EBRO fue una marca histórica española, ¿quién está detrás de su vuelta?
La histórica marca española de camiones y tractores vuelve a la vida tras décadas de silencio. EBRO regresa de la mano de Chery, con el objetivo de reinventarse en la era eléctrica sin renunciar a su legado industrial.

Si tienes una edad, seguro que conoces EBRO y lo que sus camiones, tractores y maquinaria de construcción han significado para la sociedad española. De lo contrario, es posible que únicamente te suenen los nuevos coches que han empezado a comercializarse en el mercado.
Lo cierto es que EBRO forma parte de la España del siglo XX como también lo hicieron Barreiros, Pegaso y otras. En este caso, la compañía creada en 1954 por Motor Ibérica S.A. se centró en vehículos de transporte, maquinaria agrícola y de construcción y obras públicas.
Durante varias décadas, EBRO se consolidó en la automoción española, pero coincidiendo con la adhesión de España a la CEE (Comunidad Económica Europea), desapareció. Ahora, casi cuatro décadas después, ha vuelto.
EBRO no produce coches desde cero, sino que ensambla kits CKD enviados desde China
Historia de EBRO, de Motor Ibérica al mito industrial
La marca EBRO nació en 1952 bajo el paraguas de Motor Ibérica S.A., heredera de las instalaciones que Ford tenía en Barcelona. El nombre, tomado del río más largo de España, simbolizaba fuerza, arraigo y progreso.
Sus primeros pasos estuvieron ligados a la producción de tractores y camiones ligeros basados en diseños de Ford, lo que permitió a la joven compañía ofrecer productos fiables y adaptados a un país que necesitaba mecanizarse con urgencia.
Durante los años 60 y 70, EBRO vivió su época dorada. Sus tractores se convirtieron en protagonistas de la modernización agrícola, mientras que sus camiones poblaron las carreteras, los talleres y las obras públicas de toda España.
Progresivamente, el catálogo fue diversificándose con la incorporación de todoterrenos —como los Santana EBRO, fabricados bajo licencia de Land Rover— y vehículos industriales que consolidaron a la marca como uno de los pilares de la automoción nacional.

El éxito de EBRO no pasó desapercibido. A lo largo de los años 70, Nissan entró en el accionariado de Motor Ibérica, lo que poco a poco fue cambiando el rumbo de la empresa. La globalización del sector y la necesidad de tecnologías más modernas llevaron a la firma japonesa a incrementar su control sobre la compañía.
Finalmente, en 1986, Motor Ibérica fue absorbida por completo por Nissan a raíz de la entrada de España en la CEE, y la marca EBRO desapareció de los catálogos. Con ello se ponía fin a más de tres décadas en las que EBRO no solamente motorizó campos y carreteras, sino que también se convirtió en un símbolo de la industrialización española.
El renacimiento de EBRO en el siglo XXI
EBRO ha pasado más de tres décadas en el olvido, pero ahora ha vuelto a escena. Su regreso no es una simple operación de marketing nostálgico, sino un proyecto industrial con el que se pretende recuperar un nombre histórico de la automoción española para ponerlo al servicio de la movilidad eléctrica.
El acuerdo con Chery
El relanzamiento de EBRO llega de la mano de Chery Automobile, uno de los fabricantes más potentes de China y con gran proyección internacional. Fundada en 1997, Chery es conocida por su rápida expansión y por ser pionera en el desarrollo de coches eléctricos e híbridos, además de contar con filiales de prestigio como Exeed o Jetour.
La compañía asiática aporta la tecnología y la capacidad industrial, mientras que EBRO ofrece un nombre con fuerte arraigo en España y un guiño emocional a varias generaciones de conductores y agricultores. Pero, ¿quién esta detrás de EBRO realmente?
Tras el cierre de la fábrica de Nissan en Barcelona, cuatro empresas españolas crearon EcoPower Automotive para reactivar la planta con una pick-up eléctrica inspirada en el Nissan Navara, aunque el proyecto no pasó de prototipo.
En 2024, ya como EV Motors, la compañía selló una joint venture con Chery para fabricar en Europa y evitar aranceles. El ensamblaje comenzó en noviembre con un plan de 150.000 unidades y 400 millones de inversión hasta 2029.
Por ahora, EBRO no produce coches desde cero, sino que ensambla kits CKD enviados desde China, donde Chery fabrica los componentes.
El objetivo de esta alianza es claro: entrar en el mercado europeo con una marca que genere confianza local, aprovechando la ola de electrificación y la necesidad de nuevos actores en el sector.
Nuevos modelos EBRO
El renacimiento de EBRO no mira al pasado, sino al futuro. La nueva gama se centra en la movilidad sostenible y la electrificación, alineándose con las tendencias del mercado y las exigencias regulatorias de la Unión Europea.
De momento, EBRO ofrece un total de tres modelos, todos ellos encuadrados dentro del segmento SUV.
El S400 es un B-SUV presentado en mayo de 2025 y que ha sido diseñado sobre la base del Chery Tiggo 4. Mide 4,32 metros de largo y cuenta con rivales de la talla del MG ZS, el Renault Captur, el Mitsubishi ASX, el Dacia Duster o el Toyota Yaris Cross. Su motorización se basa en sistemas híbridos autorrecargables (HEV) con motores de gasolina.
El segundo modelo es el S700, un C-SUV de 4,5 metros de largo que se mide a modelos consolidados como el KIA Sportage, el Hyundai Tucson, el SEAT Ateca, el Skoda Karoq o el Volkswagen Tiguan, entre muchos otros. Cuenta con versiones de gasolina de 147 CV, así como con variantes híbridas enchufables (PHEV) de 279 CV.

Finalmente, el modelo más grande de la gama, el S800. En su caso, mide 4,73 metros de largo y cuenta con capacidad para un máximo de siete pasajeros, aunque también existen versiones de cinco plazas.
El EBRO S800 rivaliza con el Nissan X-Trail, el Volkswagen Tayron, el Skoda Kodiaq, el KIA Sorento o el Hyundai Santa Fe, para lo cual ofrece las mismas mecánicas PHEV y gasolina que el S700. Esto le permite acceder a la etiqueta 0 de la DGT, ya que permite hasta 90 kilómetros de autonomía en modo 100 % eléctrico.
El enfoque está puesto en ofrecer coches de combustión y electrificados asequibles y fiables, capaces de competir con marcas ya asentadas y, al mismo tiempo, diferenciarse gracias al valor simbólico que aporta el nombre EBRO.