Ya he probado el Opel Mokka más potente que te puedes comprar a día de hoy, pero hay una cosa que te impedirá hacerlo
Opel quiere recuperar recuperar un tiempo que ya nos dijo adiós. El Opel Mokka GSe intenta traer al presente un concepto desarrollado en los 90. ¿Puede un SUV urbano ofrecer la deportividad que tanto echamos de menos?

Corría el año 2012 cuando Opel sacó al mercado un producto que con el tiempo acabaría convirtiéndose en uno de sus coches más vendidos. El Opel Mokka fue presentado en el Salón de Ginebra de aquél año, aunque las primeras unidades tardaron unos cuantos meses más en ser vistas recorriendo las calles. A lo largo de estos ya casi 14 años de vida el más pequeño de los SUV de la marca del rayo ha vivido importantes y considerables cambios. Su segunda generación, lanzada en 2020, presenta hoy una gran evolución al disfrutar de unas siglas que tienen incluso más pasado que el coche que las equipa: Opel Mokka GSE.

Opel reutiliza unas siglas muy conocidas; GSE, aunque en este caso la E deja de significar Einspritzung (inyección en alemán) a decir Electric. Las letras GSe se convierten en la adaptación moderna de las siglas GSi, que a su vez fueron la respuesta de Opel a los GTI de Volkswagen. Coches con un punto adicional de potencia que seducían a los conductores más jóvenes y/o apasionados de las décadas de los 80 y 90. En el recuerdo quedan los Corsa, Astra, Manta y Kadett GSI. A lo largo del tiempo Opel ha intentado recuperar la histórica y deportiva familia, pero sin cosechar los mismos resultados. El Insignia GSI (que probé hace 8 años) y el Corsa GSI fueron los últimos grandes intentos.
El Mokka sigue teniendo el mismo enfoque del pasado. Se trata de un SUV urbano con apenas 4,15 metros de largo que está disponible en versión híbrida, térmica y eléctrica. El Mokka GSe es el más potente que hemos conocido hasta la fecha. Su sistema eléctrico desarrolla 281 caballos de potencia y 345 Nm de par motor. Sobre el papel es capaz de acelerar más deprisa que cualquier GSI anterior. Hace el 0 a 100 km/h en apenas 5,9 segundos y su velocidad punta es de 200 kilómetros por hora. Solo para que te hagas una idea, el Astra GSi de los 90, con sus 16 válvulas y 150 caballos, tardaba 8 segundos en completar la marca. Un mundo en términos de rendimiento.
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Ahorras 7.890 €Opel aprovecha la vasta estructura del Grupo Stellantis para presentarnos el Mokka más potente de la historia. Bajo su carrocería se integra el mismo conjunto mecánico que podemos ver en otras unidades del conglomerado, como en el Abarth 600e o en el Alfa Romeo Junior Elettrica. La mayor potencia viene acompañada de un conjunto mecánico capaz de acoger el extra de rendimiento. En el eje delantero viene acoplado un diferencial autoblocante mecánico tipo Torsen que, a priori, garantiza la mejor entrega de fuerza posible.
Además de la potencia del motor eléctrico y del diferencial Torsen, Opel ha retocado también el chasis, ha recalibrado los amortiguadores y ha incluido un sistema de frenado más potente fabricado por Alcon. Por último, el Mokka GSe ha pasado por el departamento de diseño para modificar un poco su aspecto, alterar su paleta de colores, ganar más presencia y, de paso, llevarse unas llantas de 20 pulgadas de serie montadas sobre unos neumáticos Michelin Pilot Sport EV con una medida de 225/40 en ambos ejes. El resultado de todo es que el Opel Mokka GSe es bastante más caro que cualquier otro modelo de la familia. Como mínimo Opel pide 47.300 euros por él, sin descuentos.

Esa cifra se antoja como poco excesiva teniendo en cuenta cómo cotiza hoy el mercado. Aunque no compitan en la misma categoría, un Tesla Model Y con 622 kilómetros de autonomía, mucho más grande, mucho más práctico y con mayor rendimiento cuesta un poco más; 49.900 euros sin descuentos. No hay que olvidar que el Mokka GSe cuenta con una batería de 50,8 kWh de capacidad con la que homologa una autonomía de 324 kilómetros (ciclo WLTP) con un consumo oficial de 18,5 kWh/100 kilómetros. En condiciones de uso real esa cifra apenas superará la barrera de los 250 kilómetros.
Eso quiere decir que el Mokka GSe puede completar viajes de media distancia sin grandes problemas. Para viajes más largos está condicionado por su autonomía y por su baja potencia de carga. Como máximo recupera energía a razón de 100 kW en corriente continua. Hay que echar un buen rato para recuperar la autonomía suficiente para reemprender el viaje. A 11 kW si hablamos de corriente alterna. De puertas para dentro ofrece el equipamiento más alto de la gama, pero sigue presentando un aspecto anodino.

