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OpiniónNo quiero que la Fórmula 1 sea como la lucha libre

  • La primera carrera de la temporada 2017 de Fórmula 1 ha traído consigo varias críticas por la falta de adelantamientos y el escaso desgaste de los neumáticos.
  • En este artículo, planteo por qué el camino que sigue ahora la Fórmula 1 es el adecuado, en vez de la búsqueda artificiosa de espectáculo que muchos pretenden.

14 min. lectura

Publicado: 28/03/2017 17:30

Este domingo culminé el que había sido un día bastante extenuante con el visionado de la quinta carrera de la NASCAR Cup Series, en el óvalo de Fontana. Dependiendo de la carga de trabajo y tiempo que conlleve el día, y del horario de la prueba en cuestión, en ocasiones nos juntamos un particular grupo de amigos, gracias a las maravillas de Internet, para ver carreras, y la de la NASCAR suele ser una habitual. Lo primero que un aficionado estándar de carreras europeo suele pensar al oír hablar de NASCAR son esas imágenes que se ven en las noticias y las películas: filas de dos o tres coches rodando juntas en Daytona, accidentes espectaculares de más de una docena de vehículos...

Esas imágenes están asociadas al imaginario colectivo, y pasa incluso en Estados Unidos con la gente que no sigue las carreras. Cabría esperar, por tanto, que carreras en las que los pilotos están "tan exigidos", rodando tan juntos y a velocidades de 320 kilómetros por hora todo el rato sean la mar de espectaculares... pero lo cierto, de un tiempo a esta parte, es que no lo son. Por lo general, y salvo excepciones, las carreras de NASCAR suelen ser un compendio de resalidas en las que las batallas duran tres vueltas hasta que un orden queda definido y se mantiene. Muy europeo, en cierto modo. Dicho orden sólo se viene abajo cuando ocurre algún incidente, que trae una bandera amarilla (equivalente a nuestros Safety Car) y las consiguientes paradas masivas que pueden hacerte perder seis puestos si te despistas. La del domingo no fue una excepción, y hubo consenso entre quienes la vimos, eso lo puedo garantizar.

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Por ello, desde hace 13 años, la NASCAR intentó animar el cotarro con diversas medidas para favorecer el espectáculo: una fase final de 10 carreras en la que los mejores se jugasen el título, que derivó en un playoff eliminatorio en el que se descarta pilotos cada tres carreras y se resetean las puntuaciones, sin importar lo hecho en las anteriores 26 pruebas: Kyle Busch fue campeón en 2015 habiéndose perdido media temporada por una lesión. Todo por el show. Eso sin contar los cautions (periodos de bandera amarilla) 'fantasma', que aparecen después de un largo periodo de bandera verde, o a pocas vueltas de que acabe la carrera por unos supuestos restos en pista (debris) que nunca llegan a verse. Este año, se ha dado una vuelta de tuerca más, dividiendo la primera mitad de la carrera en dos segmentos que dan puntos, para que los pilotos no se pasen dos horas (son carreras largas) pensando en la última sin correr, legalizando con ellos dos periodos de bandera amarilla. El resultado, hasta ahora, ha sido bastante decepcionante.

El producto final son carreras de 40 coches en las que la única alternativa para ver algo diferente a lo que hay en la vuelta 10 es esperar a las paradas tras un caution (ya sea legítimo o provocado) en las que puede que alguien tenga fortuna y gane las posiciones necesarias para acabar venciendo. Y si, aun con todo, la carrera ha sido aburrida, siempre puedes contar con que dos pilotos se habrán tocado, y que puede que uno busque al otro para intentar zurrarle la banana. 'Murica en estado puro. Al final, todo queda, o parece, excesivamente producido, hasta el punto de que ya no parecen carreras, si no un simple entretenimiento con los coches como excusa. En eso se convirtió la NASCAR hace mucho tiempo, en una especie de WWE del automovilismo. Y no quiero que la Fórmula 1 siga esa ruta.

Ni contigo, ni sin ti

El concepto de espectáculo que tenemos los aficionados europeos, en general, y por fortuna, dista bastante del estadounidense... por ahora. Es la razón por la que, probablemente, la IndyCar no logra despegar ahí como debería, entre otras. Básicamente, lo que busca un aficionado europeo es... complicado de definir. La Fórmula 1, y el automovilismo en general, lleva años intentando sondear qué es lo que quiere el aficionado, ante la pérdida de popularidad del deporte en la sociedad, y estos han sido incapaces de dar respuestas concretas, coherentes y que no estén condicionadas por el populismo. Por desgracia, la Fórmula 1 lo ha sufrido bastante en la última década.

En 2008, la queja generalizada era el escasísimo número de adelantamientos. Pese a los cambios que limitaron la influencia aerodinámica en 2009, las quejas se mantuvieron dos años más, lo que propició la introducción del DRS, el dispositivo que disparó el número de adelantamientos en las siguientes temporadas, a cambio de convertir el 95% de ellos en una sencilla operación que consiste en apretar un botón y sincronizar bien el movimiento de ataque. La aplicación más exhaustiva de la norma que limita las defensas a un único movimiento, tras lo ocurrido con Michael Schumacher y Lewis Hamilton en Monza 2011, dejaba aún más indefenso al atacado. Mayor cambio de posiciones, a cambio de convertirlos en rutina y no en algo meritorio. Eso sin olvidar la llegada de los compuestos degradables de Pirelli: estrategias a dos, tres o cuatro paradas, muchos adelantamientos por pura diferencia de desgaste de gomas...

