7 días viviendo con un coche eléctrico en un pueblo: lo bueno, lo malo y lo inesperado
El coche eléctrico debe hacer frente a numerosos prejuicios, algunos de ellos totalmente justificados. Pero, ¿es la imposibilidad de utilizar uno como coche único para toda la familia viviendo lejos de la gran ciudad uno de ellos? Lo hemos comprobado.

El coche eléctrico debe hacer frente a numerosos prejuicios, algunos de ellos totalmente justificados. Pero, ¿es la imposibilidad de utilizar uno como coche único para toda la familia viviendo lejos de la gran ciudad uno de ellos? Lo hemos comprobado.
Te pongo en antecedentes, yo no formo parte del equipo de pruebas de esta nuestra casa y he conducido coches híbridos, pero nunca uno 100 % eléctrico. Esta iba a ser la primera vez y, por tanto, no sabía muy bien qué esperar, especialmente viviendo lejos de la gran ciudad y, claro está, sin tener punto de recarga en casa.
En concreto, mi vivienda se sitúa en la localidad de Yeles (provincia de Toledo), muy cerca de Illescas y en el punto medio existente entre Madrid y la Ciudad Imperial (a 40 km de cada una), también conocida como la ciudad de las tres culturas.
Después de 585 kilómetros a una media de 48 km/h, había consumido el equivalente a un 128 %
Mi pueblo y sus circunstancias
En concreto, Yeles es un pueblo de poco más de 5000 habitantes en el que los servicios son escasos. Ahora bien, es cierto que Illescas (a cuatro kilómetros) es una localidad mucho más grande (más de 32.000 habitantes censados) y, por tanto, con muchos servicios al alcance de la mano.
También hay que tener en cuenta que esta zona es muy prolífica en plataformas logísticas de gran tamaño para empresas como Amazon, Seur, Michelin o Inditex. Y, finalmente, es importante señalar que, además de estar junto a la autovía A-42, a esta se llega por la carretera secundaria CM-4010, que conecta con la A-4 y con la A-5 a través de la autovía CM-41. Es decir, mucho tráfico a diario en ambas direcciones.
Este contexto sirve para entender que los puntos de recarga para coches eléctricos no escasean. Cierto es que en Yeles únicamente hay un lugar al que acudir, un supermercado de gran tamaño abierto hace unos meses, pero en los polígonos cercanos al pueblo y en dirección a Illescas hay para elegir (incluso uno de carga rápida de hasta 150 kW, que fue el que utilicé cuando me resultó necesario).
El objetivo de la prueba
Como ya has deducido en el titular y la entradilla, el objetivo era comprobar hasta qué punto es sencillo —o todo lo contrario— convivir a diario con un coche eléctrico en un pueblo pequeño y relativamente lejos de una gran ciudad.
Obviamente, no estamos hablando de un pueblo perdido de la mano de Dios y en el que no encuentras un cargador en decenas de kilómetros a la redonda. Pero sí lo suficientemente alejado de las grandes urbes como para determinar si el coche eléctrico es algo más que una excelente herramienta contra el tráfico urbano.
La idea era utilizar un coche de tamaño familiar que permita ser utilizado como vehículo único y no como un segundo coche para usos concretos. Y lo cierto es que el modelo elegido es de armas tomar: un CUPRA Tavascan en su versión Endurance.

Primera toma de contacto
Si quieres conocer en profundidad el CUPRA Tavascan Endurance lo mejor que puedes hacer es leer la prueba que mi compañero Óscar Magro hizo el pasado mes de agosto, ya que él es un verdadero especialista en este tipo de cometidos y te lo va a contar mucho mejor que yo.
Ahora bien, en cuanto a mi experiencia, lo cierto es que el Tavascan impresiona de inicio por la calidad percibida de sus materiales, su diseño atrevido por dentro y por fuera y, también, la gran cantidad de tecnología que pone al servicio de todos los ocupantes.
Tras el obligado periodo de adaptación a las dimensiones, la posición de los mandos y las peculiaridades de un coche eléctrico, lo cierto es que el Tavascan es el tipo de vehículo con el que en pocos kilómetros sientes que conoces de toda la vida. Tanto en carretera como en ciudad, resulta cómodo y fácil de conducir, aunque es en los entornos urbanos donde su tamaño (los 2,108 metros con los retrovisores extendidos, concretamente) se deja notar.
