Mientras Europa prohíbe el diésel, otros lo reinventan con energía solar
Un barco centenario, propulsado por un diésel limpio hecho con sol, cruza un lago suizo. Parece una postal retro, pero en realidad es una ventana al futuro de los combustibles y la movilidad global en un contexto muy sombrío para este carburante en Europa.

A pesar de que Europa tiene el firme convencimiento de que es necesario condenar al diésel al baúl de los combustibles malditos, una startup suiza sigue empeñada en sacarlo a flote —literalmente— con energía solar.
En pleno corazón de Europa, mientras Bruselas legisla contra los motores térmicos, un barco de vapor de 110 años navega por el lago de Lucerna impulsado por un nuevo tipo de diésel. No contamina como antes. No depende del petróleo. Y no requiere cambiar el motor.
¿Ciencia ficción? No. Tecnología solar concentrada. La prueba fue orquestada por Synhelion, una compañía emergente que ha convertido una idea disruptiva en realidad: fabricar un diésel sintético usando energía solar, residuos y aire.
Usar el sol para fabricar combustibles líquidos sintéticos es una forma elegante de cerrar el círculo del carbono sin reconfigurar todo el sistema de transporte actual
¿Cómo funciona este «diésel solar»?
La clave está en su proceso de producción. Synhelion capta luz solar mediante espejos, generando temperaturas tan elevadas que permiten transformar dióxido de carbono (CO₂) y metano (CH₄) —procedentes de residuos agrícolas— en una mezcla de hidrógeno y monóxido de carbono.
A partir de ahí, se sintetizan hidrocarburos como el diésel solar, un nuevo combustible que tiene varias ventajas:
- Es drop-in. Es decir, se puede usar en motores diésel convencionales sin adaptaciones.
- Reduce hasta un 80 % las emisiones de gases de efecto invernadero a lo largo de su ciclo de vida.
- Es escalable, ya que puede producirse en zonas soleadas con infraestructura relativamente sencilla.
«Para nosotros es una buena demostración, pero en realidad no es más que el comienzo», declara Philipp Furler, director ejecutivo de Synhelion, tras el viaje del histórico barco.

El contexto juega a favor
En un momento donde la presión por reducir emisiones es global, el sector del transporte —que representa hasta el 25 % de las emisiones según la IEA (Agencia Internacional de la Energía por sus siglas en inglés) — está bajo el microscopio.
La Organización Marítima Internacional (OMI) exige a las navieras reducir su huella de carbono, mientras que la aviación comercial está empezando a incorporar biocombustibles y sistemas de compensación como el Plan Corsia.
Sin embargo, hay un problema: no hay suficiente combustible sostenible en el mercado. Y ahí es donde entra el diésel solar. Según las estimaciones de Synhelion:
- El transporte marítimo requerirá 24 millones de toneladas métricas de combustibles sostenibles para 2050.
- La aviación, aún más voraz, necesitará al menos 192 millones de toneladas.
No sorprende que los inversores estén atentos. La empresa ya ha recaudado 90 millones de francos suizos (unos 96 millones de euros) y opera una planta piloto en Jülich, Alemania.
Ahora busca construir una segunda planta a gran escala en lugares con mucho sol, como España, Marruecos u Omán. «Tenemos la tecnología. Ahora necesitamos escalar. Y eso requiere capital», señaló Furler con realismo suizo.
¿Resurrección del diésel?
El proyecto de Synhelion no busca resucitar el diésel fósil, sino reinventarlo. Usar el sol para fabricar combustibles líquidos sintéticos es una forma elegante de cerrar el círculo del carbono sin reconfigurar todo el sistema de transporte actual. Y eso, en términos económicos y logísticos, es oro líquido.
Mientras Europa legisla el adiós definitivo al diésel convencional, otras regiones podrían aprovechar esta tecnología para dar una segunda vida —limpia y eficiente— a motores que ya existen, sin necesidad de electrificarlos a toda costa. Porque a veces, el futuro no es eléctrico o fósil. Es solar… y compatible con lo que ya tenemos.