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Siempre a la altura.
Al ser el encargado de reducir la velocidad de nuestro automóvil ante una curva, un imprevisto o una avería, el sistema de frenado es un elemento vital de seguridad activa. Y a lo largo de los años este sistema ha evolucionado de manera espectacular, pasando de ser un sistema rudimentario a servirse de una sofisticación técnica de vanguardia.
Aunque los discos de tambor se siguen utilizando (especialmente en el eje trasero de vehículos de pequeño o medio tamaño), los frenos de disco son los más habituales por su mayor eficacia y cuentan con un juego de pastillas y un disco en cada rueda, que son el equivalente a la banda y al cilindro presentes en los frenos de tambor. Las pastillas friccionan sobre ambas caras del disco, ofreciendo una enérgica frenada que permite una mayor disipación del calor. A cambio, son más caros y menos duraderos, por lo que es importante saber cuándo cambiarlos por unos nuevos.
Pero antes de hablar sobre cuándo sustituir las pastillas y los discos, vamos a repasar brevemente qué es cada uno y qué tipos podemos encontrar en el mercado.
Son las encargadas de crear la fricción necesaria para reducir la velocidad del vehículo, por lo que es necesario controlar su desgaste para asegurarnos de tenerlas en buen estado y así no alargar la distancia de frenado y mantener una frenada uniforme.
Podemos encontrar distintos tipos de pastillas en el mercado:
Como en la mayoría de los elementos de nuestro vehículo, el desgaste y sustitución de las pastillas de freno depende en gran medida del tipo y frecuencia de uso que le demos. En ello influye no sólo el kilometraje acumulado, sino si este se ha desarrollado en su mayoría por ciudad, carretera secundaria o autovía. En entornos urbanos, utilizaremos con mucha más frecuencia el freno, haciendo un uso medio en carreteras secundarias y poco frecuente en autovías.
En el siguiente vídeo podemos ver discos de freno en mal estado.
De igual modo, nuestro estilo de conducción influye en ello, pues si somos más bruscos a la hora de pisar el pedal, aceleraremos la degradación de las pastillas.
En cualquier caso, podemos considerar que las pastillas delanteras deben ser reemplazadas por unas nuevas aproximadamente cada 60.000 kilómetros y las traseras al cumplirse el doble de kilometraje. La razón es que, por regla general, los coches llevan motor delantero y eso propicia que dicho eje soporte más peso.
Aunque depende del modelo de coche y del tipo de pastilla, por regla general realizar un cambio y montaje varía entre 100 y 230 euros. Lo ideal es sustituirlas cuando les queda menos del 30% del grosor, pues de lo contrario tendremos que controlar su degradación de manera frecuente.
El modo de hacerlo de manera visual es utilizar una linterna y, a través de los radios de la llanta (si el diseño de la misma nos lo permite), ver cuánto grosor de pastilla queda por consumir. Si dicho grosor es inferior a 3 mm, debemos cambiarlas. Si al frenar escuchamos un chirrido o el testigo de desgaste del cuadro de mandos se enciende, debemos hacerlo de inmediato porque el soporte de la pastilla ya está rayando el disco.
Están fijados al eje del vehículo y reciben la fricción de las pastillas, produciéndose la reducción de velocidad. Su duración es mayor que la de las pastillas, aunque en caso de no sustituirse estas a tiempo, provocan surcos en los discos y obligan a cambiarlos. Los materiales más habituales para su fabricación son la fundición gris modular en grafito laminar y la matriz de carbono, esta última utilizada en gran medida para los vehículos de competición.
Al igual que en el caso de las pastillas, podemos encontrar diferentes tipos de discos de freno:
En el caso de los discos, la conducción y el kilometraje también influyen en su desgaste, pero podemos calcular que cada dos cambios de pastillas es conveniente cambiar también los discos. Por tanto, los delanteros debemos sustituirlos cada 120.000 kilómetros aproximadamente, con los traseros esperando hasta los 240.000 km.
En el caso de estos elementos, desgastados por la fricción de las pastillas, el coste oscila entre 200 y 360 euros en función del modelo de coche y el tipo de disco elegido. Lo mejor en estos casos es no retrasar el cambio, pues una rotura implica invariablemente que nos quedaremos sin frenada, con el grave peligro que eso conlleva.
Para saber si los discos van a fallar, debemos fijarnos en si notamos una vibración en el pedal y el volante, pues en ese caso los discos han sufrido alabeo (deformación). También podemos controlar el desgaste de los mismos al comprobar si el anillo exterior del disco tiene una rebaba, que nos indica el índice de desgaste del resto de la superficie.
Fotos: Pixabay
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