Nada del otro mundo, en cualquier caso, por lo que pronto me sentí plenamente adaptado y listo para emprender camino a casa desde el lugar de la recogida en el Paseo de la Castellana de Madrid, aunque haciendo una parada intermedia en Ciudad Universitaria para recoger a mi hija al salir de clase. Encantada, claro, y no solamente por ahorrarse hora y media de transporte público, sino también por el coche en sí.
Una vez hecha la primera parada, emprendimos viaje a Yeles cogiendo la M-30 para conectar posteriormente con la A-42. Tráfico intenso, pero fluido y llegamos a casa sin mayor inconveniente. El primer trayecto estaba hecho y quedaba batería más que de sobra para el día siguiente (lo recogí al 99 % y con casi 500 kilómetros de autonomía estimada).

Vuelta a la rutina
Tras la novedad del día del ‘estreno’, era hora de volver a la rutina, realizando los trayectos habituales en el día a día. O, mejor dicho, condensando rutinas como visitar a la familia o hacer algunas compras en el centro comercial en unos pocos días para aprovechar al máximo los siete días de prueba.
Lo primero fue bajar al pueblo (mi casa está a las afueras del mismo, en la zona más elevada) a realizar algunas gestiones. Más tarde, recoger a mi hija en la parada del autobús de Illescas (no hubo taxi premium esta vez desde la universidad).
A estas alturas, el Tavascan ya era un coche más en mi memoria muscular y me sentía totalmente adaptado, sin tener que pensar dónde estaba cada mando, cómo gestionar la climatización o qué pantalla poner en el head-up display (una maravilla, por cierto. Tanto por seguridad como por funcionalidad).
Al día siguiente, teníamos que recoger el coche (el nuestro, un Nissan Townstar) en el taller tras una revisión relacionada con la adaptación a PMR que le realizamos al comienzo del verano. Así que mi esposa y yo nos montamos en el CUPRA en dirección a Olías del Rey (Toledo), pero pasando antes por el Centro Comercial Puerta de Toledo.
Con poco tráfico y una carretera recientemente asfaltada, fue tan sencillo como activar el control de velocidad adaptativo y cubrir kilómetros charlando en el interior de un vehículo silencioso y, además, perfectamente insonorizado. En total, algo menos de 70 kilómetros que cubrimos en menos de una hora.

La visita familiar y el momento de la recarga
Llevaba mucho tiempo si ver a mis padres, que viven a una hora de camino, por lo que tener el Tavascan era una excusa perfecta para visitarlos en su casa de Villar del Olmo, un pueblo situado al este de Madrid y no demasiado lejos de la provincia de Guadalajara.
Allá que fuimos, todavía sin la necesidad de recargar, cubriendo los poco más de 70 kilómetros de distancia por autovía y, también, carreteras secundarias. A mi padre no le impresionó mucho el coche, la verdad, ya que es un firme convencido de que los coches eléctricos no tienen utilidad real ninguna. «¿500 kilómetros? Con el mío hago más», me dijo.
Al día siguiente, el cuarto con el CUPRA Tavascan, llegó el momento de recargar a la vuelta de dejar a mi hija en la facultad (claramente, ha sido la más beneficiada de la prueba). Llegué al punto de recarga de Iberdrola-BP Pulse que hay en una estación de servicio cercana al pueblo con un 19 % de batería tras haber cubierto 387 kilómetros, y con una autonomía estimada de poco más de 100 kilómetros por delante. Por tanto, no me había desviado prácticamente de la previsión que el ordenador del coche marcaba cuando lo recogí y, lo mejor de todo, había cubierto cuatro días sin necesidad de recargar.
En cuanto al proceso de recarga, lo cierto es que lo completé con sensaciones encontradas. Por un lado, me costó seis o siete intentos conseguir que el cargador (de 150 kW, por cierto), la aplicación o ambos completaran la conexión con el vehículo. Pero, una vez conseguido, pude recargar del 19 al 80 % de capacidad de la batería con bastante rapidez a una media de entre 100 y 110 kW de velocidad.
En total, 27 minutos justos que me costaron 28,93 euros a un precio de 0,67 euros/kW. Caro, sin duda, pero la recarga rápida es lo que tiene. Mientras, aproveché para adelantar algo de trabajo en el móvil mientras compartía cargador con un Renault 5 blanco, también conectado.
