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Es necesario racionalizar las ayudas a la compra de coches eléctricos

Cuando se pusieron las primeras ayudas a la compra de vehículos eléctricos, sus ventas eran residuales. Ahora, que empiezan a ganar volumen, es el momento de replantearse las ayudas y que su finalidad sea que ayuden a quien realmente le hace falta.

Es necesario racionalizar las ayudas a la compra de coches eléctricos
Li Auto L7

6 min. lectura

Publicado: 23/06/2023 22:00

Desde hace tiempo, las ayudas a la compra a cuenta del sector público han sido una forma de reducir las barreras de adquisición de vehículos eléctricos. Mientras no se alcance la paridad en precios, existe un sobrecoste tecnológico asociado a uno de los componentes más caros, las baterías.

Tal y como van las cosas en los principales mercados mundiales, que son China, Estados Unidos y la Unión Europea, las ayudas a la compra siguen siendo un importante estímulo para la adquisición de vehículos eléctricos. Su retirada temprana pueden ahogar la demanda, pero si se hace muy tarde se incurre en problemas presupuestarios.

El quid de la cuestión está en cuándo es el momento adecuado para dar por acabadas las ayudas y que el mercado ya funcione por sí solo. Ya no solo eso, también se trata de una cuestión estratégica, perfilar las ayudas correctamente puede evitar desindustrialización y que el mercado crezca a base de importaciones mientras cierran fábricas.

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La Unión Europea no tiene una política unificada para dar ayudas a los coches eléctricos, cada país lo hace a su manera y con los criterios que estima oportunos. En Alemania, las ayudas han sido tan generosas que se ha estimulado una picaresca de compra-venta con beneficios de la que se han beneficiado terceros países donde se han adquirido usados.

En otro caso, España, las ayudas -Plan MOVES III- no son suficientes más por un tema de cuantía, por ser una ayuda que se recibe a posteriori y gravada con impuestos después de haberla percibido. La adopción de los coches eléctricos en España va por detrás de como debería ir un país de nuestra dimensión y escala macroeconómica.

En Estados Unidos, tras la entrada en vigor de la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), las ayudas de hasta 7.500 dólares se perfilan en torno a los vehículos eléctricos que son de alto contenido local, en perjuicio de las importaciones, por lo que más de un fabricante se ha repensado eso de fabricar dentro del propio país para no perder cuota de mercado.

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Si miramos a China, empezaron dando una exención de impuesto de adquisición para los vehículos de nueva energía (NEV), que incluyen eléctricos e híbridos enchufables, desde 2014. Se extendieron hasta 2017, luego a 2020, luego a 2023, y ahora sabemos que será hasta 2027. Será una rebaja de la cuantía progresiva en vez de súbita.

Analizando las distintas políticas y las particularidades de cara lugar, comprobamos que las ayudas son más eficaces cuando no son de brocha gorda, sino cuando tienen una aplicación más precisa, allí donde hacen un bien superior al conjunto de la sociedad. Por ejemplo, no tiene sentido subvencionar coches eléctricos demasiado caros, pero sí hacerlo con autobuses, furgonetas o camiones.

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Por otra parte, las ayudas no tienen que ir contra el interés general de la industria, sobre todo si es un sector productivo importante. En EEUU lo han tenido claro, si hay que beneficiar a alguien, será a productores en Norteamérica, ni japoneses, ni chinos, ni coreanos, ni europeos. De otra forma, los fabricantes hacen lo que les conviene más a ellos.

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Si hay que seguir subvencionando las compras durante unos años más, hasta que se alcance la ansiada paridad de precios entre eléctricos y térmicos, habrá que seguir hilando fino. No tendrían que recibir las ayudas quienes realmente no las necesitan, pues se produce una pérdida de ingresos fiscales. Noruega ya ha dado pistas de qué puede pasar.

Hay que tener en cuenta la renta del solicitante de la ayuda, así como el importe del vehículo que quiere adquirir. Por ejemplo, un coche eléctrico de 400 CV no satisface una necesidad, es un capricho. Y para lo que esté en un término medio, que la ayuda a percibir sea menor que quien realmente necesita dicha ayuda.

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Según vayan amainando los problemas de inflación de los años post-pandemia, los fabricantes irán recuperando las ganas de competir más entre ellos y ajustar precios, paso necesario para la masificación auténtica de la tecnología. Y, como vimos ayer, también habrá que asumir que para las necesidades más básicas pueden servir vehículos más básicos, no todo tiene que ser Premium.

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