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OpiniónY nos lo queríamos perder

  • Fernando Alonso agranda un poco más su palmarés y sigue acumulando un prestigio que ya rivaliza con los grandes pilotos de la historia.
  • Atrás quedan los lamentos por su marcha de una Fórmula 1 que, a pesar de seguir idolatrándole, le impedía disfrutar de la verdadera dimensión de su pilotaje.

5 min. lectura

Publicado: 28/01/2019 19:30

Todos hemos escuchado en ocasiones la expresión: “Prefiero ser cabeza de ratón que cola de león”. Y eso fue, para muchos aficionados, lo que Fernando Alonso decidió hacer cuando, cansado de no poder siquiera conseguir al menos un podio en la Fórmula 1, buscó otros caminos hacia la victoria.

Seguramente no sea en realidad así, pues aunque la Fórmula 1 cuenta desde hace décadas con el estatus de ‘categoría reina’, se trata en realidad de una etiqueta muy discutible, especialmente si nos olvidamos de regionalismos y analizamos la cuestión desde un punto de vista global.

Pero, independientemente de eso y del prisma que se utilice para valorarlo, lo cierto es que el sentir general de la afición y una considerable parte de la prensa, a raíz de la retirada (ya se veremos si definitiva) de Fernando Alonso de la Fórmula 1, fue de lamento, de nostalgia y de pena por lo que pudo ser y no fue, pero también por el simple hecho de no tener al español en la parrilla de salida del Gran Premio de Australia del próximo 17 de marzo en Melbourne y las 20 carreras de F1 que irán después.

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Quienes hemos defendido desde el principio que lo mejor que podía hacer el piloto español era buscar el modo de recuperar la ilusión por competir lejos de una Fórmula 1 en la que cada fin de semana sería igual al anterior: decepcionante, anodino o ambas cosas a la vez, a menudo hemos sido contestados con un “pero en la F1 es donde están los mejores” o un “nada igualar a la F1, no hay comparación con el resto”, así como argumentos de corte similar que, en el fondo, insinúan desconocimiento de lo que puede llegar a ofrecer el mundo de las carreras si se amplía la perspectiva.

A sus dos títulos mundiales de Fórmula 1, Alonso ya le ha sumado un triunfo en las 24 Horas de Le Mans y también en Daytona.

Ya lo vimos en Indianápolis y lo volvimos a presenciar en Le Mans: cuando Alonso se ve con opciones de victoria, saca lo mejor de sí y nos muestra la verdadera dimensión de su grandeza al volante de un automóvil de competición. Y lo peor es que, a pesar de ello, una gran mayoría seguía dispuesta a perdérselo a costa de mantener a su ídolo en la Fórmula 1.

En Daytona su figura volvió a alzarse por encima del resto. Primero ofreciendo lo que desde hace décadas ha sido marca de la casa: una exhibición de ritmo endemoniado y milimétrico en condiciones de seco, cuando los Acura y los Mazda contaban con un punto más de velocidad. Luego, al derrumbarse los cielos, Fernando Alonso tiró de talento y sensibilidad para rematar la faena con la inestimable -y seguramente insuficientemente valorada- colaboración de un magistral Jordan Taylor.

Cuando Alonso se ve con opciones de victoria, saca lo mejor de sí y nos muestra la verdadera dimensión de su grandeza

Pues sí, esto es lo que nos queríamos perder al empeñarnos en mantener a Alonso en la Fórmula 1. Dan igual las razones que explican la imposibilidad del español de reverdecer laureles en la ‘categoría reina’. Lo que realmente importa, lo que nos debería importar, es dónde podemos disfrutar del mejor Fernando Alonso. En Le Mans, en Daytona, en Indianápolis, donde sea. Yo no estoy dispuesto a renunciar a algo como lo presenciado este fin de semana en Florida por mucha F1 que se me ofrezca. ¿Estamos locos?

Fotos: IMSA

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