Desde aquella recarga, realicé dos trayectos más, ambos bastante largos, aunque por diferentes razones. El primero, para recoger a mi hija en la estación de Chamartín (Madrid), ya que había pasado el fin de semana fuera. A continuación, parada en Torrejón de Ardoz (también en Madrid) para dejar a su acompañante y vuelta a casa para completar un total de 138 kilómetros en poco más de dos horas.
Pero lo peor quedaba para el final. El día en el que el Tavascan sufrió la peor cara de Madrid y yo recordé la razón por la que hace unos años decidí alejarme de la capital. A modo de despedida, mi hija volvió a tener taxi premium para ir a clase, después de lo cual pondría rumbo al lugar de entrega del vehículo en el Paseo de la Castellana.
Lamentablemente, el tráfico este último día fue exageradamente horrible y mi hija no llegó a tiempo para la primera clase (preocupadísima estaba, sí). No solamente eso, el resto del trayecto, entre atascos y obras, no mejoró en absoluto y, finalmente, tardé nada menos que 175 minutos (casi tres horas) en cubrir apenas 60 kilómetros.
En cualquier caso, la misión estaba cumplida y el CUPRA Tavascan ya descansaba en su destino con un 31 % de batería. En total, después de 585 kilómetros a una media de 48 km/h, había consumido el equivalente a un 128 %.
Trayectos realizados con el CUPRA Tavascan Endurance
Trayecto | Distancia | Velocidad media | Tiempo | Consumo medio |
---|---|---|---|---|
Paseo de la Castellana - Ciudad Universitaria - Yeles | 58 km | 39 km/h | 91 minutos | 13,3 kWh/100 km |
Yeles | 7 km | 20 km/h | 22 minutos | 15,5 kWh/100 km |
Yeles - Illescas - Yeles | 13 km | 42 km/h | 22 minutos | 15,9 kWh/100 km |
Yeles - CC Puerta de Toledo - Olías del Rey - Yeles | 68 km | 70 km/h | 59 minutos | 18,6 kWh/100 km |
Yeles - Villar del Olmo - Yeles | 147 km | 65 km/h | 128 minutos | 15,8 kWh/100 km |
Yeles - Ciudad Universitaria - Yeles | 94 km | 53 km/h | 108 minutos | 14,0 kWh/100 km |
Yeles - Chamartín - Torrejón de Ardoz - Yeles | 138 km | 68 km/h | 124 minutos | 16,7 kWh/100 km |
Yeles - Ciudad Universitaria - Paseo de la Castellana | 60 km | 21 km/h | 175 minutos | 19,0 kWh/100 km |
Total | 585 km | 48 km/h | 729 minutos | - |
Lo bueno, lo malo y lo inesperado
Después de siete días con el CUPRA Tavascan, puedo decir que es perfectamente factible vivir con un coche eléctrico como vehículo para todo a 40 kilómetros de la gran ciudad y en un pueblo pequeño, y lo cierto es que no lo esperaba.
Ahora bien, para que el ahorro sea real y recargar no suponga una molestia, es imprescindible tener un punto de recarga en casa. De lo contrario, o bien tocará pasar mucho tiempo esperando, o bien será necesario pagar el sobreprecio de la carga rápida.
Es obvio, también, que contar con un coche de alrededor de 500 kilómetros de autonomía real ayuda y mucho. El CUPRA Tavascan no es un coche cualquiera y tampoco es asequible, ni mucho menos. Pero deduzco que disponer de un punto de recarga en casa y un coche de alrededor de 250 kilómetros de autonomía real hace ya muy factible hacer frente a la rutina diaria con plenas garantías.
Está claro, vivir en un pueblo tiene muchas ventajas, pero también lleva consigo la necesidad de hacer muchos kilómetros. A pesar de eso, muchos coches eléctricos actuales están más que preparados para ser vehículos de uso diario para todo sin que por ello nos reconcoma la ansiedad por quedarnos sin batería.
¿Viajes largos? Ese ya es otro tema y, para eso, además de contar con un coche de un precio ya bastante elevado, necesitas planificar a la perfección cada ruta para no tener un disgusto. Y es que, lamentablemente, la red de recarga en España hace aguas en cuanto te alejas—de verdad— de las grandes urbes.