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5 riesgos asociados a los sistemas de ayuda a la conducción

Los asistentes a la conducción (ADAS en inglés) son el primer paso hacia la conducción autónoma: la responsabilidad de la conducción es completamente humana, pero recibe una asistencia para reducir el riesgo de accidentes. Esta tecnología debe usarse de forma adecuada para que sea eficaz y segura.

7 min. lectura

Publicado: 27/02/2019 21:00

Aunque la conducción autónoma presenta todavía grandes recelos entre los conductores, los sistemas de ayuda a la conducción (ADAS) no hacen sino popularizarse. Bien sea porque se están democratizando en precio y gamas, bien sea porque cada vez vienen como equipamiento de serie u opcional, cada vez salen más coches a la calle con ellos. En 2017 fueron 3 de cada 10 turismos vendidos.

La correcta utilización de estos sistemas de seguridad reducen la probabilidad de sufrir un accidente, ya que suponen una capa de protección adicional y pueden evitar errores de los conductores o sus propias limitaciones (reflejos, pericia...). Sin embargo, existen unos riesgos asociados a estos sistemas por un mal uso, y eso compromete su eficacia.

La desconexión de algunos sistemas están en botones poco accesibles a la vista, pero otros quedan mucho más mano, incluso en el propio volante

1) Desconectarlos

Al no existir una obligación legal de que el conductor emplee estos sistemas, pueden ser desactivados con mayor o menor dificultad. Algunos conductores desconectan los sistemas ADAS por sentirse incómodos con ellos, no creer en su eficacia o recibir reproches a su forma de conducir (en muchas ocasiones, merecidos). Por ejemplo, el asistente de mantenimiento de carril pita con frecuencia si se pisan las líneas de los carriles, ¡para eso

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Huelga decir que la desconexión de estos sistemas los convierte en inútiles. Los fabricantes ya han previsto que la decisión del conductor sea respetada siempre que sea posible, y en última instancia la responsabilidad es siempre del mismo. Siempre que sea posible, deben ir activados todos los sistemas ADAS que disponga el vehículo. Nunca se sabe cuándo pueden hacer falta.

2) Desconocer su uso

Existen lagunas en el flujo de información desde los ingenieros que diseñan el sistema hacia los vendedores y, por último, hasta los clientes finales. Por lo tanto, el cliente no siempre sabe cómo se usa un sistema ADAS, lo cual se agrava si el manual de instrucciones se queda como peso muerto en la guantera o no se realiza formación alguna.

No es lo mismo recibir un aviso que se haga una corrección automática en velocidad, trayectoria, etc.

Los expertos recomiendan dedicar un tiempo a recibir la información fundamental para una correcta utilización de los sistemas ADAS. En los concesionarios se puede recibir información teórica, y en determinados cursos se pueden probar los sistemas de forma dinámica en un entorno controlado. Solo así se puede saber qué puede hacer un sistema ADAS y qué no.

Operario realizando calibración de cámaras frontales tras sustitución de luna frontal - Fotografía: Carglass

3) Aumentan los costes de reparación

Los sistemas ADAS se basan en una compleja red de sensores que pueden implicar cámaras de vídeo, ultrasonidos, radar, láser, etc. Todos esos sensores suelen ir colocados en lugares muy vulnerables, para entendernos, por estar cerca de la "carcasa" del vehículo: luna delantera, portón del maletero, paragolpes, detrás de la parrilla frontal, etc.

Considero MUY recomendable utilizar pólizas de seguro a todo riesgo, pues los costes de reparación suben de forma considerable respecto a un vehículo que no tenga ADAS. En el caso de las cámaras frontales, la luna perfecta debe estar perfecta. En el caso de tener que sustituirla se debe realizar una calibración, labor que no puede realizar cualquiera, debe hacerlo personal especializado o formado para ello.

4) Algunos conductores bajan la guardia

Lo más habitual por parte de un conductor que empieza a usar los sistemas ADAS es confiar en que pueden evitar accidentes, creando una sensación de seguridad exagerada. Si el conductor se siente muy seguro, tenderá a prestar menos atención a la conducción, ya que los ADAS le protegen (hasta cierto punto).

Delegar más en los ADAS puede ser un grave error, ya que están diseñados para funcionar mientras el ser humano está concentrado en lo que hace, es decir, con los ojos en la carretera y las manos en el volante. Atribuir a los ADAS una eficacia muy superior a la real puede tener consecuencias funestas, y hay casos de víctimas mortales por este exceso de confianza.

Los sistemas basados en cámaras no son tan fiables como los que se apoyan en radar o ultrasonidos, ya que no pueden medir distancias correctamente a altas velocidades

5) Su eficacia es limitada

Los ADAS dependen de unos sensores, que funcionan en unas condiciones determinadas de distancia, ángulo, condiciones de visibilidad, temperatura, etc. Si los sensores no recopilan la información correctamente, la detección de riesgos y su probable corrección puede perder mucha eficacia. A veces el conductor recibe avisos si un sistema resulta inoperante.

Por otro lado, los asistentes tienen otro tipo de limitaciones. Por ejemplo, el frenado automático no puede evitar colisiones a partir de cierta velocidad (el vehículo no puede frenar físicamente antes), los sensores de ángulo muerto pueden no detectar bicicletas o motos, o el control de crucero activo puede ignorar la presencia de un vehículo que está desplazado a un lado, como un tractor por el arcén.

En definitiva, en las escasas ocasiones que un sistema ADAS tenga que evitar un accidente, debe estar en buen estado, el conductor debe conocer su funcionamiento y capacidades, y este debe estar atento a lo que hace. Así y solo así se puede circular con mayor seguridad y confianza respecto a una conducción totalmente manual.

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