene este verano
El apagón renovable del pasado mes de abril tendrá consecuencias visibles en las facturas eléctricas de este verano. España recurrió al gas para evitar males mayores… y eso, como siempre, lo vamos a terminar pagando los usuarios.

El pasado 28 de abril, España vivió un gran apagón energético. No fue el típico corte de luz que dura unos minutos y se queda en una anécdota, sino algo que afectó a toda la Península Ibérica durante horas, días incluso en algunos casos.
Y, si bien las causas de dicho apagón siguen sin estar claras, al menos de forma oficial, algo empieza a quedar cristalino: lejos de suponer un ahorro para todos aquellos que no tuvimos electricidad, lo que va a suceder es que pagaremos las consecuencias en forma de precios más elevados.
De hecho, podríamos notarlo en el bolsillo a partir de este verano. ¿Por qué? Porque, ante la falta de renovables, hubo que recurrir al «plan B»: centrales de gas funcionando a todo trapo. Y ese gas, como sabrás, ni es barato ni especialmente limpio.
El sistema necesita respaldo y, hoy por hoy, ese respaldo sigue siendo mayoritariamente el gas
Un parche caro para un problema puntual
Durante aquellas horas críticas, las plantas de ciclo combinado (las que funcionan con gas natural) pasaron a ser las protagonistas inesperadas del sistema eléctrico. Esto elevó los costes de generación, ya que producir electricidad con gas cuesta mucho más que hacerlo con sol o viento. Y como el mercado eléctrico funciona como una subasta al mejor postor, si el gas entra en juego, lo hace marcando el precio para todos.
Resultado: un pico en el precio mayorista de la luz que, si se repite con frecuencia o coincide con periodos de alta demanda (bienvenidas, olas de calor), acaba filtrándose en las facturas de muchos hogares. Especialmente los que están acogidos al mercado regulado (PVPC), donde el precio varía cada día.
¿Un verano más caro?
Todo apunta a que sí. Si bien el impacto del apagón de abril no fue inmediato, sus efectos podrían notarse entre junio y agosto, cuando el consumo eléctrico se dispara por el uso de aire acondicionado y electrodomésticos a pleno rendimiento. Si a eso le sumamos que el sistema energético sigue dependiendo, en parte, de combustibles fósiles importados, el cóctel está servido.
Y ojo, España no está sola. Esta situación ha puesto sobre la mesa una realidad incómoda para muchos países europeos: la transición energética aún depende de recursos tradicionales para cubrir baches inesperados.

¿Y no se supone que íbamos hacia una energía más verde?
Sí, vamos. Pero el camino no está libre de obstáculos. Las energías renovables son más limpias, pero también más impredecibles. No se puede obligar al sol a brillar ni al viento a soplar. Por eso, el sistema necesita respaldo —lo que en el sector llaman back-up— y, hoy por hoy, ese respaldo sigue siendo mayoritariamente el gas.
La buena noticia es que este tipo de apagones renovables son raros, y las infraestructuras se están reforzando para evitarlos. La mala, que mientras tanto, el consumidor tendrá que pagar los platos rotos.
¿Qué podemos hacer como consumidores?
Poco podemos hacer para evitar este tipo de disrupciones a nivel macro, pero sí podemos minimizar su impacto en casa:
Por ejemplo, ajustando tus hábitos de consumo. Intentar usar los electrodomésticos en las horas más baratas del día (si estás en PVPC) puede marcar la diferencia. Otra opción es valorar tarifas planas o con discriminación horaria: si tienes hábitos muy marcados, pueden ayudarte a ahorrar.
Muchas personas han optado ya por sumarse al autoconsumo. Si tienes tejado, la instalación de paneles solares puede ser una solución cada vez más rentable y resistente a vaivenes del mercado.
El apagón del pasado abril fue un toque de atención. La transición energética no es simplemente instalar más paneles solares, sino también garantizar que el sistema sea robusto cuando las renovables fallan. Mientras tanto, el consumidor —como casi siempre— pagará las consecuencias.