La contínua evolución aerodinámica que consagró el dominio de Red Bull imponía un nuevo cambio, y la Fórmula 1 cambió por completo su vestuario, con los coches más lentos de las últimas dos décadas en curva, a los que añadió una unidad de potencia experimental que desterró su característico sonido. "Make Eau Rouge Challenging Again", ¿lo recuerdan? Pues bien, aquello resultó como resultó, con unos coches terroríficamente lentos en su primera temporada y media, antes de que los incansables ingenieros y el desarrollo de las unidades de potencia les acercase a los tiempos por vuelta de 2004... en clasificación, porque en carrera, 'ojo cuidao' con ir a tope cuatro vueltas que te quedas sin gomas. Y, de nuevo, la dos quejas: "sí, muy veloces, pero los coches no son tan difíciles como en el pasado", algo en lo que incluso los pilotos estaban de acuerdo, y "los pilotos ya no van al límite en carrera", cortesía de los neumáticos degradables. Nuevo cambio de reglamento, 2017, los coches más veloces de la historia y neumáticos consistentes. El resto ya lo saben.

Ha pasado una carrera y ya hay quien predice un año aburrido. Un año en el que no habrá adelantamientos, un año en el que las estrategias serán copia y pega, un año en el que los pilotos se limitarán a rodar uno detrás de otro... año de almohada. Todo ello, tras una carrera en Albert Park, un circuito que no es conocido precisamente por la gran cantidad de adelantamientos que ha propiciado en el pasado, siendo un semi-urbano de rectas cortas seguidas de curvas rápidas. Y mi opinión, que de eso se trata este artículo, es que la gente no sabe lo que quiere. Nunca lo ha sabido, en realidad. Sólo sabe lo que echa en falta, y lo emplea en sus argumentos como si fuese el "Santo Grial salvador" que la competición necesita cuando ésta no cumple sus estándares de entretenimiento.

Competición espectacular, si. Espectáculo competitivo, no

¿Que el piloto está por fin exigido en carrera? "No se adelantan". ¿Que se quita dependencia aerodinámica para propiciar adelantamientos? "Son coches lentos". ¿Que los neumáticos se desgastan? "Los pilotos no pueden ir al límite ni arriesgar". ¿Que los neumáticos duran? "No hay estrategias". Y así, una y otra y otra y otra y otra vez. Y, personalmente, me empieza a cansar que absolutamente nada valga para tener a los señoritos contentos. Hay gente que incluso se toma en serio lo que dijo Fernando Alonso de "motores iguales para todos", el mantra más anti-Fórmula 1 que existe, como si no fuese suficiente tener el mismo tipo de motor por reglamento. ¿Que será lo próximo, chasis idénticos fabricados por Dallara? ¿Por qué no llamamos Fórmula 1 a la Fórmula 2 (una categoría con muchísimos adelantamientos, si...) y acabamos antes?

La Fórmula 1 es una competición entre fabricantes, que emplean en su guerra a los mejores pilotos del mundo. Dicha competición debe contar con los coches más veloces del planeta: coches que no hagan que un piloto de Super Formula diga que le resulta más veloz en curva su Dallara SF14 que un Fórmula 1; coches que no hagan que el GP2/11 sea el monoplaza más rápido con diferencia que haya llevado un piloto que disputó 14 Grandes Premios en 2015. Coches que llevan al máximo los límites de su jinete, y no les haga "tomarse un café en las curvas", como lo define Alonso. Para competiciones de pilotos en las que el coche sea un elemento más, ya existen las categorías inferiores, y ni eso: pese a ser monochasis y monomotor, sigue habiendo equipos superiores (Prema no tiene tres décimas de ventaja sobre sus inmediatos perseguidores por nada...).

A su vez, se debe velar, como es obvio, por que esa pelea resulte atractiva para el espectador, pero lo que no se puede hacer es buscar el espectáculo a toda costa, sacrificando el factor competitivo. Dados los condicionantes anteriores, es difícil que una categoría así tenga adelantamientos, pero los puede haber, y se debe buscar la forma de propiciarlos, de forma natural: no quiero una Fórmula 1 en la que se adelante sólo por tener neumáticos 20 vueltas más frescos que los de tu rival, o por apretar un botón. No quiero una Fórmula 1 que se resigne a su suerte como el WTCC, planteándose parrillas invertidas y cosas similares. No quiero una Fórmula 1 en la que la única forma de que haya adelantamientos sea renunciando a ser la categoría más veloz del mundo. Eso no es Fórmula 1, es espectáculo disfrazado de competición. Lo que había no estaba mal (yo mismo disfruté de lo lindo en 2012), pero no era lo ideal. Habrá quien lo prefiera a lo que hay ahora; yo no.

Fotos: Red Bull Content Pool, NASCAR

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