Motor.es

Su primer Gran Premio de Fórmula 1: Mónaco 1929

  • Hace 92 años tuvo lugar la primera edición de la histórica carrera con los coches de la era Grand Prix.
  • El misterioso 'W Williams', posterior agente secreto en la II Guerra Mundial, batió al favorito Rudolf Caracciola en un gran duelo.
Su primer Gran Premio de Fórmula 1: Mónaco 1929
La primera parrilla de salida de la historia del Gran Premio de Mónaco - National Motor Sport Museum

14 min. lectura

Publicado: 21/05/2021 15:30

El año 2020, que ya ha pasado a la historia por la pandemia que dominó las vidas de gran parte de la población del planeta (y que aún se resiste a irse), tuvo efectos devastadores en el mundo del automovilismo, con centenares de aplazamientos y múltiples eventos cancelados. No obstante, ninguna de las carreras que no se disputó el año pasado alcanza la magnitud, entidad y leyenda del Gran Premio de Mónaco, una de las tres citas de la Triple Corona del automovilismo, que vio interrumpida sin remedio una racha de 65 ediciones consecutivas desde 1955.

Con anterioridad, la carrera formó parte del calendario extraoficial de Grandes Premios europeos en 1948, y del primer Mundial de Fórmula 1 en 1950, en un caótico evento en el que se produjo un accidente masivo en la actual curva Tabac debido a una ola que anegó la pista. La muerte del príncipe Luis II llevó a la cancelación de la prueba en 1949, y una serie de problemas derivados de los cambios reglamentarios de la época llevaron a la no celebración de la carrera en 1951 y a su disputa con sportscars en 1952, antes de quedar dos años más en el limbo por cuestiones económicas. No obstante, la historia del Gran Premio de Mónaco se remonta mucho más atrás, a los primeros años de la era Grand Prix.

Los orígenes de esta carrera se retrotraen al año 1907, en los albores del automóvil dentro de una sociedad que aún los veía como una moda pasajera que solo atraía a temerarios. El concepto convenció desde muy pronto a clientes de grandes fortunas que participaban en auténticas aventuras motorizadas, con recorridos de múltiples horas o días a lo largo de una región, país o continente. Aunque muchas de ellas tenían a Paris como punto neurálgico, la ciudad de Niza se convirtió desde 1897 en un lugar habitual de competición, y esto afectó notablemente a la hostelería del Principado, su cercano rival turístico, en especial en los meses invernales de clima templado que tanto atraían a los millonarios a su prestigioso Casino inaugurado en 1863.

Calcula ahora el precio de tu seguro de coche

¡Infórmate!

Para contrarrestarlo, el club ciclista monegasco, presidido por Alexandre Noghès, se diversificó al mundo del automóvil en 1907, y dos años después el príncipe Alberto I ordenó la planificación de un "concurso de elegancia automovilístico". Para diferenciarlo de otros eventos, que abogaban por carreras de punto a punto con coches específicos de carreras, se diseñó un evento paneuropeo en el que múltiples competidores, a bordo de vehículos particulares, partirían desde diferentes ciudades del continente para converger finalmente en Mónaco. Así, en 1911 se celebró la primera edición del Rallye Automobile de Monte-Carlo, que a día de hoy persiste como cita estelar del Mundial de Rallyes en las mismas fechas que aquel entonces.

El evento encontró múltiples dificultades económicas derivadas de una mala planificación logística y reglamentaria, y la llegada de la I Guerra Mundial lo enterró hasta su resurrección en 1924. Por entonces, Antony Noghès ya había cogido el testigo de su padre en el renombrado Automobile Club de Monaco, el cual era aún considerado un club regional francés. Por ende, en 1928 se solicitó la inscripción como club nacional en la AIACR, precursora de la FIA, pero esta fue denegada, ya que Mónaco no albergaba ningúna competición que se disputase en su totalidad dentro de sus fronteras. De este modo, Luis II aceptó de muy buena gana la sugerencia de Noghès de celebrar un Gran Premio, algo que el heredero tabacalero había ideado tiempo atrás.

Casualmente, el piloto más competitivo de la época era el monegasco Louis Chiron, un antiguo chófer que en 1928 había logrado siete grandes triunfos, incluidos los Grandes Premios de Italia y España. Chiron opinaba que la orografía de la zona del puerto era idónea para un circuito de carreras, y junto al ingeniero Jacques Taffe asistieron a Noghès en la creación del trazado, que transcurría desde el gasómetro situado al inicio del bulevar Alberto I hasta la antigua estación de tren de Monte Carlo, pasando por supuesto por el casino y el puerto. Aunque sus alrededores hayan cambiado mucho, al igual que los elementos que rodean y condicionan el trazado de ciertas curvas, el circuito actual conserva 90 años después la práctica totalidad del diseño original.

Los competidores del primer GP de Monaco salen de Santa Devota, rumbo al Casino.

Con la idea de atraer turistas en un periodo de menor actividad, la carrera se ubicó en la primavera, y el primer Gran Premio de Mónaco quedó programado para el 14 de abril de 1929, como parte final de una serie de carreras en la Costa Azul. Los competidores se decidieron mediante invitación, pero la carrera contó con notables ausencias, entre ellas el propio Chiron, que se encontraba en Indianápolis preparando su debut en las 500 millas, o los exitosos Alfa Romeo, con Achille Varzi, Gastone Brilli-Pieri o Tazio Nuvolari centrados en los múltiples eventos nacionales ante los pilotos de Maserati, también ausentes.

