Motor.es

Los coches autónomos revolucionarán nuestras vidas

Cada vez somos más dependientes de la tecnología y mayores son los cambios en nuestra vida diaria. Para cuando la conducción autónoma sea una realidad cotidiana, ya no habrá un paso hacia atrás, muchos escépticos de hoy se volverán totalmente dependientes.

8 min. lectura

Publicado: 10/12/2017 20:30

Este Toyota Prius de Google fue uno de los primeros coches autónomos que pudo circular en vías públicas

El ser humano reacciona con temor y rechazo ante aquello que no conoce y le abruma, y los ejemplos sobran a lo largo de toda la Historia. Una de las revoluciones que viene hacia nosotros cual tsunami es la conducción autónoma. Es algo imparable, va a llegar nos guste o no, y nos tendremos que acostumbrar a convivir con ella.

La idea es simple, pero tiene su enjundia: que el proceso de llevar un automóvil del punto A al punto B sea llevado a cabo por una inteligencia artificial, llegando al punto de no necesitar para nada acciones humanas. En su máximo exponente, los coches autónomos no precisarán volante ni pedales.

A día de hoy sigue dándonos mucha aprensión aquello de dejar que un "ordenador" conduzca un coche, porque lo estamos haciendo respecto a un punto de vista contemporáneo. Bueno, deberíamos corregir y hablar de anticuado, porque el futuro ya ha llegado para algunas cosas. La IA está dando pasos de gigante.

Calcula ahora el precio de tu seguro de coche

¡Infórmate!

A principios de mes conocimos que una IA se ha convertido en la mejor jugadora de ajedrez en el mundo. Solo conociendo las reglas básicas, y sin ningún tipo de lección adicional, AlphaZero jugó contra sí misma durante cuatro horas. En ese tiempo aprendió lo suficiente para ser prácticamente invencible en esos juegos, al menos contra casi cualquier ser humano. Ya ha derrotado al mejor motor de ajedrez, Stockfish.

La verdad sea dicha, las condiciones de un tablero de ajedrez son totalmente predecibles y deterministas. No se contemplan casos como que falten fichas, que resbalen en el tablero, que este esté inclinado, que se muevan las fichas por un terremoto o que una densa humareda impida ver las fichas del oponente. Las carreteras son así de entrópicas.

Big Data + nube + aprendizaje profundo = una fotocopia de nosotros mismos

Conducir es algo muchísimo más complejo que los juegos de tablero, pero hablamos de un hito importante. Ya han pasado más de 20 años desde que Deep Blue, aquel famoso ordenador de IBM, consiguiese ganar al ajedrez a Gary Kasparov, un peso pesado de la disciplina. Lo que vaya a pasar en 20 años puede darnos "miedito".

Recientes prototipos conceptuales como el Renault Symbioz o el Peugeot Instinct nos dan las pistas de cómo va a ser nuestro futuro cuando seamos un poco más mayores. Los concepts no siempre atinan con lo que será el futuro, pero estos los veo muy encaminados -al menos como un ingeniero informático-.

No solamente van a tener la habilidad de poder conducir de forma más eficiente y segura que el 99% de los conductores, también van a conocernos muy bien. El cruce de datos con la nube y nuestros dispositivos personales les permitirán saber muchas cosas que tendrán como resultado un funcionamiento mucho más eficaz y cómodo para nosotros.

La capacidad de aprendizaje les hará mejores al volante, ya lo están haciendo los semiautónomos de Tesla en la actualidad

Conocerán nuestros hábitos, gustos, destinos frecuentes... todo eso tendrá un impacto en nuestras vidas, de la misma forma que ahora prescindir del smartphone hace que la vida diaria sea más complicada. No olvidemos que tal y como conocemos a los teléfonos "inteligentes" surgieron en ¡2007!, prácticamente "el otro día". De esa época datan los primeros pasos significativos en conducción autónoma, lo dejo caer.

Este vídeo de Peugeot nos muestra el potencial que hay en el Internet de las cosas (IoT) para interconectar hogar, coche, teléfono móvil, nube...

Habrá coches autónomos que no necesiten conductor para nada, y otros que permitan delegar para cuando no queramos, no podamos o no nos apetezca conducir. Seremos mucho más dueños de nuestro tiempo, pudiendo aprovechar los trayectos para hacer cualquier otra cosa: leer, ver series, conversar, un sueñecito, tomar un tentempié, etc.

El tráfico será muy diferente. Se desplomarán las infracciones viales y los accidentes, por lo tanto los costes humanos asociados al transporte tenderán a cero. Las carreteras tendrán un tráfico más ágil e inteligente, por lo que se beneficiará la sociedad en su conjunto, incluyendo aquellos irreductibles que preferirán conducir por su cuenta.

La masiva electrificación reducirá mucho la contaminación y sus externalidades

Ya en la actualidad tener coche en propiedad es algo muy opcional, en el futuro lo de conducir manualmente también lo será. Ya no habrá que asociar movilidad a tener un coche consumiendo nuestros recursos económicos de forma constante. Será una experiencia mucho más personalizada que el transporte público, que no puede satisfacer al 100% ni en frecuencias ni en rutas en ningún escenario. La gran incógnita es si todo esto será asequible o no.

Siempre quedará lugar para el romanticismo. No se ha dejado de montar a caballo, ni de navegar a vela, ni de andar por el mero hecho de ser algo que se ha hecho toda la vida, pero ya no es tan óptimo. La industria tampoco ha hecho desaparecer a los artesanos. Seguirá habiendo clásicos y modelos que no tendrá ningún sentido convertir en autónomos. Lo especial será aún más especial.

Ahora mismo la conducción autónoma puede provocar rechazo, pero cuando esté en nuestras vidas muchos no podrán vivir sin ella. Admitamos que ciertos trayectos que hacemos a diario son la antítesis del placer por conducir o el disfrute, son simple rutina. Por ejemplo, un madrileño tira una semana de su vida al año en retenciones.

La tecnología no avanza a un ritmo que se la pueda seguir. No hablamos de coches voladores ni de teletransporte, pero está claro que en solo 15-20 años la forma de movernos será radicalmente distinta. Aunque esa tendencia puede que me acabe llevando al paro, sería necio por mi parte negar el avance del progreso.

Compártela en:

Pixel