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Virutas F1Año sabático

No lo entendí. Aquello era una rareza monumental a pesar de la simpleza de la frase de mi padre: “es que se ha tomado un año sabático”. Decirle eso a un imberbe de cinco años cuya vida es permanentemente un sábado carece de sentido, pero no tanto para un equipo de Fórmula 1, para el en que los sábados se deciden la mitad de su éxito. “¿Un año sab..? ¿qué es eso?”.

12 min. lectura

Publicado: 28/08/2017 14:30

Totó era un mulato brasileño de metro noventa que se había venido a Europa a pegarse unas vacaciones de un año, justo lo que dura una temporada completa. Lo incomprensible para el cincoañero era que el tío no se había venido al viejo continente a vacilarnos de su explosiva señora sino a aprender, formarse y crecer para mejorar. Hace no tanto un medio británico dejó caer que ante la falta de éxitos y más bien de justo lo contrario de Fernando Alonso, el de Oviedo barajaba pillarse uno de estos años, para estar echao en barbecho hasta que el panorama fuera más favorable. Esta jugada ya la hicieron antes, y con distintos resultados, tipos como Niki Lauda, Alain Prost o Michael Schumacher.

Ese medio se equivoca. Puede que su información fuera correcta pero el del año sabático no debería ser Alonso sino su proveedor de motores, Honda. Alonso no es la pieza que falla de este conjunto, sino su motor, y son los japoneses los que deberían pensar en hacer el petate, recular sobre sus cuarteles de invierno, recomponer algo que funciona a trompicones para volver cuando tenga mejor color.

Honda ha pagado el pato, como ya lo hizo Toyota en su momento, de poner las riendas a hombres brillantes pero en materias ajenas a este erizo deportivo que es la Fórmula 1. De ahí y hacia abajo, todo desatino no ha sido por falta de medios, ganas, o músculo ingenieril, sino procedente de una toma de decisiones terrible. Ningún desprecio sino más bien agradecimiento al motorista que apostó, y buena pasta se ha dejado, en ingresar en tan competido jardín, que además construye unos magníficos coches de calle. Ha llegado para ellos un momento crítico: el de decidir si irse o quedarse.

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Los japoneses se dieron de plazo hasta el final del verano para replantearse su situación y las pistas que está dejando la actualidad no pueden ser más desalentadoras. Las conversaciones con Toro Rosso han dado como resultados con que los coches de Faenza seguirán siendo clientes de Renault, y en Sauber la decisión tras haber anunciado públicamente el acuerdo fue la de decir ‘hastaluegoLucas’. La movida tuvo que ser heavy porque todo indica que fue el detonante de la salida de Monisha Kalterborn.

Los McLaren-Honda fueron literalmente achicharrados por sus rivales en las largas rectas de Spa-Francorchamps.

La indosuiza dijo aquello de “lo de decir adiós a Honda será sobre mi cadáver” y la guillotina conjugó su afilado y único verbo. Los orientales tienen a McLaren como cliente único, y quedan como proveedor de un equipo que malflota en la ruina deportiva pero que no puede soportar esto ni un día más. La propuesta de Virutas es que recojan los trastos antes de que sea más tarde, organicen una retirada estratégica, y se tiren ese año sabático que alguno restaba al asturiano haciendo funcionar lo que no funciona.

Honda ha crecido enormemente este año, puede que la temporada que más en el mismo periodo de tiempo desde que llegaron a la Fórmula 1, pero sigue siendo insuficiente. El resto de motoristas son cualquier cosa menos idiotas y han aprovechado la ausencia de los límites tokenianos para crecer a un ritmo sostenido y por ello no son fáciles de alcanzar. Los japos han echado mano de consejeros, técnicos externos, ingenieros y gente que les ayuda pero con un concepto, el segundo, que tampoco se ha mostrado exitoso de forma inmediata.

A la falta de potencia y fiabilidad hay que añadir la rigidez mental, la cuadriculación conceptual

Mucho trabajo por delante y ni una sola pista que haga pensar que el año próximo van a estar a un nivel digno. A la falta de potencia y fiabilidad hay que añadir la rigidez mental, la cuadriculación conceptual y filosófica del nada errático sino más bien carrileado comportamiento de su motor, fiel reflejo de las mentes orientales a las que joderles el plan puede suponerles un año de reuniones para decidir algo. Lo del sábado belga muestra a las claras la falta de entendimiento de cómo funciona esto, y esto funciona encontrando soluciones inmediatas, imaginativas y dejando decidir de abajo y hacia arriba.

