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La crisis de la Fórmula 1

La fe de los aficionados está en crisis. Cada suceso que se produce en la Fórmula 1 parece recordarles a ellos y a gran parte de la prensa que las carreras de antes eran mejores en todo. ¿Es realmente así?

10 min. lectura

Publicado: 30/08/2015 12:30

El principal argumento en contra de la actual Fórmula 1 es, desde hace años, la escasa influencia del piloto en el resultado final de una carrera o un campeonato. “Hoy el piloto no marca la diferencia”. “La tecnología tiene excesiva importancia”. En resumen: “Gana el coche, no el piloto”.

No podemos negar que el piloto es un elemento como mínimo, igual de determinante a la hora de decidir el ganador de un Gran Premio de Fórmula 1. La aerodinámica, los neumáticos o el, hasta hace un par de años, olvidado motor (ahora llamado unidad propulsora) son vitales. Hoy en día, o tienes un Mercedes o, como mucho, podrás ganar un par de carreras o tres en toda la temporada.

El factor humano

Pero, incluso bajo el dominio de la marca alemana, no es lo mismo ser Lewis Hamilton que Nico Rosberg. Nos gustaría que el factor piloto tuviera mayor influencia, pero no hay más que ver como la comparación entre algunos compañeros de equipo deja bien claro que sí, que el piloto aún puede demostrar su talento. Y que éste, aunque sea discretamente, sale a la superficie.

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Pero la realidad es que un alto porcentaje de pilotos podría ser un potencial Campeón del Mundo en un monoplaza tan dominador como el Mercedes. Al menos varios de ellos ganarían carreras y la mayoría conseguiría un buen número de podios a lo largo de la temporada. ¿Es esto un claro indicador de que la Fórmula 1 está en crisis? ¿o de que la de antes era infinitamente mejor? Posiblemente no.

Antes de nada debemos tener claro un aspecto: las carreras de coches son un deporte tecnológico. O lo que es lo mismo, en el resultado final influyen tres principales factores: el piloto, la máquina y el equipo de personas que los acompañan. Y, es obvio (pero a pesar de todo se nos olvida): el monoplaza está diseñado. construido y desarrollado por personas. El factor humano, vaya. Lo que ocurre es que no es el factor humano que a la mayoría de los aficionados les conviene o les interesa. Diríase que en las carreras sólo hay un factor humano importante: el piloto.

El piloto

En la época de Fangio, Stewart o Clark, las diferencias entre unos y otros permitían grandes gestas como la del argentino en el Nordschleife en 1957 (aunque incluso aquella mítica carrera tuvo claras connotaciones técnicas). “El piloto podía marcar la diferencia”. Cierto. Con ayuda del coche o los neumáticos, pero cierto a fin de cuentas.

Reunión de la asociación de pilotos en el Gran Premio de Sudáfrica de 1969.

La cuestión es, ¿por qué los pilotos de las décadas de los 50, 60, 70 o, incluso, 80, tenían en su mano cambiar el curso de los acontecimientos de un modo que hoy no podemos siquiera soñar? Seguramente, por dos factores principales: la profesionalización y la seguridad. O, mejor dicho, la falta de ello.

Profesionales integrales

La Fórmula 1 se ha convertido en el paradigma de la profesionalización en el deporte. Todo está controlado y medido y los pilotos se han convertido en atletas con capacidad para lidiar con brillantez, no sólo ante el cronómetro, sino también ante los ingenieros, medios de comunicación y patrocinadores. Cada aspecto de su actividad profesional ha sido aprendido, ensayado y perfeccionado al límite.

Todo ello ha provocado que la diferencia actual entre los pilotos de Fórmula 1 -convertidos en pilotos antes que en adolescentes- se reduzca a un puñado de décimas. En realidad el factor determinante a la hora de triunfar no es la velocidad, sino la consistencia a lo largo de toda una temporada (independientemente de la filosofía de la competición actual). Nada que ver con las diferencias de antaño en clasificación (algo a lo que también contribuía, no lo olvidemos, la escasa profesionalización de muchos de los equipos, como en todo deporte tecnológico).

Y, cuando la diferencia de velocidad pura entre los pilotos que compiten entre sí es mínima, lógicamente, la competición se reduce a una estrecha franja en la que hay un escaso margen para la las manos y el factor mecánico toma el mando.

El Gentleman driver

Un buen ejemplo de la diferencia que marca un piloto profesional respecto a uno amateur lo pudimos presenciar en el Gran Premio de Bélgica, concretamente en una de las carreras soporte de la Fórmula 1: la Porsche Supercup. El actor Patrick Dempsey compite desde hace años con Porsche y acumula ya una respetable experiencia en Le Mans y otras carreras de resistencia. Incluso, hace unos meses anunció el cese de su actividad profesional para centrarse por un tiempo en la competición automovilística. No es un profesional del volante, pero sin duda cuenta con un bagaje lo suficientemente importante como para considerarle un piloto de carreras. En Spa participó como invitado en la Porsche Supercup (un campeonato en el que todos los coches son iguales y sólo el piloto y el equipo técnico marcan la diferencia) y, en clasificación, no pudo rodar a menos de cuatro segundos de la pole, quedando en ambas carreras a casi 45 segundos del ganador.

Décadas atrás, en la Fórmula 1 era habitual encontrar ‘Gentlemen Drivers’ similares a Patrick Dempsey, cuyo nivel era muy inferior al de los Fangio, Moss, Hill o Hawthorn. Y eso, entre otras cosas, les permitía a los más virtuosos y profesionales destacar con mayor intensidad.

La seguridad

Otro de los factores era la ausencia de seguridad. El riesgo de morir en un accidente era altísimo y todos los pilotos eran conscientes de ello. Sabían que si se salían de pista o el coche sufría una avería, era muy probable que murieran.

En la actualidad, el piloto sabe que vive en un deporte peligroso, pero no piensa en la posibilidad de morir cada vez que se sube a un coche. Los circuitos, los monoplazas, los cascos, el HANS… la seguridad existente hoy es tan alta que el piloto ha perdido esa sensación de peligro que podría, en un momento dado, hacerle levantar el pie del acelerador en determinadas circunstancias y, como consecuencia de ello, perder tiempo respecto a otro rival que por instinto, inconsciencia o talento, es capaz de superar ese momento de duda.

Los tiempos cambian

La Fórmula 1 no es la de antaño, pero eso no es necesariamente malo. Está claro que en la actualidad hay muchos campos en los que mejorar y cada vez es más necesario recuperar una identidad clara y definida, sea cual sea.

Pero lo que la F1 no puede hacer es pretender volver a sus orígenes a toda costa, porque ni es posible, ni es deseable. Aficionados y profesionales de la información debemos entender que ciertos deseos son utópicos y que la Fórmula 1 siempre ha sido una carrera en la que la tecnología y el factor humano han ido de la mano y el primero de ellos será, siempre, el mayor factor de éxito. Otro punto de vista es, seguramente, producto de anhelos del pasado o del desconocimiento.

Fotos: Mercedes AMG / Toro Rosso / Sutton Images / Dempsey Racing.

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