Aún así, hubo tres Alfa Romeo 6C en la prueba, pilotados por Goffredo Zehender, Albert Perrot y Louis Rigal, y dos Maserati 8C para Gugliemo Sandri y Diego de Sterlich, además de un Delage 15S8 compitió con Raoul de Rovin, y un coche del pequeño fabricante Corre La Licorne para Michel Doré. La atención, sin embargo, estaba centrada en el Mercedes-Benz SSK sportscar de la estrella alemana Rudolf Caracciola, y en los ocho pilotos que competían con apoyo oficial de Bugatti. Entre ellos, se encontraban futuras estrellas como Philippe Étancelin, René Dreyfus o Marcel Lehoux, pilotos menos destacados como Christian Dauvergne o el suizo Mario Lepori, o el rumano George Burianu, que se había labrado una carrera tras emigrar a Italia 12 años atrás.

'W Williams', eventual ganador de la carrera, al volante de su Bugatti Type 35C

Por último, dos pilotos participaban con pseudónimo: 'Georges Philippe', barón de la prominente familia Rothschild, y 'W Williams', el nombre que adoptó William Grover-Williams para ocultar a su familia su participación en carreras. Habiendo sido residente en Mónaco desde pequeño, el piloto británico tuvo una breve carrera de éxitos en el automovilismo antes de dedicarse a sus negocios y de servir como agente secreto de la corona británica en la Francia ocupada durante la II Guerra Mundial junto a otro ex piloto, Robert Benoist. Desafortunadamente, Grover-Williams fue arrestado en 1943 y ejecutado en el campo de concentración de Sachsenhausen en marzo de 1945, un mes antes de la liberación del mismo por parte de la infantería soviética.

Mónaco fue el primer gran evento europeo en organizar una parrilla en base a los tiempos de los entrenamientos, pero eso no ocurriría hasta 1933, 18 años después de que se empezase a hacer en la Indy 500. Su edición inaugural, como era costumbre en la época, contó con un orden determinado por sorteo, en el que Étancelin fue agraciado con la pole por delante de Dauvergne y Lehoux, con Caracciola condenado a la penúltima posición. Los entrenamientos habían sido lluviosos, pero el día de la carrera contó con el glorioso sol de la Riviera francesa. Al término de la primera vuelta, Williams había accedido al liderato de la prueba desde el quinto lugar de parrilla, y Caracciola ya había adelantado a 13 coches para colocarse segundo, marchándose ambos del resto de la parrilla junto a un Burianu que había arrancado sexto.

Informe de la carrera en la portada del Mundo Deportivo, del 15 de abril de 1929.

Sorprendentemente para la época, las diferencias entre Williams y Caracciola fueron relativamente reducidas durante buena parte de la carrera. En la vuelta 36, Caracciola atacó para ponerse al frente, pero el británico se la devolvió seis giros después. Como si de una carrera de 2003 se tratase, la victoria se decidió en los pits, donde se sabía que Caracciola iba a necesitar más tiempo de parada por el mayor consumo de combustible de su motor de 7 litros, frente al 2.3 del Bugatti. No obstante, la detención del alemán fue un desastre, ya que el gato que elevaba el coche se deslizó del carril de tranvía sobre el que estaba apoyado, y a sus mecánicos se les rompió el martillo con el que se golpeaba el mecanismo para retirar las ruedas. Por ello, Caracciola perdió casi cuatro minutos en los pits, y toda opción de victoria quedaba supeditado a un problema mecánico ajeno que nunca ocurrió.

Completando las 100 vueltas en tres horas y 56 minutos con un «ritmo rápido y controlado», W Williams cruzó la meta como vencedor, un éxito que ningún otro británico lograría replicar en las calles de Mónaco hasta Stirling Moss en 1956, firmando además la vuelta rápida en 2 minutos y 15 segundos. Burianu acabó segundo a un minuto y 17 segundos, y Caracciola tercero a 2:22, iniciando su última vuelta poco después de que Williams acabase la suya. Detrás de ellos, el barón Philippe acabó a una vuelta y Dreyfus a tres en quinto lugar; Lehoux fue el primer piloto en estrellarse en la salida del túnel, perdiendo tres ruedas, y siete de los 16 pilotos no lograrían llegar al final de la prueba.

La prueba resultó tal éxito que el ACM vio multiplicada de forma exponencial las inscripciones en su club, y obtuvo su ansiado estatus de club nacional. Ya en 1933, la carrera recibió la codiciada consideración de Grande Epréuve, y a mediados de la década pasó a tener 100.000 espectadores en directo, terminando aquella época con la cancelación en 1938 por una disputa económica con AIACR, y la posterior Guerra Mundial. Chiron logró ganar la tercera edición en 1931, un hecho inigualado por ningún otro monegasco, y que Charles Leclerc busca emular 90 años después. Mónaco ha cambiado mucho, y a la vez, no tanto, algo que nueve décadas de carreras bien atestiguan. Su larga vida será siempre un síntoma de buena salud para la Fórmula 1.

Fotos: Bugatti Newsroom / National Motor Sport Museum / Mundo Deportivo

Compártela en:

Pixel