Alonso pisoteaba con saña en Pouhon su acelerador en pleno cualifáin cuando su propulsor, programado de acuerdo con el GPS y una distribución de entrega de potencia previsible ante velocidades, fuerzas G y RPM, decidió por su cuenta no colaborar. ALO entró por encima de sus posibilidades en la zona, el motor entendió que aquello era imposible, y decidió no aportar la potencia eléctrica que entendía que necesitaría en otro momento.

El corredor no solo tiene que pelear contra las carencias de su V6 sino ahora a la de sus caprichos. La intención de los ingenieros orientales era la mejor, y como teoría es buena, aunque denota justo lo que ocurre dentro de la firma: la falta de flexibilidad, el atenerse a un plan programado, algo que en esta especialidad mata al más pintao.

En principio, si Honda se pirase el año que viene dejaría a McLaren sin motores y sin su dinero. El dinero podría ser compensado por unos propietarios que parecen dispuestos a hacerlo y por los puntos (equivalentes a dinero) que recaudarían con un desempeño teóricamente más lustroso con otro motor. Ni Mercedes ni Ferrari parecerían dispuestos a venderles sus chismes, así que nos quedamos con Renault, una gente que ya han dicho que sí, “pero no de cualquier manera”.

Eso de que no tienen recursos para atender la demanda es una excusa baratuna y si los motores se pagan, no habría problema. Políticamente Renault crecería muchos enteros al tener en la parrilla dos coches más, y Liberty & FIA le deberían un favor al impedir que los siempre relucientes McLaren no quedasen varados cual patera de inmigrantes en una playa de Cádiz.

Por otra parte a Honda le vendría casi bien: ahorro de dinero, ahorro de caras coloradas, ahorro de incineración de imagen de marca, ahorro de padecimientos, y ahorro de tiempo para concentrar el esfuerzo en recomponer un motor malparido. ¿Ganaría McLaren con Renault? La respuesta evidente es muy difícilmente (ver Red Bull), pero tampoco haría el más doloroso de los ridículos que es lo que le está pasando ahora. Alonso dijo el domingo por la radio “no more radio in the rest of the race”.

¿Podría McLaren conseguir su objetivo dependiendo de un motorista con equipo propio? Muchos dudan seriamente de ello.

Con un buen traductor se podría entender la frase como “no más Honda durante lo que me queda aquí”, frase que se autoconvierte en eje pivotacional sobre el que giran todos los problemas. En esta ocasión la coz se la llevó Mark Temple, su ingeniero de carrera, pero su cordón umbilical con el resto del planeta que estamos quietos poca culpa tenía. El británico tan solo quería ayudar y buscar parches a lo resbaladizo de la situación general. El bicampeón abandonó su coche en los boxes tras correr apenas media carrera en Spa. Clasificó con cierta dignidad a las puertas de la Q3 a la que no llegó por el citado problema técnico, salió como un cohete y se llevó de calle a tres antes de la primera curva, y vuelta tras vuelta su esfuerzo fue disipándose ante los embates, sin excesivo esfuerzo de los adelantados, mejor dotados, caballerísticamente hablando.

Unos que dicen que el coche no iba bien, otros que no encontraron fallo alguno pero a la postre el coche varado en el limbo de la velocidad mientras los responsables se echan mutuamente las culpas. La respuesta obvia al miramos es solo una: si el coche fuese digno, con avería o sin ella, ALO hubiera hecho una carrera en condiciones.

Si Honda hace el petate en la F1 no la van a echar de menos, se ahorrarán una cuantas penas y podrán recomponerse, McLaren no sufriría más, Alonso podría quedarse, y los aficionados no se reirían más de una marca dignísima cuyo retorno a la Fórmula 1 es una pesadilla continua con una palabra que se repite hasta soñando a todos los miembros de la escudería, japoneses o no: “nopagüer”.

Totó, el mulato baloncestista, se pegó un año en Europa aprendiendo, formándose, haciéndose mejor. Nadie le afeó su marcha durante un año del lugar al que pertenecía. Volvió siendo un poco más alto, pero Totó era latino, no japonés. Lecciones.

Fotos: McLaren F1 | Motor.es

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