La presencia de plásticos duros es excesiva. La sensación de calidad es demasiado estándar teniendo en cuenta el precio. En parte, esas sensaciones quedan compensadas con una buena entrega de equipamiento. Incluye elementos como: faros de LED matriciales, pedales de aluminio, tapicería de Alcántara, cámara trasera de aparcamiento, asientos deportivos calefactables en Alcántara, plataforma de carga para dispositivos móviles, climatizador automático, instrumentación digital de 10 pulgadas y panel central multimedia de igual tamaño mediante el cual podemos controlar casi todas las funciones del vehículo, además de mostrar información ‘deportiva’ como la aceleración o las fuerzas G.
Las plazas traseras siguen mostrando el mismo reducido tamaño que ya conocíamos. El Mokka no tiene un marcado acento familiar. Ofrece el espacio suficiente para cumplir en ciudad y poco más. Pasajeros de más de 1,85 metros de estatura tendrán muy complicado viajar con comodidad en la segunda fila de asientos. El maletero sí ofrece un volumen mucho más digno. Aunque sus 310 litros de capacidad no representan la cifra más alta que el Mokka puede disponer (el Mokka de gasolina tiene 350 litros), su espacio y sus formas son aprovechables para recorridos diarios y para los típicos viajes de fin de semana.
Mi compañero Óscar Magro ya ha probado la última actualización del Opel Mokka.
El Mokka GSe ha sido diseñado con un único propósito; dos si me apuras. El primero, es atraer a un público diferente. El Mokka se aleja de lo cotidiano para caer en los brazos de unas siglas que hace años levantaban pasiones. El segundo motivo es recuperar ese pasado que por algo es pasado. Difícilmente volverán los 90 y sus ‘deportivos para el pueblo’. Hoy las marcas asocian, equivocadamente y necesariamente, la deportividad con la electrificación. Y como ya todos sabemos, los coches eléctricos podrán ser muchas cosas, pero lo que se dice baratos no son.
Al volante, el Opel Mokka GSe se comporta como cualquier otro SUV eléctrico. Es suave y tranquilo a baja velocidad y debo reconocer que a la hora de pisar el acelerador no se descompone tan fácilmente como esperaba. Sus 1.597 kilogramos de peso se antojan completamente excesivos para este tamaño. El diferencial Torsen delantero, así como el resto de modificaciones técnicas incorporadas hacen un buen trabajo. Nunca diría que es el coche más divertido o emocionante de conducir, pero innegablemente aporta más sensaciones que cualquier otro Mokka moderno.

El departamento de ingeniería ha hecho un buen trabajo, pero los coches eléctricos, más los de este tipo, están condicionados por sus elementos o, más bien, por la ausencia de ellos. La descarga de energía es contundente y el paso por curva es mejor de lo esperado a costa de tensar la suspensión y, por lo tanto, reducir el confort de marcha. Las 20 pulgadas de llanta tampoco ayudan al propósito de ser cómodo. De hecho, el Mokka GSE no es nada cómodo. En un uso diario su dura suspensión presenta más inconvenientes que ventajas, aunque reconozco que en una carretera de curvas cumple muy bien.
Lo que no me ha gustado nada es el tacto de los frenos. Aunque Opel asegura haber invertido mucho tiempo en su preparación y ajuste, presenta un tacto excesivamente blando con poca mordiente. Hay que atacar con firmeza el pedal para detener el coche y, encima, no son capaces de soportar un trato exigente más allá de algunas frenadas. Es una pena porque el Mokka GSE no va mal, pero si echamos la vista atrás, le falta la emoción del último Corsa GSi que hace años tuve ocasión de probar por la Selva Negra alemana. Aquello, sí que era un coche divertido y deportivo. 150 caballos, 1.200 kilogramos de peso y un precio, aunque alto, razonable.

- Paso por curva
- Buen comportamiento
- Equipamiento generoso
- Frenos débiles
- Precio exagerado
- Pérdida de confort


